Parte 2

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-Salvador, en 5 minutos va a estar la comida, ayúdame a poner la mesa por favor –Dice María con un tono suave para no darle un sobresalto a su hijo.

Salvador deja su lectura y va hacia la cocina detrás de su madre. Pone los cubiertos y saca las botellas de agua de la heladera, mientras su madre se encarga con los platos y de poner la comida en la mesa. Ella no se olvidó de lo que le había prometido a Salvador e hizo su comida favorita: Hamburguesas con papas fritas. En realidad, la comida preferida del chico era las papas fritas, especialmente las de su madre, no importa cuál sea su acompañamiento. Sus ojos verdes brillaron y se formó una media sonrisa al darse cuenta de la cena, ya que hacia mucho su madre no se las hacía para cuidar su salud.

Salvador se llevó la comida a la boca y la degusto. Hizo una mueca y dejo su tenedor al lado del plato. María se dio cuenta y le pregunto qué sucedía. El chico señalo el plato con la misma mueca. A lo que su madre pregunta:

- ¿No te gustan?

Salvador niega con la cabeza. Su madre se queda perpleja unos instantes hasta que se da cuenta.

-Ayer compre una freidora eléctrica nueva, debe ser eso. La sartén que usaba para las papas fritas... la tire.

Salvador estaba conmocionado, una pena profunda sacudió su cuerpo. Aunque por fuera solo estaba serio, por dentro se estaba retorciendo. Madre e hijo sabían lo importante que eran las papas fritas, no era solo una comida. Cuando él era niño, María siempre utilizaba las papas fritas para negociar con él, para hacer progresos con respecto a sus relaciones sociales y en su comunicación. Lo que no sabían era que esa sartén vieja que le había regalado la madre de María era especial, ella siempre había hecho las papas en esa sartén. Por lo que, a Salvador solamente le gustaban ESAS papas fritas hechas en ESA sartén.

Todos estos pensamientos pasaron por la cabeza de María en un instante.

Salvador dejo las papas de lado y siguió comiendo la hamburguesa. La idea de no volver a comer las papas fritas que tanto le gustaban ya estaba implantada en su mente. Su cara presagiaba ese pensamiento y su madre se dio cuenta de esto. Ya había tirado la sartén, no podía volver a recuperarla. Pero algo pudo asegurarle a su hijo:

-Salvi, no te preocupes, lo voy a solucionar.    

SarténWhere stories live. Discover now