16: No podrás ser feliz

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El cielo estaba hermosamente despejado, daba la impresión de que sería una mañana totalmente agradable. Se levantó a la misma hora de siempre y desayunó con sus compañeros, quienes cada día formaban una parte fundamental en su vida. Los minutos pasaban, y ya era hora de despertar a su rey, si bien estaba un poco molesto por todo lo que estaba ocurriendo últimamente, pero le dolía mucho ser testigo de cómo su amistad "especial" se iba deteriorando con el paso de los días. Eren adoraba a Armin de una forma indescriptible que no tenía nombre, quizá ciegamente, pero entonces no se había dado cuenta, y estaba dispuesto a hacer de todo con tal de verle sonreír, incluso si aquello significaba apoyar su ridículo capricho con el príncipe de Marley.

Abrió la puerta de la habitación cuidadosamente, y ahí estaba una vez más. Completamente dormido. Su rostro demostraba paz y tranquilidad, un semblante que ya no se le veía cuando estaba despierto. Ahora portaba esa mirada autoritaria que solía portar Judith Arlert... esa que tanto miedo le causaba.

Se acercó lentamente a su rostro, y cuando estuvo lo suficientemente cerca susurró:— Ya es hora de despertar.

El rubio se removió bajó las sábanas para luego comenzar a abrir sus ojos poco a poco, mientras se acostumbraba a la luz del día. Al poco rato se incorporó sobre la cama y observó por primera vez en el día el rostro de Eren. Si. Ese que siempre veía todas las mañanas sin falta alguna.

—Buenos días —murmuró el menor dedicándole una pequeña sonrisa, la cual el moreno veneraba día con día. Arlert le dedicó una mirada a la pintura que seguía ahí en su pared, sus ojos brillaban tanto que Eren por un momento pensó que le estaba hablando a la pintura. Y bien, si su amigo lo quería tanto y lo hacía feliz, él no podía quitarle eso.

—Usted...le gusta mucho ¿verdad? —preguntó en un hilo de voz. ¿De qué le servía molestarse? ¿No le había prometido a Armin que lo apoyaría en todo mientras eso le hiciera feliz? Él no tenía nada que opinar al respecto.

—Como no tienes idea —respondió el ojiazul; Eren suspiró.

—Está bien. El desayuno está servido, será mejor que se levante para que no lo coma frío —fue lo único que dijo antes de marcharse a sus labores. Definitivamente había tomado una buena decisión, pero, aún no entendía por qué se sentía tan mal al hacerlo.


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Luego de vestirse y estar totalmente arreglado salió al pasillo para caminar rumbo al comedor, cuando llegó al salón principal se encontró con Hannes, quién al verlo se encaminó rápidamente hacia su majestad— ¡Mi señor! Tenga usted muy buenos días —le saludó.

—Buenos días, Hannes. ¿Cómo vas con la misión?

—Muy bien, he hablado con Hange para que reúna a sus mejores hombres. También podría ser posible que usáramos las nuevas armas elaboradas por ella y sus subordinados. Usaremos nuestras mejores naves, podremos cruzar hasta la isla en un par de días —comentó el mayor con cierto orgullo. En su interior sabía que lo que estaba a punto de hacer era cruel, pero era su vida o la de estas personas que estaban destinadas a ser atacadas.

—Si tienes que usar a todos mis hombres, hazlo. Esto no puede salir mal, ya no hay retorno, lo sabes ¿no? —Hannes tragó profundo.

—Sí, mi señor.


───╯ °✧° ╰───

El calor corporal que emanaba de ambas había terminado por impregnar la habitación con un vapor que al tacto era exquisito. Los jadeos y murmullos eran lo único que se oía dentro del cuarto, en un acto puro de amor del cual solamente ellas habían sido testigos. Historia descansaba sobre el pecho de la más alta, disfrutando del olor a canela que era tan propio de Ymir, mezclado con el sudor y el olor a jabón de las sábanas limpias. En aquel momento Reiss sentía una profunda felicidad, como aquella que sientes cuando eso que habías deseado por tanto tiempo se hace realidad; como un sueño hecho realidad. Por fin -y después de tanto tiempo- podía sentirse libre, haciendo algo que le gustaba sin que nadie la juzgase o se lo prohibiese.

Flor Del Mal | EreminWhere stories live. Discover now