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Te duele verlo, él brilla. Es más brillante que el sol, es demasiado hermoso para tus ojos. Es difícil mirarlo, es aún más difícil apartar la vista de él. Te vas a quedar ciego.❞

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No era un secreto para nadie que el capitán de los búhos llamaba la atención.

Su apariencia ya resaltaba por sí misma con su cabello extraño en tonos grises y blancos, su altura que fácilmente superaba al promedio, su sonrisa grande y perfecta, y por supuesto sus grandes y redondos ojos dorados. Parecían ser faroles enormes que siempre estaban resplandeciendo y cuando te miraban fijamente llegaba un punto en donde tanta luz te incomodaba. Y luego estaba su personalidad, carajo, siempre gritando y siendo amable con todos, siempre buscando lucirse y siendo tan talentoso en la cancha, siempre haciendo amigos por donde pasaba, siempre animando a rivales y aliados con su resplandor, era difícil no darle al menos una ojeada cuando lo veías llegar saltando y riendo. Cada que Bokuto sonreía se volvía una estrella brillante.

Era puro e increíblemente irritante.

Kurō lo sabía bien, había sido víctima de todo ese conjunto de maravillas que formaban a Bokuto Kōtarō, pero ojalá él hubiera tenido la suficiente fuerza de voluntad para simplemente apartar la vista.

Claro que no. No podía dejar de verlo.

Y comenzaba a asustarse por eso, no importaba cuánto tiempo pasaba, Kurō no podía dejar de verlo como si nunca lo hubiera hecho antes. Con curiosidad, maravillado. Como si estuviera observando una obra de arte en un museo. Bokuto tenía algo que Kurō simplemente no podía explicar, pero lo atraía como moscas a la miel.

Cada mirada era más intensa que la anterior. Más descarada, inconscientemente a Tetsurō le importaba menos cada vez que alguien notara lo mucho que observaba a su mejor amigo.

Quería aprenderse el cuerpo ajeno de memoria; sus gestos, la forma en que caminaba, la forma en que parecía volar cada que saltaba para rematar. Su rostro alegre cuando marcaba un punto, su expresión decaída cuando le venía el bajón de ánimo. Como jugaba con sus dedos cuando se ponía nervioso, como su uniforme hacía resaltar la delgada cintura que tenía, como de vez en cuando uno de sus ojos de cerraba un poco más que el otro como un tic. Cuando sus ojos brillaban de alegría y cuando se humedecían de tristeza, aunque odiara eso.

Bokuto era luz. Hermoso, pero no podías mirar sin dolor a cambio, igual que observar al sol.

Y Kurō comenzaba a sentirse Ícaro, queriendo alcanzarlo, tocarlo con sus dedos y nunca soltarlo. Seguro la llamarada lo terminaría matando.

Ah, pero que poco le importaba.

uno por cuatro dividido en seis. // kurōboku.Where stories live. Discover now