I. Pesadillas

11 0 0
                                    

Las pesadillas han vuelto. Cada noche sueño con aquella mujer de siniestros ojos, una mirada viperina que hace helar mi sangre. Viene por mí, susurra mi nombre pero no es mi nombre así lo sienta mío; ¡No lo es!

Escucho sus pasos, su respiración tan cerca de mí. Siento como mi cuerpo se detiene, mis pies no tocan el suelo. Ella está frente a mí. Puedo ver el fuego consumirse en su mirada. Ese mismo fuego enciende mi cuerpo.

_________________________________________________________________________

Despierto sobresaltada, estoy empapada de sudor, por suerte nadie se ha despertado o eso me hubiese llevado a que me sedaran. La habitación está más fría de lo normal. Me levanto y me dirijo hacia la ventana. Más allá de los barrotes, más allá de estas paredes siento que algo me llama. Mi cuerpo me pide salir, y en las lejanías siento aún su mirada. Regreso a la cama y como de costumbre no consigo dormir. Luego de la muerte de mis padres las cosas se vinieron abajo.

-Rose... – Un susurro llega hasta mis oídos. – Rose despierta. – ¿Rose? Ese nombre... vuelvo a la ventana, no hay nadie, y fuera de la puerta de hierro tampoco hay nadie. Es mi imaginación, ¡Es el shock de la pesadilla! Ese nombre, es el mismo de mis sueños pero esa voz es diferente a la de aquella mujer que me persigue. ¿Quién es Rose?

_______________________________________________________________________

-Marlow, ¿De nuevo no has podido dormir? – fue lo primero que me dijo Miranda al verme.

-No, de nuevo la misma pesadilla. Además el frío de la habitación se hace más intenso cada noche. Miranda necesito salir de aquí.

-No eres la única, Spencer lleva dos días sin salir de contención. Luego de que tuvo un ataque fue llevado al "centro de cuidados" por "pequeños toques de realidad"

-¿Electrochoques? ¿De nuevo?

-Sí. ¿Cuándo fue la última vez de tus toques de realidad?

-Hace unos días, desperté gritando de una pesadilla. Emma entró, me dio una bofetada y me tomó del brazo. Miranda moriremos aquí.

-Debemos salir de aquí.

Emma era la doctora encargada del Sanatorio Valfa. Hace unos cuantos años estoy interna aquí. Empecé a tener episodios de esquizofrenia y alucinaciones. Cuando mis padres me trajeron a Valfa era un buen lugar, tenía yo unos 17 años de edad. La verdad luego de tanta corriente pasando por mi cerebro he olvidado muchas cosas. Emma llegó a Valfa cuando yo tenía 19 años, mis alucinaciones se iban incrementando con el tiempo. Poco a poco Emma fue cambiando al personal del Sanatorio, las reglas y los tratamientos utilizados en los pacientes, hasta que fue convirtiendo el lugar en una prisión del terror. Recuerdo la primera vez que la vi, estaba con Miranda en el patio central cuando sus ojos se fijaron en mí, como si quisiera hacerme daño con su mirada, me hizo sentir un escalofrío tan intenso que me desmayé. Su mirada era oscura, fría; unos ojos sin vida. Mantenía una sigilosa sonrisa que Miranda y yo dedujimos como maldad pura.

Unos meses luego de la llegada de Emma mis padres murieron en un accidente mientras venían a verme. Al morir mis padres el Estado concluyó que era mejor para mi permanecer dentro de Valfa, pues podría resultar un peligro para la sociedad. Le temía a Emma, a la oscuridad que llevaba dentro, una oscuridad que no se trataba solo de ella. Me fui acostumbrando a los choques eléctricos como me acostumbraba a mis medicamentos. Mis alucinaciones eran fuertes por temporadas, siempre se volvían intensas alrededor del aniversario de la muerte de mis padres o en las vísperas de mi cumpleaños.

La pesadilla que atormentaban muchas de mis noches se había manifestado unos días atrás.

Recuerdo vagamente la sonrisa de mi madre, los anteojos de mi padre. Recuerdo vagamente la felicidad y la calidez. Solo tenía permitido salir de mi habitación dos horas al día, sin contar los momentos de las comidas, o sobras.

El frío en mi habitación había aumentado desde que aparecieron las pesadillas, lo he atribuido a mis alucinaciones, esta vez son tan fuerte que me han afectado físicamente. Entre más frío hace siento como mis ojos arden, como si estuviesen prendidos fuego. Mis manos, es como si moldeara una llama entre ellas, pero no había nada solo la sensación. Era mi mente. ¡Marlow; es tu mente jugando contigo! – me decía a mi misma. Por un momento sentí las mismas llamaradas que cubrían mi cuerpo en aquellas pesadillas, mi piel ardía. En mi pecho sentí un dolor incesante como si estrujaran mi corazón.

-Basta – Gritaba mientras llevaba mi cuerpo contra la pared, buscando algún refugio, algo que parase todo esto. Mis gritos se elevaron haciendo que dos enfermeros junto con Emma entraron en mi habitación.

-Ayúdame Emma. Me duele, estoy ardiendo. Mi corazón... - No terminé de hablar cuando uno de los enfermeros me dio un puñetazo que me dejó inconsciente en el suelo.

-Aún no querida. Aún no ardes. - Pude distinguir las palabras de Emma entre lo aturdida que me sentía. – Llévenla al centro, doblen la potencia de los choques eléctricos.

Uno de los enfermeros me cargó y llevó hacía el centro de cuidados. Mi cabeza daba vueltas. Pude sentir como el enfermero me tiraba sobre una de las camillas, ponía en mi cabeza el dispositivo para luego amarrar mis manos y mis pies.

-Es hora de divertirnos. – Decía mientras esbozaba una ligera sonrisa, una sonrisa como

aquella que me lanzo Emma la primera vez que la vi. Una sonrisa malvada. -- Vamos a

divertirnos Marlow.

El enfermero se dirigió hacia una pequeña caja metálica con varias perillas y cables. Hizo caso a Emma, dobló la potencia de la electricidad y acto seguido pude sentir como por mi cuerpo viajaban lo voltios. Quería desvanecerme pero algo me hacía seguir allí, aturdida pero consciente. Había una fuerza dentro.

-¿Aún despierta Señorita Marlow?, quizás otra dosis sea necesaria.

Mis ojos se entrecerraban, sentía mis manos arder. Mis ojos, mi interior ardía. El enfermero volvió a apretar el botón pero esta vez no sentí nada, en cambio podía ver la expresión de dolor en aquel enfermero, su sonrisa se había borrado y ahora mordía sus labios con tal fuerza que empezaron a sangrar. La máquina de los electrochoques estalló, sin saberlo me encontraba encima del enfermero con mis manos en sus sienes y como si lo deseara hice que su cuerpo se llenase de electricidad, la misma que había usado en mí. Su boca empezó a sangrar, sus oídos, cada cavidad de su cuerpo empezó a sangrar, hasta que sentía como su vida se desvanecía.

Me levanté dejando el cuerpo en el suelo. Algo en mí había cambiado. Sentía como mis manos ardían, deseaba más. Deseaba la muerte de todos. Esta no era yo, pero no lo controlaba. Aunque no sé si deseaba controlarlo. Sentía llamas en mi interior, algo ardía, era yo. Todo a mí alrededor ardía en llamas gigantescas y lo primero en consumirse fue aquel cuerpo sin vida de mi querido enfermero. Salí de la sala de cuidado envuelta en una llamarada, las paredes a mi paso se iban consumiendo con el fuego. Las vidas que se encontraban conmigo perecían. ¿Qué estoy haciendo?... Varios enfermeros vinieron a mí. A uno de ellos los huesos de sus brazos empezaron a quebrarse y luego el de sus piernas, los demás cayeron en una gran grieta que se abrió bajo sus pies cayendo a un sótano lleno de llamas. La doctora Emma se acercaba a mí. Sentía como mi cuerpo pedía más, sentía como las llamas crecían, como todo se consumía. Miranda trataba de escapar de las llamas, su rostro de terror al mirarme. Las llamas crecían y en un parpadeo todo se consumió en una gran explosión.

Espectral.Where stories live. Discover now