Capituló (29)

2.4K 110 8
                                    

Capituló 29. Nuestro final.

Verónica Valdés.

Los pies me dolían, quite los tacones de estos y tome asiento en el pequeño mostrador. Trabajar de mesera era algo duro y mucho más cuando se trataba de caminar más de siete horas con tacones de aguja puestos. Incline mi cabeza sobre la pared fría, mientras cerraba los ojos.

"Vero" dijo Catalina, una compañera de trabajo.

Volteé a ella. "¿Si?"

"Tienes que ir a atender a una pareja que se encuentra en la mesa cinco, esa sería tu última cuenta por hoy" dijo mientras colocaba un lapicero sobre la moña de su cabello.

Rodé los ojos y asentí.

¿Acaso las personas no tenían otra cosa que hacer más que venir a una café a las nueve de la noche? Comenzaba a dudarlo.

Mi turno terminaba a las nueve y media de la noche pero no salía del café hasta las diez, ya que las personas que trabajamos en el turno de la noche teníamos la obligación de limpiar las mesas y ordenar el local. Absurdo.

Sebastián había insistido por mucho tiempo para que yo renunciara a mi trabajo pero siempre me había negado. No quería depender a alguien, no quería recibir ayuda de alguien para poder sobrevivir, lo había hecho hace tres años con una persona y no había terminado nada bien.

Tome la pequeña libreta de notas, volví a colocar mis tacones y acomodé mi camisa. Tome rumbo a la mesa cinco, en donde se encontraban dos mujeres, una peli-negra y una rubia, no podía identificar sus rostros debido a la luz. Recordé rápidamente a Randy y Grace.

Llegue hasta ellas. "Buenas noches" dije sonriendo ganándome la mirada de las dos mujeres. "¿Están listas para ordenar o necesitan más tiempo?"

Ambas asintieron. "Americana, ¿hum? ¿Verónica?" Dijo la mujer rubia mirando mi gafete que se encontraba justamente sobre la parte de mi pecho.

Sonreí. "¿Que parte de Estados Unidos eres?" Volví a preguntar la misma mujer.

"¿Como sabe que soy Americana? Podría ser canadiense" me encogí de hombros

Ella negó rápidamente. "Soy buena para los acentos, no eres británica, ni mucho menos australiana, pero tampoco eres canadiense. Estoy cien por ciento segura que perteneces a los Estados Unidos, pero estoy dudando, ¿Nueva York? ¿Miami? ¿New Jersey? No espera. ¿Columbia?"

La mujer se encontraba coqueteando conmigo, por mucho tiempo había olvidado que se sentía ser halagada por una mujer. "Los Ángeles"

Ella me guiño. "Lo sabía"

"Sobre todo" eche una carcajada. "¿Cual sería su orden?"

"Dame un capuchino y una tarta de fresa" dijo la rubia.

Dirigí mi mirada a su compañía. "Yo ordenaré un café negro sin azúcar y una dona de chocolate con mantequilla de maní"

Anote sus órdenes y salí del lugar para después entregarla al mostrador. Espere unos minutos mientras una chica nueva preparaba las órdenes, las coloqué en la charola y volví a llegar con ellas, esta vez para entregar el pedido.

"Gracias, linda" volvió a decir la rubia.

Asentí educadamente y volví a salir de ahí. No podía regresar el coqueteo hacia la mujer, yo era mujer comprometida quien iba contraer matrimonio en muy poco tiempo, no sería una infiel.

"Valdés" mi jefe me llamó, me acerque a él. "Te puedes ir" Dijo para después irse sin dejarme decir una palabra.

Me dirigí a los casilleros y tome mis cosas, eran tiempos de fríos así que tome un abrigo y lo coloqué sobre mi, no me cambiaría el uniforme del trabajo ya que sabía que Julián podría estar escondido en alguna parte de los casilleros para poder observar a las mujeres a la hora de cambiarse.

Amor oscuro y peligroso Where stories live. Discover now