Capitulo 1

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Para Harry Potter subir atropelladamente las escaleras no le daba la velocidad que creía necesaria para llegar a tiempo. "Mierda", alcanzó a maldecir, agarrándose del pasamanos con las manos terriblemente sudadas, y con ganas de tirarse al suelo en posición fetal y rodar de un lado a otro. Puta escalera interminable de mierda. Asestó un manotazo a la puerta y entró con rapidez al baño. Se bajó los pantalones en un tirón desesperado, y prácticamente se abalanzó sobre el asiento del inodoro. Estuvo a punto de lanzar alguna que otra palabrota, otra vez, pero su rostro se limitó a dibujar una mueca de satisfacción.

Embargado por esa placentera sensación que a uno le provoca ir al baño luego de treinta putos minutos aguantándose, estiró su mano derecha hacia un costado, tanteando en busca del papel higiénico, pero lo único que sintió fue un rollo de cartón en dónde debería estar el papel. Quiso imaginarse que aquello era mentira, que alguien había puesto cabello de unicornio en su desayuno y estaba terriblemente volado; pero el desviar la mirada hacia el rollo de cartón sin siquiera una pizca de papel higiénico confirmó sus temores. Cerró los ojos y apretó los labios, intentando descargar en ello su rabia.

Mierda. Joder. Mierda.

¡Era verdaderamente increíble que lo hubiera hecho otra vez! ¿Cuántas veces habían discutido por ello? ¿No se cansaba de jugar su estúpido jueguito? Debería rellenar su almohada de testículos de hipogrifo, cambiar su crema de afeitar por crema batida o algo por el estilo, y que se dejara de joder.

Pero la situación no iba terminar allí, no. De aquello podía asegurarse.

Su caminar era demasiado normal como para que alguien lo notase; no, ni siquiera él. Atravesó la cocina y llegó hasta el refrigerador, sacó una lata de jugo, la abrió con dos dedos y se la llevó a la boca. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás, su tragar era demasiado normal como para que él lo notase. El muchacho rubio que se encontraba a dos metros de él, leía el periódico, allí de pie, apoyando las manos sobre la mesa de la cocina, apenas se inmutó al oírlo pasar y tomar el jugo de la heladera (Y eso que Harry es de las personas que hacen ruidos irritantes cuando la comida o bebida apenas toca sus labios). Se limitó a desviar la vista hacia donde estaba el moreno durante dos segundos, unos dos segundos muy muy cortos, y siguió concentrado en su lectura.

El ojiverde volvió a depositar la lata de jugo en el refrigerador, y cerró la compuerta. Nada, ni siquiera parecía haber notado su presencia. El muy desgraciado estaba pretendiendo que no había hecho nada, que era tan inocente como un niño de cinco años. Eso lo sacaba de quicio. Lo sacaba tanto de quicio que le daban ganas de golpearlo en el rostro hasta verlo sangrar. O tal vez de follarlo contra la mesa de la cocina hasta que le rogara piedad.

—Acabo de salir del baño —anunció, y por primera vez Draco lo miró directamente y sin disimularlo. Tenía las cejas arqueadas y aquella odiosa mirada de "Me importa tanto como el lunar en el trasero de Dumbledore".

—De acuerdo, cuando salgas del clóset me avisas, ¿te parece?

Imbécil.

Volvió a voltear la vista hacia el periódico, y continuó leyendo como si nada hubiera pasado. Harry rodeó la mesa de la cocina hasta llegar al lado opuesto de donde se encontraba el blondo, y adoptó la misma posición que él, apoyando las manos sobre la mesa y dejando descansar su peso sobre sus brazos.

—Pensé que habíamos hecho un trato. Otra vez las cejas arqueadas.

Otra vez la odiosa mirada del lunar en el trasero de Dumbledore. Y sus ganas de golpearlo en el rostro (O follarlo contra la mesa) aumentaron.

—¿Un trato, dices?

Sí, un trato, grandísimo bastardo, como si no supieras de lo que estoy hablando.

Lo vio volver a rodar los ojos hacia el periódico, no sin antes mojar el dedo índice con la lengua y cambiar de página el periódico. En ese momento quiso arrancarle los ojos con un tenedor para que no volviera a hacer eso, eso de menospreciarlo con la mirada como si fuera un asqueroso insecto pegado en la planta de la zapatilla.

—El que lo terminaba tenía que cambiarlo. Ese era el trato.

—No he sido yo el que lo ha terminado—anunció, esta vez sin siquiera dignarse a levantar la vista de las letras impresas en aquel trozo de papel que, seguramente, era menos interesante que ver madurar una mandrágora.

—No hay un hada mágica que viene a terminarse el papel higiénico y luego no lo cambia, Draco.

Una sonora risita de suficiencia se escapó de entre los dientes del rubio, mientras volvía a mojar su índice para pasar la página del periódico. ¡Qué pedazo de imbécil! No le vendría mal que lo tumbara contra la pared y le metiera la lengua hasta el esófago para que dejara de lanzar esas risitas irritantes y parara de una puta vez de mojar su dedo con la lengua.

—Eres un arrogante inmaduro —sentenció el ojiverde, sintiendo la ira trepar por sus piernas.

—Oh, eso sí que me ha dolido.

Harry volvió a rodear la mesa de la cocina y apoyó su espalda contra el material frío de la puerta del refrigerador, mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.

El rollo de papel higiénicoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang