Wattpad Original
Te quedan 15 partes más de forma gratuita

Capítulo 6

7.8K 491 245
                                    

Después de una vida aparentemente tranquila había descubierto que uno no puede dar por hecho que pensar cada paso te dará control total del futuro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Después de una vida aparentemente tranquila había descubierto que uno no puede dar por hecho que pensar cada paso te dará control total del futuro. De hecho, existe la posibilidad que produzca el efecto contrario. Al final la vida es la única qué decide qué papel quiere verte interpretar.

No estaba seguro de cuál rol me tocaría, pero estaba claro que no sería uno que estuviera seco.

Había oído hablar del impacto de la lluvia en las historias, pero déjenme decirles que hay un buen porcentaje de exageración en aquellas fantasías. O tal vez solo se trató de un conjunto de elementos que no jugaron a mi favor en ese momento. Con decirles que en mi intento de llegar rápido casi me voy de cara, fue una suerte que mis pies se sostuvieran, y un milagro que Isabel lograra visualizarme y frenara junto antes de echarme las ruedas encima.

Cuando alcé el rostro para observarla visualicé su cara de horror, no sé si a causa de hacerme daño o por qué no sabía qué demonios estaba intentando. Y no la culpo, esto de hacerse el héroe no era precisamente para lo que había nacido.

Lo único que se me ocurrió hacer fue una seña apuntando al negocio. Isabel era lista, lo suficiente para entenderme, así que no esperó a darle más largas al asunto y me siguió al local. Dejó botada la bicicleta en el exterior y de un salto entró para resguardarse. Suspiró aliviada cuando comprobó que la tempestad ya no podía alcanzarla.

Sentí pena al verla abrazarse para entrar en calor. Si que el destino le había jugado en contra, que cayera tremenda tempestad en julio y además se viniera topando conmigo para darle una mano, eso sí que era mala suerte.

—Dios santo, no pronosticaron que el cielo se caería. —Eso fue lo primero que escuché de su parte esa tarde. Aún no lograba acostumbrarme al tono de voz, la seguía asociando con una alarma que me indicaba ser cuidadoso. Una que ignoraría porque no tenía remedio.

—Nunca lo hacen —reí por la manera en que me dio la razón, como si tratara de encontrar un argumento en contra y no lo hallara hasta encogerse de hombros—. Te traeré algo para que puedas secarte, no tardaré.

No le di tiempo de añadir algo, me apresuré a entrar al cuarto donde estaban mis tíos, que se encontraban tan ocupados frente al televisor que no me prestaron atención. Solían perderse cuando una telenovela empezaba. Tomé un par de toallas gruesas, de esas que vendíamos a los turistas despistados que no preparaban su equipaje y salí de nuevo con prisa para encontrarme con una Isabel estaba de pie en el mismo lugar donde la dejé como si sus pies estuvieran pegados al piso.

—No te preocupes por eso —comenté cuando le entregué la tela para que pudiera secarse. Estaba hecha un charco, su cabello que solía ser rizado ahora parecían fideos hervidos y la ropa se le pegaba al cuerpo como una capa de piel—, puedo trapear después.

Me pareció que no me escuchó porque estaba demasiado ocupada tratando de alejar las gotas que cubrían sus brazos.

—¿Cómo te quedaste varada? —me atreví a preguntar temiendo verme entrometido mientras yo también imitaba su ejemplo. El viento que se colaba por todos lados no era recibido con la misma amabilidad que a diario.

La chica de la bicicletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora