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Te toca y te enciende en fuego. Tu muñeca arde donde sus dedos se encuentran con tu piel. Las quemaduras no se manifiestan, pero es difícil respirar con cenizas en tus pulmones, es tan difícil respirar que te asfixias a diario.❞

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Era un día común de verano, y el clima en la academia Shinzen era de lo más agradable, sobretodo en aquellos momentos donde todos los equipos compartían un rato de descanso mientras comían fruta fresca. Pero entonces, ¿Por qué se sentía tan caliente? Se estaba quemando vivo.

Era inusual. No había nada que tuviera que provocarle semejante sensación, parecía que estaba cerca de la estufa y no tenía sentido. Lo único que Bokuto estaba haciendo era tomarle la muñeca para que le prestara atención, pero era difícil prestarle atención si lo único que podía sentir era como el fuego incineraba sus tejidos con intensidad, estaba quemando sus venas, ardía en su sangre.

Pero al mirar ahí, no había nada. Solo la mano de Bokuto rodeando su extremidad casi sin aplicar fuerza. Dónde se suponía había un fuego abrasador, solamente estaba la palma y dedos del capitán de Fukurōdani, pero estaba seguro que hormigueaba donde Bokuto tocaba. ¿Siempre había sido así?

Que jodidamente extraño.

—¡Kurō!

Sin poder evitarlo tuvo un sobresalto, y casi se ahoga al respirar, tanto así, que Kōtarō tuvo que darle un par de palmadas en la espalda, y ahí estaba otra vez. Era como si una llamarada hubiera empujado su espalda, haciendo hervir su piel y fundiendo su playera con ella. Tantas sensaciones de pronto lo estaban abrumando.

Se sentía en un incendio, respirando el humo del desastre sin poder parar, intoxicándose con él, en peligro de muerte.

Pero el sol estaba resplandeciente, las cigarras le cantaban a la madre naturaleza, el cielo estaba pintado de azul y el aire soplaba como una suave caricia. Había tanta paz.

¿Entonces por qué todo parecía tan sofocante? Estaba sudando.

La voz ajena volvió a sacarlo de su ensimismamiento, y esta vez, pudo al menos mirarlo con propiedad—, oye bro, no quería asustarte, ¿estás bien? ¡Te estabas ahogando con tu propia baba!

Tetsurō le dio un leve empujón, chasqueando la lengua—, cállate, todo fue culpa tuya.

—¡Pero es que no me hacías caso!

Kurō volvió a tronar la lengua, restándole importancia a su repentino ataque de demencia. Fuego, que estúpido. Seguramente estaba pasando por un golpe de calor luego de practicar sin parar. Y de todas formas estaba aferrado a que todo había sido culpa de Kōtarō por tener la piel tan caliente... por muy extraño que sonara eso.

Aunque más extraño era, que esa no fue la única vez que le pasó. Tocar a Bokuto y ser tocado por él se volvió un electrizante enigma, el hormigueo era adictivo. Le gustaba tocar al sol.

Y cada vez sus pretextos para hacerlo eran más estúpidos, ilógicos. Su deseo de seguir experimentando esa sensación era más grande.

Más peligrosa.

uno por cuatro dividido en seis. // kurōboku.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz