Capítulo 15: Enemigos

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Camino de un lado para otro por toda la sala de estar; pasando por encima del sofá una y otra vez. Hay algo que me he estado molestando desde hace varios días, pero no logro identificar qué. Solo sé que me desconcentra y me hace sentir extraño. Es simplemente frustrante no saber lo que me pasa, es tan desagradable como tener una estúpida canción dando vueltas en la cabeza. Maldita sea, esto me está sacando de quicio.
Subo por las paredes hasta llegar al techo, donde me quedo por un rato, tal vez si dejo que la sangre fluya a mi cabeza, pueda descifrar lo que me está pasando.

Pasan segundos, minutos, horas.

Mierda esto no está funcionando. Me desprendo del techo, girando en el aire y cayendo suavemente sobre el respaldo del sofá ¿Qué me está pasando? Me siento como un animal enjaulado por demasiado tiempo y que está a punto de perder la cordura. Tal vez he pasado demasiado tiempo entre mortales y el no matarlos me está alterando los nervios. Sí, puede que sea eso. Un dulce réquiem, eso es lo que necesito para sentirme mejor, una vez que despedace a alguien, volveré a la normalidad... pero... no puedo hacerlo, no mientras lleve esta mierda atada al cuello. Oprimo con fuerza el rosario de plata, a tal punto que mi mano sangra. Maldita sea. Este lugar me está matando lentamente y todo por culpa de Frederick, si no me hubiese enviado a este lugar, no tendría que pasar por esto. Demonios. Soy Castiel Rozen, un vampiro sangre pura. No debería de estar pasando por esta mierda. En todos mis siglos, jamás había pasado por una crisis como esta.

La rabia e impotencia se acumulan peligrosamente en cada una de mis células, a tal punto que siento que me están quemando. Luchando para poder liberarse. Maldita sea, ya no lo soporto.

Abro los ojos de golpe, lanzando todos los muebles contra los muros; destruyéndolos en fragmentos que vuelan por todas partes. Los cristales de la habitación se rompen estrepitosamente, creando una lluvia de vidrio. El candelabro se estremece de un lado a otro mientras los escombros giran a mí alrededor, impactando con todo lo que se les cruce. Pero en este momento todo me importa una mierda. La guerra que hay afuera no se compara con la que hay dentro de mí. Aprieto los puños y grito lo más fuerte que puedo, enfurecido por toda esta porquería que estoy sintiendo. El tiempo se detiene y todo queda suspendido en el aire, las luces parpadean haciendo un desagradable zumbido que solo me irrita aún más, pero aun así hago el esfuerzo para tranquilizarme y despejar mi mente de tanta basura que se ha acumulado en estos días. Observo con desprecio la pequeña cortada en la palma de mi mano, que comienza a sanarse sin dejar rastro de alguna herida. Me quedo pensativo por un rato. Mierda Castiel, eres patético ¿Qué es lo que estoy haciendo? Me reincorporo a la realidad al mismo tiempo que todos los escombros caen al piso. La nube de polvo que se levanta y me entrega el primer indicio del desastre que acabo de hacer, le echo un breve vistazo panorámico, los muebles destrozados, los cristales rotos, los muros y el techo agrietados y con pintura descascarada, el piso es un verdadero basurero; lo único que sobrevivió fue el sofá el donde estoy parado. A pesar del caos que hay, estoy seguro de que pudo haber sido peor, si no tuviese puesto este jodido rosario, lo más probable es que la casa completa se hubiese ido abajo y puede que parte de las otras casas también.

Suspiro desanimado. Mañana llamo a alguien para que arregle esto.

Subo a mi habitación que está en completa oscuridad, y por un instante se me ocurre encender la luz, pero al final termino por entrar a oscuras. Después de todo no necesito claridad para poder ver. Camino hacia el armario Quiero quitarme este estúpido uniforme. Al abrir la puerta las luces se encienden automáticamente. Demonios, y yo que quería quedarme en la penumbra. La ignoro y saco lo primero que encuentro: una camiseta granate mangas largas y jeans oscuros.
La música de mi teléfono celular comienza sonar y a vibrar como loco sobre la cama. Camino hacia él con el torso desnudo y los pantalones sin abrochar. Arrastro perezosamente los pies descalzos sobre la alfombra hasta que llego a donde está el aparato infernal. Miro la pantalla; es un número desconocido ¿Quién mierda podar ser?

Bloody FateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora