Parte 3

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A veces, Mari Katsuki pensaba que era la única persona cuerda de su familia.

─ Sigo diciendo que hay algo muy raro con él.

Hiroko Katsuki se giró y contempló a su hija con una mezcla de incredulidad y confusión. La menuda mujer se hallaba en la cocina con un cuchillo en la mano, preparando algo de comer para su huésped más reciente.

─ ¡Ay, Mari! Pero qué cosas dices ─expresó con dulzura a la vez que hacía un ademán con la mano sin soltar el cuchillo─ Eres demasiado desconfiada.

La chica arqueó las cejas sin poder rebatirla realmente. Por supuesto que ser desconfiada era algo natural, probablemente producto de crecer en una familia de yakuzas. Aunque desde su punto de vista, el problema era que sus padres eran en extremo considerados y confiados, así que alguien debía encargarse de ser prudente.

─ ¿Un extranjero aparece en Hasetsu por mera casualidad el mismo día en que a Yuuri y a mí nos retan a duelo, y se presenta justo a mitad de la pelea? ─ inquirió en voz alta la chica, cruzándose de brazos ─ No lo creo.

En efecto, había sido demasiado extraño. Algunos días atrás, les llegó el aviso de que un grupo rival iba a visitar su pequeño pueblo con intenciones de desafiar al misterioso guerrero de Hasetsu, el cual resultaba ser ni más ni menos que su hermano menor, decretando que si lograban derrotarlo, éste tendría que unirse a ellos.

A pesar de las recomendaciones de Mari, Yuuri, siempre preocupado de generar algún problema a su familia, acudió a la batalla solo. Eso en sí mismo no representaba motivo de preocupación, ya que si su hermano era bien conocido por algo, era por su habilidad y destreza a la hora de combatir. Era fuerte, cauteloso y ágil. Sabía manejar la katana a la perfección y también las armas de fuego, sin mencionar que era un experto en artes marciales, de modo que era capaz de defenderse por sí mismo inclusive si lo superaban en número, como ocurrió en esa ocasión. El detalle, era que su identidad como hijo menor de los Katsuki, familia de yakuzas venida a menos y sin ninguna relevancia entre los grupos de más poder, debía mantenerse en secreto; lo que desafortunadamente no pudo ser gracias a un cierto testigo imprevisto.

Mari llegó cuando la pelea estaba por terminar. Al igual que en otras veces, Yuuri no requirió de ayuda y se encargó sólo del trío que enviaron a derrotarlo. Hasta allí habría quedado la cosa, de no haber aparecido él.

Resultó que alguien presenció toda la escena. Un hombre que a juzgar por su apariencia era un extranjero, en compañía de un caniche café. Mari supuso que lo más natural para cualquier persona con el mínimo de sentido común e instinto de supervivencia, hubiera sido que, tras observar aquel combate y constatar de lo que era capaz su hermano menor, el fisgón en cuestión se alejara huyendo despavorido, pero no. Aquel extraño le aplaudió emocionado y luego echó a correr justo en dirección a Yuuri, como si fuera un fanático que acababa de visualizar a su ídolo y no perdió tiempo para acribillarlo a preguntas:

─ ¡Eres increíble! ¿Eres un ninja? ¿Sabes utilizar un shuriken? ¿Puedes enseñarme? ¿Tienes una katana? ¿Qué tan larga es?

Todo, mientras violaba el espacio personal de Yuuri, quien estaba tan confundido que ni siquiera se le ocurrió retroceder o apartarlo. Menos mal tuvo la precaución de ponerse una máscara para ocultar su rostro.

Al principio, Mari dedujo que se trataba de otro de los enviados para convencer a su hermano de unirse a ellos y dejar Hasetsu, y justo cuando pensaba intervenir para exigirle una explicación, fueron bruscamente interrumpidos. Uno de los hombres a los que Yuuri derrotó, reaccionó y logró recuperar su arma. Yuuri, siempre alerta, instintivamente jaló al ingenuo desconocido para ponerlo a salvo y así fue como acabó cargándolo entre sus brazos como si se tratara de una delicada princesa; gesto que lejos de perturbar o asustar al extranjero de cabellos plateados, pareció agradarle mucho, puesto que contemplaba a su hermano con la mirada radiante, las mejillas sonrojadas y una inusual sonrisa en forma de corazón, mientras Yuuri hacía gala de su velocidad y agilidad al esquivar los disparos de su enemigo.

Yakuza, Mi amorWhere stories live. Discover now