Capítulo Extra III: Ideales cruzados (III)

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La lluvia caía como un telón reiterativo sobre la plaza de los héroes. Los bustos de los próceres locales observaban con impavidez pétrea lo que acontecía a su alrededor. Era el escenario de la conclusión de una lucha.

Un coche había volcado, desparramando astillas y ballestas a su alrededor. Gallops y Clay yacían lastimados entre los monolitos de los héroes.

De pie en medio de la plaza, Juxte sostenía a Eva en sus brazos. Una herida profunda le atravesaba el abdomen y sus ojos iban perdiendo brillo poco a poco. Con sus últimas fuerzas levantó una mano y devolvió la reliquia azul a su portador.

—Ahora es tu turno... —le dijo ella.

Aquel era el desenlace trágico de un plan que habían elaborado entre los dos.

Cuando Juxte se decidió a colaborar con la capitana y su tropa, lo primero que hizo fue revelarles el modo de funcionamiento de la lágrima de Cecilia, la cual había encontrado en su viaje de entrenamiento en el imperio nórdico de Laconte. Eva se mostró muy entusiasmada al darse cuenta de que podrían sacar mucho provecho a esa herramienta sagrada para así emboscar a sus enemigos.

La oportunidad de ponerse a prueba no se hizo esperar.

Un informante anónimo les pasó el dato de que la Liga de Insurrección planeaba asaltar un cargamento de ballestas que venía en camino hacia la capital.

Y en efecto, eso fue lo que ocurrió.

Los coches que transportaban las armas estaban a pocos kilómetros de arribar a ciudad Aratel cuando su marcha se vio interrumpida por varios árboles caídos. Parados encima de los troncos, con capuchas y trapos cubriéndoles los rostros, Gallops y otros miembros de la Liga detuvieron la caravana.

Mientras el robo tenía lugar, Blew y el resto de los Herederos aguardaban ocultos entre los arbustos de la zona.

«¿Qué está pasando aquí?», se preguntó el portador de la máscara de caracol.

Él mismo se había ocupado de hacerles llegar el rumor del asalto. ¿Por qué las huestes del palacio no aparecían para detenerlo?

La situación era demasiado sospechosa. Blew movía los ojos en todas las direcciones tratando de entender lo que estaba sucediendo.

Gallops y sus aliados terminaron de amordazar a los conductores de los carros, montaron sobre los vehículos secuestrados y partieron con todo el cargamento.

Recién entonces Blew comprendió lo que estaba ocurriendo.

—¡Las cajas! —exclamó al mismo tiempo que salía de su escondite. —¡Esos miserables van ocultos en las cajas de los coches!

Si sus sospechas eran ciertas, los soldados del rey estaban yendo directo hacia el cuartel general de la Liga. Si Gallops y Clay eran capturados, sus chances de recuperar la lágrima de Cecilia se habrían esfumado. Todo un año de esfuerzos desperdiciado por subestimar a sus adversarios.

Hizo un gesto y ordenó a sus hombres reunirse con él en el sitio donde los cocheros habían sido amordazados.

—¡Tenemos que alcanzarlos! —bramó desesperado—. ¡Si no los detenemos, es el fin de la maldita revolución!

Los asesinos se pusieron a debatir para encontrar la forma más conveniente de llegar a la capital. Ninguno de ellos notó que uno de los conductores se había liberado de sus ataduras con la ayuda de una reliquia de brillo azulado.

—¡Fuerza Espiral Azul!

Tres espirales giratorias salieron disparadas y derribaron a tres de los enmascarados.

Etérrano II: El Hijo de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora