Capítulo XVIII: Creer es un arma de doble filo

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Araulee

Creo que pude haber vomitado de los nervios mientras escuchaba el agua correr en el baño de la habitación.

Dicha habitación que, además, consistía en tres paredes de concreto y una de cristal en forma de ventanal que iba del piso al techo desde donde podía ver las piscinas del hotel. La cama estaba situada en medio del lugar, frente a un televisor y una mesa de planchar contraída para que abarcara el menor espacio posible y un armario moderadamente grande.

Me había dado una ducha antes y ahora estaba recostada en la cama tratando de evitar a toda costa la sombra que se proyectaba sobre la pared proveniente de ahí. El dulce tarareo que hacía Joel era otro problema.

Cuando la llave se cerró y supe que él saldría, cerré los ojos como una estúpida.

—Tengo que estar abajo a las seis, ¿crees que... —Se interrumpió un momento—. ¡Ara! Deja de fingir que estás dormida.

—¡Déjame dormir! —rebatí. Sin embargo, abrí un ojo y pude notar que estaba completamente vestido y que se sacudía sus rulos húmedos contra la toalla—. Bonito pijama. ¿Cuánto crees que me darían tus fans por una foto tuya en esas fachas?

—Si hablas de dinero no creo que sea mucho —respondió como si de verdad lo estuviera pensando—. Creo que de hecho la respuesta de su parte sería... ¡cortarte la cabeza!

Fingió una mueca de terror y me carcajee, a pesar de que ese era un tema que me preocupaba lo suficiente.

Él dejó la toalla tendida sobre un pequeño mueble y se recostó a mi lado después de apagar todas las luces excepto las lámparas situadas a cada lado de la cama. Me apoyé en mi costado para verlo de perfil.

—¿Sabías que Lucia está enamorada de ti? —susurré.

—No lo está, son ideas tuyas. —refutó con los ojos cerrados.

—¿Qué pasa si te digo que ella misma lo confesó?

—¿Lo hizo?

—No.

Pasaron unos cuantos minutos en los que juré que dormía, pero su voz se escuchó en un murmullo:

—Sé que discutieron.

—¿Te lo dijo? —pregunté con indiferencia.

—No —imitó el tono que yo usé antes—. Solo lo sé. Me gustaría que tú también supieras que no tienes que preocuparte por nada. ¿Estás al tanto de eso?

No esperó mi respuesta, cayó en un sueño profundo. Apagué las lámparas y su figura quedó iluminada solo por la sombra que entraba desde el ventanal.

Dudosa, levanté mi mano y con la punta de mis dedos rocé su frente con extremo cuidado de no despertarlo, luego pasé a su nariz recta y los pómulos marcados. Continué mi exploración a través de sus labios con las proporciones exactas, su mandíbula marcada y finalmente dejé descansar mi palma sobre su corazón que latía con parsimonia.

Sonreí en la penumbra sin poder creer que la situación fuera real.

(...)

Cuando me desperté Joel ya no estaba a mi lado. Toqué el espacio vacío y estaba frío, de manera que asumí que se había ido hace bastante tiempo.

Me pregunté que haría en todo ese tiempo, quizá ver televisión, bajar a desayunar o navegar en internet, pero cuando me levanté descubrí que había un itinerario colocado en espejo del baño. Le eché una ojeada mientras cepillaba mis dientes y me detuve en un punto en específico: ir a probarme un vestido en la dirección ahí señalada.

Hasta verte otra vez [Joel Pimentel] #HDA2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora