Parte 4

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Viktor colgó el teléfono y se permitió soltar un suspiro cargado de alivio. Desde su punto de vista, manejó la situación y a Yakov perfectamente, exponiendo sus argumentos de manera bien racional y lógica logrando exitosamente que su padre adoptivo le permitiera quedarse en Japón por tiempo indefinido sin intervenir. Por eso Lilia le decía que podría convertirse en un gran político si lo deseaba.

─¿Qué demonios fue eso?

Mari Katsuki, sin embargo, no pensaba necesariamente igual.

─No tengo idea de a qué te refieres─dijo Viktor con su mejor expresión inocente, dejando que Mari tomara el teléfono sin molestarse en impedirlo─Simplemente ejercí mi derecho a realizar una llamada, justo me indicaste.

─¡Sí!¡Pero no entendí nada! ¿En qué idioma estabas hablando?

─Bueno, creo que la respuesta es obvia, ¿no? ─se encogió de hombros para restarle importante y sonrió al ver a Makkachin bostezar, aún tumbado junto al otro pequeño caniche─Uno que no conoces.

Mari sintió que una vena palpitaba en su sien. Apretó el puño derecho con fuerza, tomó impulso, y...

***

Yuuri revisó por enésima vez que llevaba todo lo anotado en la lista de su madre. Muchos tenían la impresión de que Hiroko Katsuki era una dulce e inofensiva mujercita incapaz de lastimar ni siquiera a una mosca, por lo que tendían a no tomarla en serio y después se arrepentían. Específicamente, lo hacían en cuanto ella les arrojaba un cuchillo que fallaba en acertar por apenas un milímetro a propósito, puesto que su puntería era en extremo buena. Aunque Hiroko sólo empleaba su talento especial cuando la hacían enfadar, y nunca en contra de su familia, Yuuri no quería arriesgarse a que esa fuera la primera vez. El joven de gafas terminó de contar los sacos y las cajas de provisiones y asintió al comprobar que no le faltaba nada. Después, cerró la cajuela y abordó el coche, dispuesto a regresar a Yutopia.

El cielo estaba despejado y sin que Yuuri pudiera evitarlo, terminó por pensar que los ojos de un cierto extranjero que yacía prisionero en el onsen familiar tenían el mismo color azul, lo que le hizo sonrojarse. ¿Quién sería, y qué hacía en Hasetsu? En la actualidad, eran pocos los turistas que visitaban su pequeña ciudad y todavía más raro era ver a un hombre tan atractivo ahí.

El rubor de Yuuri aumentó tres tonos y de manera instintiva chocó la frente contra el volante, oprimiendo la bocina sin querer, lo que si bien le hizo sobresaltarse, no logró apartar la imagen del apuesto extranjero en su mente. ¡Diablos! Yuuri nunca creyó que una persona así pudiera existir en la vida real: resplandeciente cabello plateado, preciosos ojos cual zafiros azules enmarcados por largas pestañas, piel blanca en apariencia tan suave al tacto... y por más que tratara de negarlo, se había sentido tan bien sostenerlo entre sus brazos.

─¡Basta, basta basta! ─se recriminó en voz alta mientras que se daba un nuevo golpe en la frente contra el volante─Debo dejar de pensar en eso.

No era como si de verdad tuviera alguna oportunidad con el extraño. Sí, quizás el de ojos azules se mostrara cariñoso y abierto, ¿pero no eran así todos los extranjeros? Sin mencionar que el otro con toda probabilidad podría ser un modelo pasando unos días en Hasetsu disfrutando del anonimato seguro que la pequeña ciudad le proveería para escapar de su agitada vida, y Yuuri en cambio era el hijo de unos antiguos ex – yakuzas cuyo único talento era el combate. No tenía nada bueno que ofrecerle, y sí demasiado peligro si acaso se relacionaban. Jamás se perdonaría si arrastraba a ese pobre e inocente hombre a su caótica vida.

Yuuri recorrió el resto del camino hacia Yutopia razonando que lo mejor sería dejar las cosas hasta ahí y para ello tendría que convencer a Mari de que, aunque el otro hubiera visto su rostro, no significaba ningún riesgo y por lo tanto lo más conveniente sería dejarlo marchar.

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⏰ Last updated: Jul 14, 2019 ⏰

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Yakuza, Mi amorWhere stories live. Discover now