| ARIEL | Prólogo

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A R I E L

Acababa de tener el primer encuentro con mi madre —mi verdadera madre—y, no sabía cómo sentirme al respecto. Mi corazón estaba marcando fuertemente su ritmo; tan fuerte que, casi podía sentir sus pulsaciones detrás de mis orejas. Todo mi cuerpo era un manojo de nerviosismo, temblores y calor.

Era una mujer increíblemente hermosa. La más bella que alguna vez haya podido ver. Su cabello era una tan suave que bailaba fácilmente con el viento cuando salió por las puertas del recinto y, sus ojos que al observarme con curiosidad e ingenuo temor, brillaron intensamente azulados. Su tez blanca se ilumino con los suaves rayos de sol que apenas y Londres ofrecía.

El tiempo pareció dilatarse en ese instante. Nadie tenía que decirme que ella era mi madre porque mi corazón lo supo y, cada molécula de mi cuerpo reaccionó en respuesta cuando solo estuvimos a escasos pasos de distancia.

Una sonrisa ingenua y cariñosa se estiró en la comisura de sus labios pero, al rápido movimiento de un instante, el desconocimiento tiñó sus facciones. La insistencia que me regalaban sus ojos brillosos por un intento casi vano en reconocerme, la llevó a acariciar mi mejilla en busca de algo, en cualquier indicio que le diera quien era la chica que le resultaba tan familiar en frente de ella.

Sin embargo, el reconocimiento no llegó. Ella no pudo saber quién era la chica que le devolvía una sonrisa temblorosa con ojos humedecidos.

—Estas llorando. —Pronunció con un gesto ingenuo de preocupación. Era el sonido más melodioso y cariño que alguna vez hubiese podido escuchar—. Por lo que sea que estés atravesando va a sanar. No vale la pena llorar.

¿Cómo iba a evitar llorar? Si en veintiún años una caricia maternal me la habían negado.

Negué levemente con la cabeza. Sonriendo a tientas y secándome las lágrimas con el dorso de la mano. Una sensación extrema felicidad me absorbió.

—No es nada. —Respondí. Colocando mi mano sobre la suya que aun acariciaba mi mejilla.

—Eres muy hermosa. —Su tono era suave, ligero. Un poco ajeno a la realidad—. Me recuerdas a alguien.

No pude evitar sollozar un poco más. No pude evitar querer decirle que era su hija, aquella chiquita que le arrebataron y, lo que tampoco pude evitar hacer, fue abrazarla. Deseando que aquel gesto en ella provocara algún tipo de reconocimiento, algún tipo de conexión que supiera que no quería perderme un minuto más de ella. Que no quería perder el tiempo un segundo más para decirle «mamá»

La enfermera llegó con una sonrisa nostálgica. Ya había tenido alguna que otra llamada con ella para concretar mi visita. Me bastó una mirada de su parte para saber que era la hora de la despedida.



Lloviznaba aquella tarde en Londres cuando salí del psiquiátrico.

Ligeras gotas de agua pinchaban mis hombros cuando salté la cuneta y mis botas de invierno salpicaran el charco.

Subí al auto y encendí el motor. La avenida Shaftesbury se extendió transitada aquella primera semana de diciembre, con un aguacero que ya para cuando me acercaba a casa, no cesaba. De hecho, se cernía una tormenta sobre la ciudad que a tientas, me dejaba ver la carretera.

La gente iba y venía, buscando refugio de la lluvia que poco a poco, se intensificaba. En la acera, chocaban entre si y no se disculpaban, era bastante típico en calles tan transitadas.

Los regulares puestos de revistas amarillistas eran cubiertos por impermeables, una fila larga se extendía con la misma noticia resaltada en rojo vivo en la portada, acompañada por rostros y otros textos más pequeños que no carecían de la misma importancia.

No supe porque estuve tanto rato viéndolas en la distancia a través del tráfico, hasta que el reconocimiento me abofeteo de inmediato.

La fuerte lluvia me pinchó los brazos cuando bajé del auto y las bocinas de inmediato sonaron, pues en ese instante, el semáforo había cambiado. Empujé cuerpos mojados, cruce la avenida y evité autos desesperados. Todo lo anterior, no me importó demasiado. Cuando llegué a la acera, tomé la revista entre mis manos.

Una ola salvaje de calor me atravesó y me rasgó. Una sensación de vértigo me sacudió de inmediato y, un torrente de emociones inconexas viajó a través de mis venas cuando leí las líneas de trazo.

»Claire Kelly y el multimillonario Maximo Kahler anuncian oficialmente su regreso«



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Esto sucedió unas semanas antes del primer capitulo. ¡Espero les gusteee! Porque lo que viene es candela. No olviden dejarme sus votos y comentarios. Es importante que se hagan notar en las notificaciones.


La decisión del millonario © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora