Capitulo 3

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Los movimientos del blondo eran tan jodidamente deliciosos que antes de que pudiera reaccionar, estaba en su interior, lo estaba y se movía a una velocidad alarmante, y su erección crecía y palpitaba de maneras que jamás había creído posibles, y era una sensación tan buena que estaba jadeando como un desgraciado.

Mierda. Joder. Mierda.

Oleadas de placer estallaban contra él, y en su mente no podía conciliar alguna idea cuerda, simplemente no cabían otros pensamientos que la estrechez de Draco cerrándose contra él, y de su mano derecha contra su miembro, y de la voz de Draco diciendo "Joder, sí" alternado con gemidos desesperados, y la nuca de Draco moviéndose al mismo ritmo que sus embestidas, y Draco. Y Draco. Y Draco.

Demasiado breve como para sentirse orgulloso, pero demasiado exquisito como para poder avergonzarse; se corrió en su interior, se corrió en una última estocada bestial, se corrió gritando "Draco" en el oído del rubio, se corrió y supo que él también lo estaba haciendo al sentir su mano húmeda y al notar las convulsiones que invadían su cuerpo, se corrieron al mismo tiempo y gritando de manera salvaje, se corrieron y es que la palabra "corrida" era demasiado acorde a la situación como para no aludirla.

Observó el papel del periódico terriblemente arrugado sobre la mesa, (Draco aún tenía las manos cerradas sobre el papel) mientras su respiración volvía a recuperar un ritmo normal, pero prefirió contar las gotas de sudor que resbalaban por la nuca del blondo.

—Entonces…—su voz aún sonaba agitada, pero no lo suficiente como para impedirle seguir hablando— ¿Piensas cambiar el rollo de papel higiénico ahora?

Con un movimiento brusco, demasiado brusco, el joven que tenía adelante se separó de él; provocando que la mano que aún se cerraba (pero de manera más relajada) sobre su entrepierna se soltara, y su propio miembro salió de su interior. Lo miró, pero aquella mirada no era la mirada de autosuficiencia que lo caracterizaba, ni tampoco tenía las cejas arqueadas, sino que era la mirada propia de quien acepta que perdió una batalla, perdió de manera humillante y de la peor manera, una mirada que a Harry le gustaba muchísimo más que la anterior, puesto que la veía tan pocas veces que era casi un premio por su trabajo.

—Joder. —lo oyó decir, y se subió los calzoncillos y los pantalones. Luego se encaminó hasta la escalera, y le dijo, antes de perderse escalones arriba —Te odio, imbécil obstinado.

Y Harry no pudo evitar sonreír. Es que no puede evitarlo, porque esa discusión se había librado mil veces antes, de la misma manera, y siempre acababa igual. Y siempre continuaba igual, como un círculo, sin comienzo ni final. Por eso se dibujaba en su rostro aquella sonrisa de ganador, de disfrutar el dulce sabor de la victoria. Porque tal vez, esa arrogancia, ese desdén, esa indiferencia, era lo que más le gustaba de Draco.







Esta historia no me pertenece y si la autora me pide que lo borre, lo haré sin la menor demora.
Es de la autora:  EricForman
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El rollo de papel higiénicoWhere stories live. Discover now