Un buen amigo

21 1 0
                                    

Los años habían pasado y el pequeño Veder había ido creciendo bastante. Cinco años no habían sido en vano, después de todo. El pequeño ahora iba al jardín de niños, podía hablar, leer y escribir. Algo que también amaba era dibujar. No había día en el que él no dibujara. Sus padres veían siempre sus dibujos y lo felicitaban o decían un "que bonito está" para alentarlo.

Por las tardes, Veder siempre se encontraba jugando al aire libre. Le encantaba salir al patio de su casa; un lugar hermoso con pasto totalmente verde y árboles enormes y bellos.
Todas las tardes se reunía con un chico que, al parecer, vivía en el vecindario; un joven alto de cabello oscuro.

Desde que lo había conocido, este chico se había encariñado con él. Lo cuidaba como si fuese su propio hijo y no le molestaba jugar lo que el pequeño decidiera. En promedio, parecía estar entrando en sus veinte, pero era tan maduro como el pequeño. Al igual que a él, le gustaba jugar a crear mundos, explorar, contar historias, etc.

—¡Dirian! —Gritó el pequeño desde el patio al ver que el joven se acercaba.

—Cydrian, Veder. Me llamo Cydrian —Rió el joven y caminó hacia el lugar donde estaba el pequeño, cargándolo al llegar y haciendo sonidos de avión mientras giraba.

—¿Cómo te fue en la escuela, pequeño? —Preguntó curioso el chico, bajándolo nuevamente al piso.

—¡Bien! ¡Hicimos un dibujo! —Abrió su mochila y le mostró un dibujo que tenía de una flor, hecho con crayolas.

—¡Muy bien! ¡Está muy bonita! —Dijo a la vez que le revolvía el cabello.

—Bien, ¿Qué quieres jugar hoy? —Preguntó el chico, hincándose frente a él y mirándolo con una sonrisa.

—¡Astonatuas! —Dijo emocionado el pequeño, sacando de atrás de un árbol, una pequeña caja con un par de platos pegados que simulaba una nave espacial.

—Astronautas —Corrigió el chico, con una sonrisa, mirando aquella nave. —A la orden, capitán —Puso su mano en su sien en forma de saludo y cargó al niño para sentarlo en la caja y luego sentarse él en ella.

—Bien, hay que despegar — Dijo el chico, señalando hacia enfrente, como si en serio fueran a despegar.

—El pequeño niño hizo sonidos con la boca como si en serio estuvieran despegando y movía sus manos como si conduciera su nave espacial.

Al atardecer, el chico se despidió del pequeño y regresó por donde vino, sacudiendo la mano en forma de despedida.

Una vez adentro, Veder contó a su madre lo que había hecho en la tarde, a lo que ella respondió con una pequeña risa. Vaya que te la pasaste bien. A ver si un día me presentas a tu amigo.
—¡Si mamá! — Contestó feliz el chico, saltando de la alegría.
Una vez que se hizo de noche, el padre de Veder llegó del trabajo y saludó a su hermosa esposa y a su pequeño, cargando a este y besando su mejilla.
—¿Cómo estás, campeón? —Preguntó este.
—¡Bien papá! ¡Hoy fui un astor... astronauta! —Dijo, recordando como su amigo le había corregido.

—¡Muy bien! ¿Viste muchas estrellas? —Preguntó el padre, bajándolo al piso de nuevo, y este asintió.
—¡Y paletas! —Contestó con un brillo inigualable y lleno de imaginación en los ojos.
—Planetas, cariño. Se dice planetas —Dijo la mamá, riendo un poco por lo que su hijo había dicho y este empezó a reírse también.

Una vez que cenaron, subieron cada quien respectivamente a sus habitaciones para dormir y Veder fue arropado por su madre, quien le dio un tierno beso en la frente y se despidió de él, cerrando la puerta.

¿Estás Ahí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora