19.

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Vic

Sus palabras hacen eco en mi mente, "ya es tarde para pedir eso, Victoria". Tomo aire cuando me acaricia la cara suavemente.

—¿Tienes miedo de mí, Victoria? —él ya sabe la respuesta.

—No. 

Y entonces yo también pongo una de mis manos en su rostro y nos aproximamos más.

—¡Vic, se está quemando! —Rafael llega corriendo a la cocina y apaga la estufa, destapa la camida humeante, al mismo tiempo que Joel y yo nos separamos de golpe.

Con la cara roja, reviso si ya toda la cena está arruinada, en realidad está todo bien, empiezo a creer que Rafa ha estado cerca todo este tiempo y no podía seguir presenciando mi momento con Joel. Nadie dice nada y Joel finge estar muy entretenido cortando el pan.

En la cena se habla de todo menos de las carreras, me da un respiro para relajarme un momento, Rafa le cuenta cosas sobre lo que hacíamos de niños, lo que le gusta de la escuela y lo bueno que era Julián cuando aún no se volvía un imbécil.

Joel le habla de los caballos que tenía el señor Lebrón, y lo pesado que era a veces el trabajo.

No puedo evitar sonreír discretamente cada que Joel me mira, aunque fuera por un milisegundo para reírse conmigo o simplemente observarme, el tiempo se me pasa más rápido de lo que hubiera querido.

Agradece la cena y se ofrece a ayudarme a lavar los platos, aunque eso signifique pasar más tiempo con él esta noche, no quiero que tenga problemas por llegar tarde.

Así que lo acompaño a la entrada, afuera lo espera una paciente yegua parda que parece llevarse bien con él, no tanto como la conexión que tiene con Orkan, pero es obediente a sus órdenes.

—Nos vemos mañana. Esta vez sí trae a Fedra.

—Claro que sí. —y me despido agitando mi mano. 

Lo observo desaparecer a lo lejos y suelto un suspiro. Cuando me giro para ver a mi hermano, descubro que me hace burla con la mirada.

—Cállate. —digo sonrojada.

—Yo no dije nada.

*****

Joel

Me siento feliz.

Hacía mucho que no me sentía así de feliz, Bella corre con todas sus fuerzas y yo suelto una risa casi histérica.

Bajo el paso cuando me aproximo a la casa Lebrón.

En silencio, le quito la silla y las riendas y la acomodo en su lugar para que duerma, verifico a cada uno de los caballos, Orkan duerme en el lugar de Tormenta en lo que ella se recupera de sus lesiones. 

Suspiro y salgo con cautela, entro a mi cuarto, me pongo ropa más cómoda y me meto a la cama. Me acomodo sobre mi costado y me duermo con una sonrisa con el simple recuerdo de Victoria.

Mi Victoria.

Suelto un suspiro y caigo dormido.


Pero a veces, la felicidad es efímera. Tal vez demasiado.

...

Me despierto en medio de la noche, soñoliento, me remuevo un poco para seguir durmiendo.

Entonces un quejido inhumano me retumba en los oídos, es tan desgarrador que me pone los pelos de punta, y justo después, escucho relinchos asustados y desesperados.

Riendas » joel pimentel || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora