EUFORIA

Y al final...

No tenía la seguridad de si era un sueño, lo parecía, mucho. Sólo se inclinó hacia adelante y tocó mis labios contra los suyos y tan pronto lo sentí yo empujé mi cuerpo hacía adelante. Creo que ni siquiera me gustaba, es decir, no es que fuera feo, pero los dos sabíamos que estábamos fuera del alcance del otro.

Naim siempre estuvo fuera de los limites en mis relaciones, no es que no pudiéramos tener algo, yo era chico gay y él trans, pero eso no era el límite real. Nuestro limite, creo que siempre fueron las barreras de la amistad. Ya hacía más de cuatro años que nos conocíamos, todo fue gracias a Luisa, quien me llevó casi a rastras al grupo de apoyo LGBT de la escuela, con el único fin de llenar sus actividades extraclase.

El grupo no era la gran cosa: juntas de apoyo, repartir volantes y asistir a eventos, así que siempre me sentí raro. Yo sabía de la existencia de Naim desde antes, tuvimos algunas clases juntos en los primeros semestres, pero en realidad jamás hablamos. No creí que fuera alguien que me interesara.

Cuando Luisa decidió darle más peso a su noviazgo dejó el grupo, así que tuve que acercarme a él para no sentirme solo. Pude haberme salido del grupo, pero la verdad había algo que me hacía sentir bien ahí. Supongo que quería compartir con alguien más toda esa euforia y ahora no estaba mi mejor amiga para ser ese alguien.

Descubrimos que teníamos más en común de lo que pensábamos. Nos encantaba la misma música y las mismas series, así que además de las clases y el grupo, encontramos un pretexto bastante grande para pasar juntos el tiempo.

Nos volvimos amigos incondicionales. Naim tuvo que lidiar con su cambio y todo el sufrimiento que llevaba: dolor, depresión y mucho drama. Al mismo tiempo él tuvo que soportar mis relaciones toxicas y las que no lo eran tanto. Por lo que, después de un rato, se podría decir que ya éramos los mejores amigos.

Así que nunca nos pasó por la mente ser más que ello. Quizá nunca, hasta esa noche.

Llegué a su casa muy temprano, porque aquel día se estrenaba la nueva temporada de Arcos, nuestra serie favorita del momento, así que nuestro plan eran las palomitas y pasar frente a una pantalla casi siete horas seguidas. Cuando el tiempo avanzó, después de mucha comida chatarra, risas estúpidas y discusiones acerca de las decisiones de los personajes, la noche llegó.

Ya estábamos a dos capítulos de terminar y de verdad no sentíamos el cansancio, pero el penúltimo capítulo se estaba poniendo tedioso, no pasaba nada que nos ayudara a resolver cómo terminaría la temporada y ya llevábamos varios minutos sin decir nada, estábamos atentos a la próxima jugada de los guionistas, fue entonces cuando Naim me volteó a ver, creo que por reflejo hice lo mismo, nos sonreímos y entonces me beso.

El beso terminó tan rápido como empezó, pero yo sentí la eternidad en él, tanto que me costó recobrar la cordura después de eso. Naím sólo se limitó a regresar la mirada a la pantalla, por mi parte hice exactamente lo mismo, sin embargo ahora tenía un poco de confusión.

La incomodidad inundó mi mente y, supongo, también la suya, no dijimos nada sino hasta el momento gracioso más cercano. Podría decir que aquellas risas rompieron el silencio, pero no la tensión, ¿qué pasaba? ¿Qué había sido aquello? ¿Era real? ¿No estaba soñando? Y si no estaba soñando no entendía por qué había pasado.

La temporada terminó con dos personajes principales muertos y varios asuntos sin resolver, pero sinceramente todo había sido muy predecible. No sé si sería eso o por lo del beso, pero no se me antojó discutir más del tema, ni a Naim. Salí tan pronto pude de aquel departamento, tenía que tomar un poco aire puro y pensar.

Cuando llegué a casa sólo me recosté sin quitarme la ropa. No tenía ganas de nada, no quería pensar, pero pensaba. Intenté abrir Spotify un par de veces, pero sólo me recomendaba canciones que me recordaban el beso. Todo me recordaba al beso.