Parte 4

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A la mañana siguiente, todos parten rumbo hacia el pueblo de Ana. María manejaba mientras se escuchaba en la radio ''Wonderwall'' de Oasis, Salvador y Haru estaban en los asientos de atrás. El chico paso la media hora de viaje leyendo su libro de Stephen King mientras que el perro se había dormido instantáneamente al comenzar el viaje en el regazo de Salvador. El adolescente no había dejado de pensar en esa sartén y en las papas que nunca más iba a comer, estaba un poco alterado e inquieto. Su madre no le había hablado sobre eso, por lo que suponía que no lo había solucionado como le había dicho. Estaba decepcionado.

Habían llegado a la casa de la abuela y esta misma salió al encuentro con Salvador abrazándolo mucho.

-¡Estas más alto! Y me gusta cómo te quedan tus rulos largos y desordenados.

-Gracias abuela – Dijo Salvador mostrando sus dientes en una sonrisa, Ana era una de las pocas personas a la que el joven respondía.

-Anda al patio mientras charlo con tu madre y hago el almuerzo, vas a encontrar a Levy durmiendo seguramente... ¡Y lleva a Haru! – La señora tuvo que gritar esto último porque el chico ya había desaparecido de su vista.

Levy era el hermano de Haru, salido de la misma camada. Pero este era un poco más grande y tranquilo, aunque cuando los Huskies se dieron cuenta de la presencia del otro, se abalanzaron y empezaron a pelearse jugando. Salvador se sentó en una esquina del patio a leer, pero a veces levantaba la vista para ver que no se hicieran demasiado daño. Adentro de la casa, María le contaba a su madre lo que había pasado con la sartén y por qué estaba tan preocupada. Ana la tranquilizo y le dijo que ya iban a encontrar la solución.

-Hijo, ¡a comer! – Grito María desde la cocina.

Salvador entra en la cocina, ayuda a su madre a poner la mesa y se sienta a esperar la comida. Su abuela había hecho pollo con papas fritas. El chico oculta una mueca al ver la comida, no le gustaban las papas de su abuela, solo las comía para no herirla.

Pero al probar un bocado se da cuenta que son diferentes, mejores que antes... y mejores que las de su madre.

-Cómo te decía, gasté el mes de jubilación en un juego de ollas y sartenes en oferta que encontré en un bazar, necesitaba un cambio – Salvador alcanzo a escuchar a su abuela contándole esto a su madre.

-Me gusta esa sartén – Interrumpió el chico.

Su madre abrió los ojos, su hijo rara vez hablaba si no era por una pregunta. Un microsegundo después se dio cuenta de lo que había dicho.

- ¿En serio? ¿Te gustan las papas fritas que hizo la abuela?

- Si, mucho.

María pensó un segundo hasta que le pregunto a su madre.

- ¿Qué marca es la sartén?

- ¿Qué importa? Te la regalo – Respondió Ana sonriendo.

- Solucionado – murmuraron María y Salvador.    

SarténWhere stories live. Discover now