cap 4

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—Disculpe, es que soy nueva en esto —respondí completamente avergonzada, y no dudaría que estaba roja como un tomate.

Comencé por tomar el consejo de Hermes, observé bien sus movimientos y facciones. Sin duda, esa postura la reconocería en cualquier lugar; era recta y elegante, como la de Fran. La mirada dulce que solo una madre podría dar, como la de Carla. Facciones idénticas a las de Annabeth; sin duda, era ella la que había tomado el aspecto de su madre, y la kinésica de Álex, hacían los mismos movimientos. Sonreí para mis adentros y me incliné en una rodilla.

—Diosa Atenea, es un gusto y un honor conocerla —dije con cierto respeto y admiración.

—Ah, pequeña, es un gusto que nos volvamos a encontrar nuevamente, i mikrí mou kóri (mi pequeña ahijada).

De pronto, un escalofrío pasó por todo mi cuerpo. Esas palabras, ese idioma, eran tan conocidos para mí pero a la vez tan lejanos, y al parecer, Atenea notó mi incomodidad.

—¿Te encuentras bien? ¿Qué tal si entramos?

—Sí, claro —dije saliendo del trance en el cual me vi envuelta.

—Esta es la morada de mi padre Zeus. Le pedí a Hermes que te dejara en la puerta para poder explicarte la situación. Si bien sabes, mi hermana está viva.

—¿Está confirmado? Entonces es cierto. La verdad es que en el campamento no dieron mayor esperanza. De hecho, Fran me dijo que había una pequeña posibilidad.

—Sí, está confirmado por la misma Perséfone. Dice que Hades la tuvo cautiva desde el inicio, que ella no lo sabía y que en cuanto se enteró, comenzó a alimentarla con alimentos de la tierra para que tuviera la suficiente fuerza para salir de allí.

—Pero ¿ella no comió nada del Inframundo o sí?

—Por suerte, no. La verdad es que al ser inmortal, no moriría de hambre, pero el sufrimiento no se lo quita nadie. Es necesario que tú vayas allá y la saques, ya que si Hades se entera de que Perséfone está ideando un plan para ayudarla a salir, todo se hará mucho más difícil.

Fue ahí donde caí en cuenta de lo que querían hacer conmigo. De pronto, el recuerdo de las palabras de Carla llegaron a mi memoria: "No permitas que los dioses te expongan a riesgos innecesarios". Pero igual es mi madre, ¿se la debo no? Finalmente, si ella se encuentra en esa situación, es por mí, así que hay que apoyar la causa, supongo.

—¿Disculpe, diosa Atenea, por qué debo ir yo? O sea, solo soy una semidiós, nada del otro mundo. Mi poder, en comparación con el de ustedes, es mínimo —dije con cierto temor a su respuesta. No sabía si lo tomaría como una ofensa, pero solo me observó con una mirada llena de ternura y comprensión.

—Nath, ¿conoces los dones que te obsequiaron tus padres de pequeña? Como olvidarlos si fue por uno de ellos que mi mundo se puso de cabeza.

—Control total de agua y viento —solo logré decir.

—Esos dones son conocidos como los dones espirituales del Olimpo y son los dones perfectos para esta misión. Al tener dones tan puros como esos, tu corazón no puede corromperse tan fácilmente. Lamentablemente, sucedieron casos donde el Inframundo corrompió incluso a dioses muy poderosos, y eso es por un tema netamente de que el Olimpo pierde fuerza. Tú bien sabes lo que pasa cuando los humanos ya no creen en nosotros; estamos al borde del colapso y ningún dios que viva en el Olimpo puede resistir estar en un lugar tan contaminado como el Inframundo. Además, de que tú ya vives en la tierra, ese lugar tiene un grado de contaminación similar, pero tus dones te permiten estar limpia y por esto mismo puedes estar aquí.

—Creo que entendí su punto, pero si esto es cierto, ¿por qué Hermes entra y sale de los lugares que quiere siempre?

—Hermes tiene esa facilidad, mikró (pequeña), porque sus dones se lo permiten. Pero si una pelea se desatará, él se vería en problemas. No es por ser mala, pero él nunca ha sido bueno en batalla —dijo con voz de burla.

Pasaron los minutos y llegamos a un gran salón donde había muchos tronos.

—Este es el salón de los tronos; aquí se ven todos los asuntos del Olimpo y la tierra. Debes esperar a tu abuelo aquí; él llegará en un minuto.

—Muchas gracias por la charla. Ahora me siento más tranquila —le dije con total sinceridad.

Ella me abrazó y yo sentí ese calor de madre que hacía tiempo no sentía.

—Óla tha eínai kalá, aplá prépei na empistéveste tis ikanótités sas kathós sas empistévomai —(Todo irá bien, solo debes confiar en tus capacidades, como yo confío en ti).

—Efcharistó gia to symvoúlio kai ti mitéra empistosýnis —(Gracias por el consejo y la confianza, madrina). 

No sabía si lo había dicho bien, pero al parecer sí le atiné, ya que me volvió a abrazar. Incluso juraría haber visto una lágrima en su ojo derecho. Me dio un beso en la frente y se retiró por uno de los corredores que había en ese lugar.

La heredera del OlimpoWhere stories live. Discover now