Capituló (30)

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Bonos.

Verónica Valdés.

La primera vez que la vi creí que me encontraba en el mismo paraíso, sus ojos me hipnotizaron en el mismo instante que se encontraron con los míos, la primera vez que pude aspirar su delicioso aroma había sido como una bomba atómica para mi ser.

La primera vez que probé sus deliciosos labios había sido veneno para mi, habían sido como una droga, la primera vez que pude sentir sus manos acariciar mi piel había sido como sentir las mismas manos de una diosa y en el mismo instante que me hizo suya había sido marcada, había dejado una marca indicando que pertenecía a ella.

Su parte romántica lograba deshacerme, ella lograba que me volviera loca con tan solo su mirada. Ella hacía sentirme anormal, ella hacía sentirme fuera de esta dimensión y solo ella sabía como sacarme de mis casillas con tan solo un toque sobre mi piel.

La fresca brisa del mar pegaba sobre mi rostro, el canto de las olas lograban sentirme en paz, en compañía, los rayos de sol pegaban sobre mi piel, mientras que el viento desbarataba mi cabello. Suspiré.

Las yemas de mis dedos acariciaban el pequeño anillo. No quería dejarlo ir, pero sabía que era hora.

Los momentos al lado de ella había sido perfectos, sus besos, sus abrazos y sus caricias. Extrañaba la seguridad que ella lograba darme, extrañaba salir con ella sin ningún riesgo.

Su aroma llegó a mis fosas nasales.

Cerré los ojos mientras que recuerdos al lado de ella llegaban a mi mente. Las muchas veces en las cuales ella dormía plácidamente en su departamento, las veces en las que lográbamos salir como una pareja normal, las veces en las cuales ella abría su corazón hacia mi y me contaba sus temores.

La recordaría como la mejor mujer. Tendría en mi mente los recuerdos lindos con ella.

Despedirme de Randy Ridley no sería fácil, no estaba preparada, nunca lo estaría. No podía dejarla ir, pero sabía que era lo mejor.

Lo había superado, ya no sentía aquel hueco en mi corazón ni en mi estómago. Simplemente sentía aquella pequeña nostalgia, no quería dejar aquellos momentos, aún que sabía que vendría mejores.

El anillo que se encontraba ahora mismo en mis dedos era el último recuerdo que tenía de Randy Ridley.

El sol comenzaba a desaparecen, tornando el cielo de un color naranja claro. Era hora, era el momento perfecto.

Le di un delicado beso al anillo. No quería soltarlo, no era capaz.

"Siempre recordaré todos los momentos lindos que pase junto a ti, Randy Ridley" susurre para mi.

Escuche una pequeña risilla a mi lado. "Solo suéltalo, estoy aquí. Es lo mejor"

"Lo quiero conservar como un pequeño regalo de Randy Ridley" volví a decir.

"Te lo he dicho un millón de veces, amor. Solo cambie identidad nunca de corazón" sentí sus manos envolverme. Le plante un beso sobre su frente. "Además, te puedo regalar más cosas"

Me volteé a la rubia, sus hermosos ojos azules de conectaron con los míos y sonreí.

Había sido un año duro para ambas; después del ataque, Randy había quedado sumamente herida, había logrado sacarla del lugar antes de que la policía lograra identificarla, Randy había sobrevivido por milagro, aún que si había tomado varios meses en coma.

Nos habíamos mudado a Suiza, meses después había descubierto que ella tenía una cuenta llena de dólares.

Habíamos cambiado de identidad, Randy Ridley como Elizabeth Blanco y yo como Laura Blanco, así es, nos habíamos casado. Había sido una ceremonia extremadamente discreta y especial.

La abracé. "Te amo"

Con sus delicadas manos acarició mis mejillas. "Te amo"

Recosté mi cabeza sobre su pecho, así logrando escuchar los pálpitos de su corazón. "Solo avienta el anillo" me susurró.

"No lo sé, este anillo me da muchos recuerdos con Randy" dije mientras llevaba mi mirada a la suya.

"Mejores recuerdos están por venir" me di un beso en la frente.

Asentí, le volví a dar un pequeño beso el anillo, me lo quedé viendo por unos segundos y después dirigí mi mirada a Randy.

Tome el pequeño anillo y lo aventé al mar. Suspiré.

"Estoy aquí" sentí su respiración pegar sobre mi oído. "Soy tu esposa y es lo que cuenta. Vamos a comenzar desde cero, en un nuevo país y una nueva vida. Después de tanto tiempo estamos juntas y a salvo"

Me dio un beso en los labios.

Después de tanto tiempo tendríamos una vida feliz, sin problemas ni enemigos, sin engaños ni mucho menos mentiras.

Nuestra historia no había sido normal, nunca lo sería. Éramos polos diferentes, éramos como la luna y el sol; los polos no podían ser capaz de compartir, el sol y la luna tenían la misma situación, dos personas que no están hechas para estar juntas pero se aman, aquellas personas tendría un amor más fuerte y puro. Un amor amor oscuro y peligroso, pero al fin del día se tornaría en felicidad y amor. A los ojos de las personas eso no estaría bien, aquellas dos personas quienes no habían nacido para estar juntas serían juzgadas por la multitud, pero no importaría, ya no más.

Dirigí mi mirada a la mujer, sus hermosos ojos azules brillaban, el aire destruía su cabellera rubia y larga, los últimos rayos de luz pegaban sobre su rostro, la vista era perfecta, ella era perfecta. No se veía joven pero tampoco tampoco vieja, pequeñas arrugas comenzaban a hacer acto de presencia sobre su rostro, pero no importaba para mi.

"No me veas de esa manera" dijo, su mirada seguía puesta en el mar. "Haces que me enamore aún más de ti"

Una sonrisa se colocó sobre mis labios. "Quiero que tu corazón pertenezca a mi"

Está vez su mirada se dirigió a mi. "No es necesario. Mi corazón, mi mente, mi cuerpo y mi alma pertenecen a ti"

Me acerque a ella, la tome de las mejillas y le plante un beso sobre sus suaves labios.

Ella era la persona con la que quería compartir el resto de mi vida. Ella era mi vida.

Fin.

Amor oscuro y peligroso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora