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2018

Aristóteles

Mis ojos se clavan en el techo buscando algo interesante, pero no hay nada. Solo una cosa. Soledad.
Esa maldita palabra que me a acompañado desde siempre, hasta que... hasta que llegó él.

Si tan sólo no hubiera sido un cobarde y hubiera afrontado está situación desde que me di cuenta de sus sentimientos hacia mí. Seguiríamos siendo amigos.

Sin duda lo que más me duele es que ni siquiera puedo echarle la culpa a nadie más, es sólo mía. Prometimos ser sinceros y yo no lo fui. Sigo tratando de engañarme diciendo que todo lo que hice fue por miedo a perderlo, pero en estos momentos no estoy seguro.

Podría ir y decir "Hola" o "Que onda"... pero el simple pensamiento de que me rechace me aterra, ¿siempre he sido así?. Mi mamá me vive diciendo que soy valiente y que siempre lucho por lo que quiero.

¿Porqué yo no me siento así? Soy un tonto, un idiota y si perdí su amistad es por mi egoísmo al no querer que se aleje de mi.

El timbre me devuelve a la realidad, sin embargo decido ignorarlo y seguir sumergido en mi miseria. Unos suaves toques en la puerta, seguidos de la dulce voz de mi madre me hacen dejar de mirar el techo.

—Aris, era Temo —la sola mención de su nombre me hace incorporarme rápidamente, haciendo que casi caiga de bruces al suelo.

—¿Qué te dijo? —mi voz sale demasiado aguda para mi gusto y muy cargada de ansiedad.

—Quería hablar contigo, te espera en el parque, dijo que sabrías donde encontrarlo —mi mente rápidamente vuela hacia la noche en que me confeso lo que sentía y se exactamente el lugar donde estará.

—La banca...— susurró y miró rápidamente a mi madre al percatarme que lo dije en voz alta.

Después de una exhaustiva plática con mi madre, me dispongo a correr a arreglarme, es la primera vez que hablo con Temo desde el accidente. Una punzada de disgusto al recordar todas las veces que lo he visto con Diego me hacen arrugar mi camiseta.

Me alejo de esas sensaciones y me concentro en tratar de pensar ¿qué es lo que me querrá decir?

Camino con las manos dentro de mis bolsillos hacia el punto de encuentro, para darme cuenta que él ya está ahí. Tan concentrado y distraído mirando la luna. La conocida y poco grata sensación de nervios me invaden y mis manos pican mientras me acerco.

Quiero decirle que aquí estoy, pero parece que no tengo control sobre mis cuerdas vocales.

—¿Crees que estoy haciendo lo correcto, mamá? —pregunta con la voz débil, está pensando en su mamá.

Las ganas de abrazarlo me invaden pero no me muevo solo lo observó con miedo, miedo a lo desconocido, miedo a lo que esté chico me hace sentir.

>>Te quedarás ahí de pié toda la noche, Aristóteles —doy un ligero brinco de sorpresa y de repente ya puedo hablar.

—No, no-no quiero que pienses que te-te estaba...

—Descuida no lo pienso —me regala una suave sonrisa y se la devuelvo con algo de nervios.

—Esta bien, para-para ¿qué me ci-citaste?— dije a la vez que me sentaba a su lado. Una distancia prudente nos separa, pero la necesidad de acercarme un poco más a el me descoloca.

—De acuerdo, escuchame hasta que termine de hablar, después ya hablaremos de tus dudas ¿si? —asiento aunque sus palabras lejos de tranquilizarme solo me inquietan más—. Aristóteles, tú fuiste mi salvavidas en un lugar nuevo, tú me ayudaste y me brindaste una amistad inigualable... —lo miró confundído pero decido no hablar para no interrumpirlo—. No es tu culpa que me haya enamorado de ti. En el corazón no se manda y no se exige y yo ya no puedo exigirle más al mío. Y hoy por fin después de todos estos días que hemos estado distanciados comprendí al fin que tengo que encontrar al verdadero Cuauhtémoc López...

ᴊᴜsᴛ ɢɪᴠᴇ ᴍᴇ ᴀ ʀᴇᴀsᴏɴ ✿ ᴀʀɪsᴛᴇᴍᴏWhere stories live. Discover now