#18: cuatro palabras, un gran significado

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#18: cuatro palabras, un gran significado.

Aleit.

Domingo.

Pongo pausa a la serie en el ordenador y me levanto de la cama perezosamente, con el dolor de vientre que no se quiere calmar. Hago una mueca cuando al levantarme, siento un leve mareo, seguro porque desde la mañana estoy en la cama. Sólo me levanté para ir a coger un poco de comida y para pedir a Alois que me preste su portátil.

Odio la menstruación.

Me pongo mis pantuflas y finalmente, bajo. El olor a chuletas y plátano frito que se impregna en toda la casa hace que me olvide por un momento de mi cabeza. Entro en la cocina y ahí está mamá friendo plátano, Arthur robando un poco de ello en el plato y papá sentado leyendo el periódico.

—Hola, cariño. ¿Ya te encuentras mejor?— pregunta papá al verme.

—Me duele un poco el vientre, vengo a por una aspirina— él me sonríe y asiente, para después seguir con su lectura.

—Arthur, ¡Que dejes de coger plátano! Hasta que nos sentemos a comer todos— le riñe mamá a mi hermanito. Este sonríe travieso y sale corriendo de la cocina, chocando a su paso conmigo y dañandome en el vientre.

¡Jodeerrr! ¡Duele!.

Me hinco de dolor. Mamá parece darse cuenta.

—¡Arthur!. Este niño...— se acerca a mí y me ayuda a sentarme en el taburete— ¿Ya tomaste la aspirina?.

Niego.

Ella abre un armario y de ahí saca un bote, lo abre y quita una aspirina. Me lo tomo. Mamá vuelve a la sartén y continúa friendo.

—Alois dijo que ganaron el partido— me informa.

—Qué bien.

Ayer, sábado, era el primer partido del año de los Wener, nuestro instituto. Quise ir, para animar, sería mi primer día de animación. Pero entonces llegó la señora roja, a la que no le importa la situación en la que estés, si quiere venir de visita, viene. Y no pude ir.

Aparte de querer animar junto con mis amigas, quería también ver a Dierk jugar. Sé que juega muy bien, de pequeños le veía jugar con Alois, Maik y otros niños del barrio. Juega bastante bien.

Y hablando de él...no he dejado de pensar en nuestro momento en la enfermería. En nuestro abrazo, beso, en la forma en que me hablaba...fue precioso. Cada vez que escucho música con auriculares recuerdo este momento.

Yo...creo que siento algo por Dierk.

Ya no es el mismo niño que era antes, que nada más verle sentía ganas de arrancarle la cabeza. Me entraba náuseas cuando Margrit decía que del odio nace el amor— sí, porque lo decía desde que eramos pequeñas—. Dierk sigue siendo chulo, y me encanta, pero es una persona comprensiva, cariñoso y divertido.

—¿Y esa sonrisa?— la voz de mamá me quita de mis pensamientos. Ahí me doy cuenta de que estaba sonriendo— ¿Qué te tiene tan contenta?— pregunta pícara.

Me sonrojo— n-no es nada, mamá.

Arquea una ceja— hija, conozco esa cara. Es la que tenía yo cuando veía a tu padre.

—¿Y ya no la tienes ahora?— mi padre interviene, frunciendo el ceño. Mamá suelta una carcajada, yo igual me río por la expresión de mi padre.

—No dramatices, cariño. Claro que la tengo— le sujeta la cara y le planta un beso.

Y ahí empiezan los amoríos de mis padres.

Voy a cumplirlo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora