Randy Ridley (1)

20.5K 502 24
                                    

Narrador: Scarlett

Tome una copa de champán mientras caminaba delicadamente alrededor del gran salón. Había montones de gente, pero con ninguno de ellos me sentía a gusto, ninguna persona era alguien con quien podría establecer una conversación. Simplemente no eran de mi círculo social.

Lleve lentamente el delicado vidrio a mis labios, al momento que el líquido caliente atravesara por mi garganta sabía que empezaría por lo que realmente había venido.

Acomode mi descoque, no era vulgar pero si lo suficientemente sexi para enredar a alguien. En mi cuerpo entallaba un vestido delgado color negro, tenía unos tirantes por donde remarcaban mis huesos, el vestido tenía un pequeño corte por la parte izquierda dejando ver mis músculos. Lleva unos tacones de aguja delgada, color negro. Mi maquillaje era natural, mientras que lo que más resaltaba eran mis labios, eran un color rojo intenso. Mi cabello iba suelto, expresivamente rizado, no era largo, prácticamente caí por mis hombros mientras lo llevaba mojado, o al menos era así como se deja notar.

Mi trabajo era simple.

Era una prostituta. Una prostituta con educación. Una prostituta para los hombres más ricos en Los Ángeles, California.

Aquellos hombres no se acostaban con cualquier mujer que vieran en las calles. Si ellos querían una amante tenían que conseguirla, era fácil de conseguirnos pero no era barato. Cobrábamos muy caro, así no cualquiera podía pagar nuestro precio. Pero claro. Teníamos que tener una buena educación, un buen cuerpo, un buen gusto de moda, y más que nada, tener modales. Había conocido chicas que habían logrado casarse con grandes empresarios.

Y sí, por supuesto que estábamos entrenadas para ser musas. Teníamos reglas y una de ellas era no enamorarse, mantener el corazón frío en esto. Porque podías perder.

Prácticamente era un juego. Nosotras éramos las reinas, las que mandan en esto, así fuera solo por una noche. No podíamos perder el control. Si lo hacías, perdías.

Nuestro trabajo era dar placer, simplemente placer. No podíamos pasar más de una noche con los clientes. Perdías.

Mi trabajo era un juego, en el que tenías que mantener la cabeza fría. No teníamos tres vidas o tres oportunidades, si perdías en algo o rompías las reglas. Perdías. Pero no simplemente perdías el trabajo, tenías la mala suerte de perder absolutamente todo. Familia, dinero, trabajo, oportunidades, identidad, absolutamente todo.

Al querer firmar el contrato, tendrías que pensarlo dos veces. Una ves que entras, no hay marcha atrás, no podrás salir del negocio. Era como vender tu alma al diablo. El contrato nunca se vence. Al menos que lo pagues, un dinero que nunca podría tener, ni acostándome con el más millonario.

Recuerdo aquel día, el día que había firmado el contrato. Recuerdo que ese mismo día me hicieron mudarme, borrar mi identidad de todas partes. Hicieron mi nuevo papeleo, me dieron las reglas. Ni siquiera había podido despedirme de mi familia. Aquel mismo día me llevaron a la casa en donde me darían las clases de modales. Mientras que un mes después había tenido mi primer cliente, mi primer pago y me había mudado con el resto de las chicas.

Acomode rápidamente mi cabello, mientras bajaba lentamente las escaleras para poder unirme a la gran reunión de empresarios. Tome un largo suspiro y me adentré a la sala.

Podías encontrar al gran empresario John Smith, su empresa era una de las más importantes. Él y sus grandes máquinas manejaban todo el dinero de Los Angeles, prácticamente todo el dinero pasaba primero por sus manos, mientras que al mes desarrollaba aproximadamente 2 millones de dólares.

Amor oscuro y peligroso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora