4. No

1.2K 75 7
                                    


- No, por favor, no es cierto, decidme que no es cierto, os lo ruego. Por favor....

Los médicos se acercaron a María Jesús. Ella seguía sin poder creérselo. 

Alfredo, en cambio, había logrado comenzar a asimilarlo. O eso quería creer. Valga la puta redundancia.

- No. Por favor, no... - se derrumbó en brazos de su marido, que sin querer, vio como una lágrima resbalaba por su mejilla, inconscientemente. Igual de inconsciente que Alfred, en esa sala de urgencias, tras el accidente de coche que casi le cuesta la vida. Casi.

La enfermera no pudo observar más la escena, la pobre mujer destrozada y su marido intentando sostenerla cuando él tampoco podía sostenerse a sí mismo.

Entró en la habitación del paciente 1016. Porque sí, a veces al destino no le basta ser asquerosamente caprichoso. Quiere más.

Allí, al lado del chico de veinte años que había entrado en un coma inducido después de su operación de urgencias en la pierna, estaba la joven de 19 que no podía apartar sus ojos castaños de los del chico, que aún estaban cerrados.

Con la enfermera se chocaron la chica del flequillo, el chico de pelo negro y rizado, el de ojos verdes y la chica morena. La última en entrar fue la de melena de leona.

- Solo puede pasar un paciente en cada turno - informó la enfermera con pesar, por mucho que le costara decirle que no a esos ojos tristes.

La chica del flequillo quiso hablar, quiso negarse, pero el más alto de los que estaban allí apoyó la mano en su hombro y ella se apoyó en su pecho, rendida.

La enfermera sabía quiénes eran. 

Cómo para no.

Y sabía que han debido superar a varias decenas de periodistas, arremolinados en la entrada del hospital, con el único objetivo de ver a su amigo.

Y sabía que se irían sucediendo a lo largo del día. Que los fans estaban asustados.

Que Alfred estaba al borde de la muerte, y que nadie podría evitar que se produjera aquello que el destino estimase oportuno.

Nadie, ni ella, ni Amaia Romero Arbizu, ni la música.

Nadie.

Los seis ex-concursantes de la pasada edición de Operación Triunfo salieron de allí para cerrar la puerta y permitir a la enfermera realizar su trabajo.

Ella se acercó para comprobar que todo el suministro estaba bien regulado, que el líquido intravenoso no se había detenido, que las máquinas proporcionaban suficiente vida al chico. Que sus latidos eran suficientemente fuertes.

Por favor.

Eso parecían decir sus ojos negros, los ojos negros de Amaia cuando se clavaron en los ojos azules de la enfermera.

- ¿Se podrá recuperar? - preguntó ella, con toda la inocencia que le salió directamente de dentro.

- No lo sabemos, cariño - no era mucho mayor que ella, pero es que ella, ahora, parecía una niña abandonada, una niña solitaria, que estaba a punto de perder a su ciudad de las estrellas.

- ¿Haréis todo lo posible?

- Siempre lo hacemos. En todos los casos, y Alfred no será menos.

Sonrió un poco, probablemente por haber escuchado su nombre en la voz de esa amable mujer rubia que iba a luchar como nadie por salvarle la vida a Alfred.

Y sí. 

Amaia se maldijo a ella misma mil veces cuando escuchó en la voz de los que en un día fueron, más que suegros, fueron sus segundos padres, sus tíos, sus hermanos muy mayores y sus consejeros.

Se maldijo porque esa voz fue la confirmación de que la pesadilla que tuvo era en realidad mucho más que una simple pesadilla.

Joder, era mucho más. Era una puta realidad.

Su puta realidad.

Acarició la mejilla de Alfred, tan conmovida por su gesto tranquilo, para nada alterado y ligeramente pálido que no era capaz de emitir ni un solo sonido. Bueno, malo, o del tipo que fuera.

Amaia era incapaz de hacer otra cosa que llorar y maldecirse por no haber sido más valiente, más fuerte. Por no haber sido, en definitiva.

Lo eran todo.

Ahora no.

Nada.

El puño de Alfred también parecía gritar la palabra impotencia con sus 10 letras, hasta que Amaia pudo ver un papel arrugado y doblado en él.

Era una carta. Una carta doblada en demasiados trozos muy pequeños.

- ¿Es para mí, ruru? 

No obtuvo respuestas, pero Amaia lo tenía claro.

Era para ella. Por todo.

Por el poema que llevaba su nombre, por el final inacabado, como lo suyo.

Amaia lo tenía claro. Alfred la seguía amando, y le faltaba eso, saberlo y ser consciente.

Y ahora, seguía faltando algo.

Se dio cuenta al ver su gesto mientras estaba sumido en el profundo sueño, en ese limbo fino entre la vida y la muerte que parecía querer tirar por ambos lados en vez de por uno solo. Había muchos riesgos, y la menor probabilidad era la de la vida.

Pero Amaia no iba a permitirlo. No pensaba permitir que se marchase también.

Porque ese poema tenía un significado. Porque iba a encontrarlo.

Porque si se lo pedía, Amaia lo iba a destrozar con todas las letras de esa palabra y de todas las palabras que existen en la lengua española, en el vasco y en el catalán.

Porque Amaia haría todo por él.

Ahora, por fin, fue consciente después de tanto negárselo que él también haría lo mismo por ella.

______________

Holi. Perdón por publicar tan tarde hoy ambas novelas, pero si no lo sabéis todavía, creo que sería conveniente que tuvierais siempre claro que yo dudosamente incumplo una promesa. Al contrario, odio hacerlo. Y la semana pasada os prometí que iba a publicar a tiempo, que ibais a tener capítulo de Almaia y de Albalia en el plazo prometido. También me disculpo por la hora. El motivo es que estuve estudiando literatura toda la tarde: me reitero, TODA LA TARDE, y no he tenido tiempo para más, así que perdón si hay también algún error gramatical significativo, el motivo es que no he tenido tiempo material para fijarme demasiado en la corrección. Aún así, os cuero y deseo que os gusten los capítulos, aunque este es un poco sad, pero calma, porque habrá hapiness dentro de poco, ya veréis. (Comprad cicatrices de la Miri que si no os mato na es broma LA VOY A VER EL DOMINGOOOOO)(me muero) Y na. Os cuero otra vez, esta vez y siempre y nos vemos el próximo viernes, más y mejor. Un abrazo gigante ruliñxs, y descansad<3


Destrózame (Almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora