Capítulo III: Palabras que sanan almas

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Araulee

Me llevé a la boca el tenedor repleto de espaguetis y suspiré de placer mientras masticaba. Sentí que mis papilas gustativas estaban tocando el cielo en ese momento.

—Oh, Dios —dije tapándome la boca—. Oh, Dios, oh Dios mío.

—Esto está exquisito —dijo en cambio Presley y levanté mi pulgar sin poder decir nada más.

La mamá de Maggie rió encantada.

—Me alegro de que les gustara, chicas —dijo ella moviéndose por la mesa del comedor—. La receta es de mi abuela. Ella sí que sabía hacer magia hasta con una zanahoria y unos cuantos condimentos.

—Casi nunca estoy de acuerdo con mi madre —intervino Maggie—, pero ésta vez tengo que darle la razón. La mejor pasta de bocaditos cubana la hacía mi abuela.

Yaneth la golpeó en broma con el pañuelo de cocina y sonrió con aire melancólico. Presley y yo reímos viendo ese intercambio.

—Es así —asintió y nos miró—. Agradezco que estén aquí con mi hija, me han caído de maravilla y espero que la pasen muy bien estos días.

—¿Ya se va? —preguntó Pres levantándose de su lugar. Yo hice lo propio cuando Yaneth afirmó.

—Sí, sé que Magg no me quiere mucho tiempo aquí —Miró a su hija y ésta parpadeó con aire inocente—. Sólo les voy a pedir que se porten bien. Nada de chicos aquí.

Maggie ahogó una exclamación.

—¡Mamá! —gritó escondiendo una sonrisa—. ¡Somos chicas buenas!

Yaneth se colgó la cartera al hombro arqueando las cejas.

—Claro que sí —dijo acercándose a la puerta—. Hablaremos luego, chicas. Chao.

Repetimos el chao en español y entonces quedamos solas.

—Muy bien, es momento de planear nuestro disco-tour —habló Magg sentándose de nuevo en el comedor. Sacó su teléfono y abrió varias páginas de internet.

—¿Disco-tour? ¿Es en serio? —inquirió Pres tomando asiento a su lado y echando una mirada a la pantalla.

—El mejor que tendrán en sus vidas —aseveró Magg mientras yo me situaba frente a ellas—. Cuando estaba en la escuela secundaria tenía un grupito bastante... fiestero. Así que descubrir casi todos los lugares a los que es recomendable —o no— ir.

—¿Usabas identificación falsa? —pregunté negando con la cabeza. Estaba casi segura de la respuesta.

—Por supuesto —respondió—. No saben lo que pueden hacer una identificación falsa y una sonrisa coqueta en los guardianes gruñones.

—Ay, Magg —Se quejó Pres mirándola a la cara—. La verdad no me quiero meter en problemas. Quiero que esto sean planes tranquilos, por favor.

Magg bajó el celular para mirarla también.

—Son mis amigas, claro que no las voy a liar con algo —aseguró ésta vez mirándonos a ambas—. Sólo quiero que nos divirtamos. Si nos quedáramos aquí viendo películas, no tendría chiste, pues eso es lo que hacemos en nuestra salita en Nueva Jersey, ¿o no?

—Sí —respondí automáticamente—, pero hay que tomar en cuenta que Presley no está acostumbrada a eso, así que vayamos de espacio. Ahora, ¿cuál es el plan?

Maggie retomó su entusiasmo, pero me dije que más tarde tendría que hablar con Pres.

(...)

La casa donde la familia Rodríguez-García pasaba sus vacaciones era bastante amplia. Constaba de tres habitaciones espaciosas y dos baños. Por supuesto la habitación que poseía baño propio le pertenecía a Magg, pero no tenía problema con eso, sabía que el espacio iba a ser un desastre de lociones corporales y maquillaje durante esos días.

En nuestro apartamento las tres compartíamos habitación, pues era un cuarto lo suficientemente grande como para albergar las tres camas, un armario y un escritorio; así que tener un cuarto para mí sola se sentía extraño.

Bajé la maleta vacía al suelo y continué sacando prendas de la única mochila que había traído. Noté que la mayoría de las cosas eran livianas, como shorts, camisetas, vestidos, faldas, pero ahora que la noche se acercaba, estaba bastante fresco y como que me arrepentí de no haber empacado ni una sola chaqueta. En pleno debate conmigo misma, Pres asomó la cabeza por la puerta.

—¿Puedo pasar? —preguntó con una pequeña sonrisa.

Le hice una seña para indicarle que sí. Era un buen momento para comentar lo que había sucedido en el comedor. Sin embargo, ella se sentó en la cama en silencio mientras me veía doblar y desdoblar ropa.

—¿Pasa algo? —inquirí sacudiendo un vestido para quitarle una arruga molesta—. Y no te atrevas a decir que no, suéltalo de una vez.

Ella levantó las comisuras de su boca.

—A veces me pregunto hasta qué puntos nos conoces —dijo. Tomó una de mis camisetas y la dobló de una manera que me recordó a mi madre, tomándola por las mangas y apoyando el resto de la tela en su abdomen.

—Como si las hubiese parido —añadí—. Ahora dime qué sucede.

—Nada en especial —dijo—. Es sólo que...

Se mordió el labio y la insté a que continuara hablando. Me estaba empezando a preocupar de verdad.

—Es sólo que a veces me gustaría ser un poco como ustedes —dijo finalmente—. No entiendo cómo es que soy su amiga.

La miré a los ojos. Se veía vulnerable.

—No digas eso —Le tomé las manos, sus dedos estaban fríos—. Eres una chica genial, Presley.

Una lágrima rodó por su mejilla y me rompió el corazón.

—¿Sabías que él no pensaba lo mismo? —confesó con voz rota—. Me decía siempre lo sosa que era. Yo no lo tomaba en serio porque creí que no lo creía de verdad, pero Stefanie, la chica con la que me engañó, es exactamente una mezcla de Magg y tú. Así que definitivamente soy yo la del problema.

Era la primera vez que ella decía aquello y se notaba a viva voz lo mucho que le afectaba.

—¿Sabes cuál es el problema de las chicas inseguras? Que muchas veces se quedan en ese tipo de relaciones sólo por miedo a estar solas —declaré apretándole los dedos, ella me miró con atención—, pero tú sacaste coraje suficiente para decir no más y rompiste esa relación. Eso dice mucho de lo valiente que eres. Eres genial, Pres, él no te merecía. Tan simple como eso.

Ella esnifó hasta poder sonreír de verdad.

—Eso es porque tengo una amiga genial —dijo y se acercó lo suficiente como para abrazarme. No me importó que estuviera aplastando la ropa que acababa de doblar—. Muchas gracias, Araulee.

—De nada, ahora ve a prepararte antes de que a Magg le dé un infarto —indiqué provocando su risa, que al final me contagió.


Hasta verte otra vez [Joel Pimentel] #HDA2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora