Ternura

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Si pienso en Jimin, recuerdo su cabello desordenado, su olor a vainilla y esa sonrisa inocente. Una sola palabra se me viene a la mente; Ternura.

Jimin era ternura, pura ternura.

Mis días para ese entonces eran altibajos, una rutina que desde adolescente trataba de impedirlo.
De la universidad a la casa y de ahí a los trabajos de medio tiempo, universidad, casa, trabajo, todo se resumía en eso; comida al paso, noches largas solas, hincones en el corazón y ver en el techo la fea película de mi vida.

Mi vida era una mierda total, y sólo él lo podía mejorar.

Lo adoraba, lo deseaba tener conmigo otra vez. Pero sólo eso, nuestra relación había terminado hace un año y yo aún seguía pensando en él, recuerdo sus brazos rodeando mi cuerpo en un suave abrazo, sus pequeños besos a media noche, susurros bajo las sábanas y noches llenas de amor.

Pero esa noche en un pub que quedaba en medio de la gran ciudad, todo negro, demasiado humo, la música martillando cada esquina del lugar y un mar de gente, esa noche ví a Jimin. Lo ví solo, bailando con él mismo, con sus penas, los ojos cerrados y la cabeza meciéndose triste, y supe, sentí, que él había robado para siempre mi corazón.

Y no me equivoqué, lo sigo amando, siempre lo amaré.

Y verlo bailando solo, tan bello y triste, era un espectáculo que merecía ser contemplado con el debido respeto.
Me paré al lado de una columna y lo miré, sólo lo miré.
Meciéndose con la música, él siente la música, mueve muy despacio su cuerpo —como si su alma estuviese fatigado, como si bailando botase la tristeza—.
Usaba unas converse negras, un viejo blue jeans y un polo blanco con líneas negras que esconde un hermoso torso que yo he besado.

Cuando terminó de bailar, me vio ahí parado, adorándolo en silencio y sonrió. Una sola sonrisa perdonó todos los malentendidos y Jimin no sonreía por compromiso, sonreía porque le salía del alma. Nunca ví en él una sonrisa falsa.
Vino hacia mí y me abrazó fuerte y pensé que toda la mierda que he estado viviendo ha valido la pena por esto.

 Yoongi.

Me dijo al oído, y no supe, no pude decir nada; sólo sentí que ahí, en sus brazos, es donde quería quedarme a dormir esa noche.
Me cogió de la mano y me llevó a una esquina y no sentamos en unos cojines negros.

Lo sentí triste, sus ojos no mentían.

Al parecer se había peleado con Jungkook, su actual novio, se había acordado de mí cuando estaba bailando. Y qué coincidencia, un rato después, ahí estaba yo mirándolo.

– Te extrañé —me dijo, acariciándome la mano.

Besé su frente y le dije que yo también, demasiado. Tuve ganas de besar su boca, su pecho; no para hacerle el amor, sólo para sentir el amor, para ver la ternura en sus ojos.

Le pregunté que había pasado con Jungkook. No quiso hablar de eso.

Una lágrima resbaló despacio por su abultada mejilla. Lo besé otra vez en la frente y su mejilla. Sentí en mi boca el sabor de su tristeza.
Lo abracé fuerte, se acurrucó en mi hombro y lloró, lloró calladamente lo que tenía que llorar. Luego me dijo para salir a caminar un poco.

Salimos tomados de la mano, el aire de la calle fue un golpe saludable.
Caminamos sin hablar, sin saber a donde íbamos, siempre cogidos de la mano.
Señalé el departamento y le dije que ahí había terminado viviendo.

– Vamos a tu cuarto, me siento muy cansado y me duele los hombros —me dijo.

– Yo... Mmm, te puedo dar unos masajes en el hombro si quieres —dije.

– Sí, sí quiero —contestó él.

Subimos a mi habitación y entramos. Cerré la puerta, las cortinas y prendí una luz tenue.

Jimin se sacó las converse y el polo puesto para acto seguido echarse boca abajo en mi cama.
Me senté a su costado y comencé a masajearlo. Tenía la cabeza hacía un lado, con los ojos cerrados y una expresión de alivio y placer en el rostro.
Mis manos presionando, subiendo y bajando por su espalda, él no habla, sólo siente. Y fue un placer haber sido yo quien lo haya hecho sentir placer en un acto tan corriente.

Jimin bostezó, tenía sueño y me miró con ojos llenos de gratitud y algo más que no pude descifrar.

– ¿Puedo dormir hoy contigo? —me preguntó.

– Sí, claro —respondí viéndolo a los ojos.

No nos quitamos la ropa —él se puso su polo— y nos echamos juntos, abrazados, besando ocasionalmente su pelo con olor a chocolate.
No había sexo en el ambiente, sólo ternura y cansancio.

Antes de que nos quedásemos  dormidos así, abrazados, alcancé a decirle.

– Lo mejor que me ha pasado en la vida es haberte conocido, Jimin.

Sonrió y se durmió feliz.

Creo que nunca antes alguien me había hecho sentir tan completo.

ᵣᵤₙₙᵢₙ ₒᵤₜ ₒf ₗₒᵥₑ ⛧⌒*。 //  ʸᵒᵒⁿᵐⁱⁿWhere stories live. Discover now