29: La verdad

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La puerta de entrada se abrió abruptamente dando un fuerte estruendo, Dina quien ya se encontraba en mejores condiciones, se levantó de la mesa con una mano en el corazón, Zeke a su lado se sorprendió al ver entrar a Eren en el lugar.

—¿Qué diablos te pasa? —preguntó molesto el hombre de la casa, ya que no era normal esa actitud en Eren, y para peor, el moreno lucía como si hubiese visto un fantasma.

—Debo irme, en este mismo momento, no debo perder más tiempo —rápidamente comenzó a buscar sus pocas pertenencias. Dina no lo podía creer, y es que la noticia le pegó como una fuerte cachetada en la cara, así, de repente.

—Eren... ¿hijo, de qué hablas? —interrogó acercándose a él.

El menor suspiró, levantó la cabeza y dejó lo que estaba haciendo. Tomó las manos de su madre entre las suyas y habló —Debo salvar a alguien muy preciado para mí que en este momento está en un desmesurado peligro —Dina guardó silencio, esperando que Eren continuara, aunque eso significara un fuerte dolor en su corazón—. Pasarán cosas grandes en estos días, cosas que cambiarán la historia de Erdia para siempre. Prometo que en cuanto termine con eso volveré aquí y ya no me iré más ni me meteré en más problemas —dijo refiriéndose a sus reuniones con los líderes de la revolución, su madre lo sabía, pero si hubiera sabido que aquello implicaría despedirse de su hijo una vez más, jamás le hubiera dejado participar en ello.

No podía soportar la pena, no quería recordar esos días en que estuvo lejos de su pequeño hijo, no quería repetir lo mismo una vez más.

—Eren, confío en ti —declaró con un hilo de voz—. Pero por favor, promete que te cuidarás, y que volverás a casa sin importar qué.

—Lo prometo, madre —luego de esas palabras abrazó a la mujer, estrechándola fuertemente entre sus brazos. Ambos se separaron luego de un par de minutos, y Eren tomó sus cosas para así marcharse.

Cuando cruzó la puerta Zeke se acercó a su madre e intentó consolarla, pero era inútil. En el fondo de su corazón, algo le decía que no volvería a ver nunca más a su pequeño hijo.


Era una mañana fría y húmeda, el cielo amenazaba con traer fuertes lluvias y vientos bárbaros, aun así, decidió asistir a su programado encuentro. Se despertó temprano y producto de su ansiedad y su extraña preocupación ya se encontraba esperando a los que lo acompañarían el día de hoy.

No fue una decisión fácil. Ya se había hecho una idea sobre qué trataba todo este movimiento, sin embargo, necesitaba investigarlo para corroborar que no estuviera equivocado en lo absoluto. No quería pensar que estaba cometiendo algún tipo de traición, él ya había renunciado a la corte, y desde su punto de vista no le debía lealtad alguna. A pesar de ello no había un solo segundo en que no pensara en Armin. Estaba muy decepcionado y su corazón permanecía igual de roto como aquel día.

—Demonios... —Suspiró sintiendo un apretón en el pecho. No podía darse el lujo de olvidarlo apenas en un par de días, pero tampoco le agradaba el vago sentimiento de desesperación que le provocaba el no verlo; el no saber nada sobre él. Sabía que, si debía obligarse a desechar el inmenso amor que aún sentía por él, lo haría. Y que, si la rebelión buscaba quitarle el poder a Armin, también participaría, pero no por venganza o alguna clase de resentimiento, sino porque sabía que ese maldito trono solo había oscurecido la vida de su querido mejor amigo; su preciado primer amor.

—Estás muy distraído, completamente absorto en tus pensamientos —dijo una voz socarrona a sus espaldas. Eren se volteó casi de golpe, encontrándose con el elegante joven Galliard y la misteriosa Kuchel... Kuchel. Ese nombre se le hacía muy familiar, pero no lograba hallar el por qué.

Flor Del Mal | EreminWhere stories live. Discover now