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Él te amaba también.❞

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Realmente le gustaba la manera en que había logrado sonrojar a Kōtarō.

El problema era que no estaba obteniendo nada de su parte, y su pecho crujía en pedazos a cada segundo que corría.

Tomando otro respiro, logrando impregnarse más con ese aroma dulce que había descubierto que le encantaba también, continuo—. No sé cómo pasó, pero ahora no puedo hacer nada para detenerlo y no puedo guardarlo para mí, no después de tanto tiempo.

Se acercó más al estático rostro de Bokuto y buscó susurrar cerca de su oreja, aunque una alerta en su cabeza le gritaba que estaba siendo demasiado atrevido. ¿estaba bien decirle todo eso? ¿estaba bien tenerlo en la cabeza todo el tiempo? Le gustaba, lo quería, pero Kurō sabía que era algo delicado ¿lo era?—. Estoy muy enamorado de ti.

La primera reacción que logró tener del capitán de Fukurōdani fue un brinco y un sonido inentendible. Casi parecía que quería huir rápido del lugar.

Respiró como pudo. Ahí Kurō sintió que el miedo volvía a él con más fuerza, temeroso de escuchar una negativa y verse obligado a perder a su sol. Porque sentía que, aunque lo intentara, no podría manejar un rechazo y luego fingir que todo estaba bien, no cuando eso significaba que la luz de Bokuto sería para alguien más y Kurō tendría que resignarse con solo ver desde fuera, en la fría oscuridad, justo cuando esa energía se había vuelto vital para él, llegado un punto donde ya no era capaz de entender como los demás podían vivir sin ese ángel en sus vidas. ¿Por qué de entre todas las personas, tuvo que haberse enamorado del mismo sol? Ese que muchos quieren, que muchos aprecian, pero que quema cuando te acercas demasiado.

Tetsurō se estaba quemando.

Cuando Kurō hizo el ademán de alejarse, Bokuto le tomó del brazo, con los labios formando una sola línea de lo apretados que estaban y las mejillas ardiendo de color rojo. A pesar del temor, el pelinegro sabía que estaba presenciando la vista más adorable del universo, ¿Cuántos habían tenido la oportunidad de ver en ese estado a Bokuto Kōtarō?

No quería compartir esa vista.

Tetsurō pudo sentir como la mano de Bokuto subía sutilmente por su brazo, arriba, arriba, por su hombro y más arriba, como si tuviera intenciones de abrazarle por el cuello en vez de empujarlo lejos. Un puchero infantil después, y el capitán de Nekoma se estaba derritiendo al verlo—, espero no estés jugando conmigo, Kurō.

Esa no era la respuesta que esperaba, pero lo hacía sentir mucho mejor. Hasta se permitió sonreír, altanero.

—Búho idiota.

—¡Oye, no me digas que me quieres si luego me vas a insultar! —las quejas de Bokuto murieron junto con su capacidad de pensar cuando Kurō rompió la poca distancia que los mantenía separados y juntó sus labios en un beso que el pelinegro había estado esperando desde hacía mucho.

Y que Bokuto no se apartara eliminó el miedo dentro del corazón de Kurō.

Y cuando lo dejó ir y recibió otro beso de vuelta, sintió que se estaba ahogando en un tranquilo mar.

Solo que este mar era dorado en vez de azul.

uno por cuatro dividido en seis. // kurōboku.Where stories live. Discover now