Capítulo XXIX

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Enroques

Nino agarraba la bandeja del comedor estudiantil, y miró donde ubicarse. La mesa que había hecho suya desde su llegada a la universidad, lugar donde iba a estar su centro de poder, donde podía ser visto y ver a todos, ya había dejado de ser suya. Tras la pelea con el maricón pornográfico y su suspensión hacía dos semanas simplemente la había terminado de perder, un grupo de locas la había agarrado para sí, y cuando la intentó ocupar para que se fueran, estas trajeron refuerzos sentándose en todos los espacios y no le dejaron lugar alguno.

Santiago había finalmente renunciado a la universidad. Su padre lo puso contra la espada y la pared; ambos se despidieron con un abrazo, uno muy fuerte. Nino sintió que era una despedida muy, pero muy larga, quizás un para siempre; reconoce que lloró al verlo partir. El apartamento que compartía con sus amigos de toda su vida finalmente estaba solo. Él no podría con los gastos, y ya estaba buscando espacio en alguna residencia estudiantil; pero aún no podía imaginarse compartiendo el cuarto con quien sabe cuantos anormales desconocidos.

El maricón había vuelto, al menos a las clases; pero a Lucas no lo había vuelto a ver desde aquella tarde en frente de la casa del maricón. Lo buscó en la residencia donde se había mudado, quería hablar con algún amigo tras la salida de Santiago, convencerlo de que volvieran; pero sólo supo que ya no vivía ahí.

Supuso dos posibilidades, la primera que como Santiago, no iba a volver y regresado a su casa entre las piernas, obligado a buscar un trabajo a medio tiempo, seguramente en alguna venta de comida rápida, o similar. Lo segundo era que tras haber hecho eso del porno, su padre lo boto realmente y ahora vagaba por las calles prostituyéndose como un taxiboy. Esto último se lo imaginaba y no sabía si alegrarse o entristecerse, posiblemente más lo segundo; eso había ocurrido por su culpa; pero su rabia interior prevalecía deseando lo primero e imaginándose que él algún día pasando en un carro de lujo lo ve en la acera, lo llama para pagarle una noche y romperle el culo como se debe.

«Por Dios que estaba mal», reflexionaba ante esas ideas algunas veces.

Miró las mesas dispersas en el lugar, tratando de encontrar un lugar; no se sentía bien con ninguna. No era nadie sin sus amigos, tenía que reconocerlo. Fijó su mirada en el maricón, estaba en una esquina, alguien comía con él, un pelado con pinta de nazi. Se acercó, sintió que era lo apropiado, aunque temía terminar como la última vez y suspendido por caerle a golpes nuevamente al chico rubio. Pero esta segunda vez se aseguraría de matarlo, al menos ir preso por homicidio prevalecería como noticia sobre el hecho del chantaje de cargar en la red el vídeo de la violación que él y sus ex-amigos le habían dado a Adrián.

—¡Hola!, —dijo. —¿Puedo sentarme contigo..., y tu amigo? —Adrián miró a Nino con la bandeja en la mano. Se acomodó un poco dando espacio al chico para que pudiera poner su bandeja y sentarse con ellos en aquella pequeña mesa adosada a la pared del recinto. «Bueno al menos esta vez no se largo, dejándome como un idiota». Nino se sentó a su lado y miró su bandeja de comida. —Gracias, —terminó de decir y empezaron todos a comer en silencio.

***

Lucas al frente de su ex-amigo sonrió para sí. Nino no lo reconoció sin aquella melena leonina que acostumbraba llevar y el tono de piel más oscuro que todavía conservaba; había al final optado por afeitarse la cabeza, no soportaba el color negro en los restos de su cabellera trasquilada, y por un tiempo decidió seguir el estilo de los cabezas rapadas, se veía más hombre y menos muchacho. Tampoco es que Nino miró mucho arriba, se limitaba a comer y mirar su plato de comida, tratando de no alterar más el espacio.

Su padre no le había llamado, ni nada, desde que él le informó por teléfono cual era la solución y el trato alcanzado con el padre de Adrián para impedir la salida del vídeo comprometedor. No tuvo respuesta de su padre en todo este tiempo. Tampoco ingresos nuevos en su cuenta personal. Supuso la decisión de su progenitor y él no iba a rebatirla. El pago por aquella actuación donde una cuadrilla de negros literalmente lo abrió en canal había sido generoso; le daba para pagar el semestre y mantenerse sin problemas ese tiempo; y si era necesario volvería a hacerlo, no sería el primero, y definitivamente el ultimo en hacer algo así para pagarse los estudios; pero de todas formas iba a buscar un trabajo de medio tiempo; era tiempo de velar por si mismo.

Obligado - Serie: Étoile Producciones - 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora