44: "Firma"

8.6K 1K 598
                                    



Se encontraba mirando el cromado piso, inmóvil desde hacía veinte minutos. En su mente solo incógnitas se dibujaban, tatuando en su mirada la penuria de dudar. ¿Qué era preferible? ¿Por qué su pulso debía temblar ante la elección de lo bueno o lo correcto? Había estado en aquel sanatorio de la zona sur por más de tres horas desde que había ingresado con ella en sus brazos, la conciencia le dolía y los nervios aún clamaban su presencia en cada fuerte palpitación, debía calmarse.

Para su desgracia, los vejestorios que allí atendían no le habían permitido corroborar cada procedimiento que le realizarían a su prometida. Estaba renegado a la espera, mientras que las quimeras furibundas atacaban su de por sí ya maltrecho corazón.

Cerro los ojos buscando consuelo en sus parpados y, quizás, una respuesta salvadora. Sabía muy bien lo que debía hacer y como tendría que administrar cada movimiento, pero aun así la realidad estaba dando batalla, nada de ello sería fácil.

—Oye, Santana— Aquella voz que se había convertido en un sinónimo de salvación había vuelto a aparecer. —Te traje un poco de café— Extendiéndole la sintética taza descartable, Lucas se sentó a su lado, encomendándose a también disfrutar de su propia bebida. —¿Te dijeron algo?—

No pudo responder, el silencio era una competencia que ahora demandaba. Sí quería retornar a la calma debía poder respirar sin miedo a existir.

—Augusto... ¿Estás bien?— Apoyando sus manos encima de sus rodillas mientras que el vapor del café perfumaba el ambiente, Lucas habló.

—Gracias...— Fue lo único que salió de la boca del joven doctor, su mirada aún seguía perdida en los mosaicos del piso, ya estaba listo para hablar.

—¿Gracias por qué, Augusto?— Cuestionó Lucas.

—Por todo... Por ayudarme en estas fechas apenas conociéndome, por estar conmigo y no juzgarnos. Me siento como una gran mierda, Lucas— Apenado, las palabras salían sin siquiera hacer eco debido a su casi inexistente registro. Volteó a mirarlo, solo para encontrar delante suyo a un rostro compasivo, bañado en la experiencia que tanto le faltaba.

—Augusto, no debes agradecerme nada— Prestándole su atención, el profesional mayor continuó hablando. —Por empezar; Mi navidad no fue muy buena, al estar embarazada mi chica no puede tomar alcohol ni hacer nada divertido, me acosté temprano. Para serte sincero cuando me llamaste pensé que me invitarías un trago— Intentando bromear, Lucas detuvo su palabrería al notar como su compañero seguía sumergido en su propio mundo de calamidades. —Pero a ti te fue peor. ¿Verdad?—Notando las manchas de sangre en su camisa y su nariz aún roja a causa de una contusión, concluyó.

—¿Por esto?— Augusto bajó su rostro hasta poder apuntar con sus ojos la manchada tela de su prenda. —Fue por hacerte caso, pero aprendí mí lección, no soy como tú... Hace unas semanas intenté algo con una chica, nada bueno pasó, pero anoche en pleno festejo llegó su marido gritando que me había acostado con su mujer y me llenó de golpes... Se enteró Vonnie, mi padre y mi madre...—

Fingiendo preocupación, Lucas contorsionó su rostro en una mueca digna de un cuadro impresionista, debía mostrar su compañerismo con dolores de cartón. —¿tú crees que ella lo hizo por eso?—

—Vonnie se tomó esas pastillas por mi culpa... Me siento la peor basura del mundo, Lucas. Lo último que me dijo fue que todo aquello había sido un accidente, pero sí te tengo que ser sincero, los accidentes no pasan dos veces—

Aquello realmente impresionó a Lucas, esa arpía ya había contemplado la muerte a causa de su propia mano. Conteniendo la risa con una expresión de plata, cuestionó. —¿Ya había intentado matarse?—

Perdóname, Amelia (BORRADOR)Where stories live. Discover now