1. Los juegos del millonario

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" Veo las piezas en el suelo, de un mundo que se vino abajo" 

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" Veo las piezas en el suelo, de un mundo que se vino abajo" 

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M á x i m o

Londres era un puto calvario para estas fechas.

El noventa por ciento de la ciudad se movía de un lado a otro, corriendo y tropezándose entre ellos mismos; faltaban seis semanas para que el estúpido hombre gordo con barba, bajara por la chimenea, o se incinerara en ella.

El otro diez por ciento era yo, tratando de llegar al hotel en medio de comparsas pre-navideñas. Joder, con el frio infernal que ahora mismo la ciudad ofrecía.

El chofer se detuvo cuando el semáforo se puso en rojo; un tráfico hosco para maldecir las festividades.

Suspiré y me desajusté la corbata, recargando el peso de mi cabeza sobre el asiento trasero del auto, allí afuera el frio era para volverse loco, estaba cabreado. Pero cabreado hasta los cojones.

—¿Alguna forma de que evadas el tráfico? —Pregunté al chofer, tratando de no perder la poca paciencia que ya me quedaba.

El me miró a través del retrovisor y negó con la cabeza.

—Para estas fechas no hay forma de evitar el tráfico, señor.

Joder, ¿Qué mierdas vine a hacer a Londres?

Marcaban las seis con cincuenta cuando llegué al hotel, no me sorprendió que Andrea se hubiese encargado de todo tan bien, la suite ya estaba lista para mi llegada. Me urgía un descanso, durante la semana, después de la visita de mi hermana, fue casi imposible conciliar el sueño, y es que, ¿de qué manera? Si el hecho de venir a Londres implicaba verla, eso me volaría la puta cabeza.

Las próximas horas me mantuve inmerso entre correos, contratos y quejas de Ramiro desde el otro lado del teléfono, pero es que este tío me llamaba más que mi mujer. Concreté algunos pendientes con Andrea vía e-mail, y me di la tarea de revisar nuevamente uno que otro balance, cualquier cosa que me mantuviese la mente ocupada durante las próximas doce horas, dormir no era una de ellas.


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A r i e l

Abrí los ojos sabiendo que aún no amanecía, su llegada seria dentro de nada, lo supe por qué no había dejado de mirar los segunderos del reloj en toda la noche, cada hora que pasaba, era peor que la anterior, cada minuto, cada maldito segundo, no podía evitar sentirme ansiosa hasta la médula.

Volver a verle, en persona y frente a frente, sería como estar en una montaña rusa, cuesta arriba, sabiendo que vendría la bajada en cualquier momento y mi estómago sentiría el vértigo de la caída. Su nombre había estado plasmado en alguna que otra revista durante los últimos meses, estudiar administración implicaba estar rodeada de estudiantes que seguían a tacto las noticias de los grandes magnates y sus logros, Máximo Kahler no era la excepción.

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⏰ Last updated: Nov 12, 2020 ⏰

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La decisión del millonario © #2Where stories live. Discover now