𝙿𝚛ó𝚕𝚘𝚐𝚘

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No muy lejos de los densos bosques de Beacon Hills, una casa de dos pisos yace escondida bajo un dosel de árboles. Un viento suave se desplaza hacia la ventana abierta, de una habitación del segundo piso donde dos manos enhebran los cordones en la cabeza de un palo de lacrosse. El trabajo era rápido y preciso, los dedos tiraban de cada encaje en un patrón de malla de diamante. Al anudar el último lazo, Scott McCall, de dieciséis años, se colocó con el bastón rehecho.
Vestido solo con un par de pantalones cortos atléticos, su cuerpo ágil aún puede tener algo que llenar, pero es fácil ver que pronto se convertirá en un joven sorprendentemente apuesto con profundos ojos negros diseñados para derretir los corazones de jóvenes esperanzadas. .
Levantando una pelota del suelo de su dormitorio, le dio la vuelta al bastón de lacrosse, probando su trabajo manual.
Un momento después, el palo rehecho aterrizó al lado de una mochila escolar mientras
Scott hacia unas cuantas flexiones en una barra montada en la entrada de su armario. Al acabar fue al baño. Luego, se cepilló los dientes y se lavó la cara, para quitar los restos de pasta dental. Pero se detuvo cuando oyó un sonido. Apagó el grifo para poder escuchar mejor. Bajo el susurrante viento, oyó movimiento... un extraño ruido de esparcimiento. Scott se deslizó silenciosamente por el pasillo y miró hacia otra habitación. Su madre, Melissa McCall, de treinta y tantos años, extraordinariamente fuerte y notablemente bella, dormía sobre las sábanas de la cama, completamente vestida, como si acabara de desmayarse después de haber entrado. Scott cerró la puerta cuidadosamente para no despertarla.

La puerta de cristal del porche de la casa, se abrió lentamente. Ahora, armado con un bate de béisbol, Scott comenzó a recorrer el jardín con la vista. Con la respiración agitada, se movía con cautela por los escalones del porche. El sonido de movimiento lo paralizó. Manteniéndose quieto, miró hacia la izquierda y la derecha mientras apretaba los nudillos contra el bate, hasta ponerlos blancos. Cuando sus ojos vagaban hacia un lado del jardín, vio como una figura oscura subía una de las columnas del porche envueltas en enredaderas. Antes de que Scott siquiera supiese lo que estaba sucediendo, la figura se detuvo y se balanceó hacia él. Scott gritó aterrado, cuando una cara boca abajo apareció frente a él. Casi lo pegó con el bate, antes de darse cuenta de quién se trataba.
- ¡¿Stiles, que demonios estas haciendo?! - dijo el moreno intentando regular su acelerada respiración. - No contestabas al teléfono - soltó tan tranquilo. Con los pies atrapados en las enredaderas, Stiles se quedó quieto con los brazos colgando, frente a Scott. Un joven de dieciséis años con una energía ilimitada, continuaba hablando boca abajo como si esta fuera una manera perfectamente normal de tener una conversación. Scott, analizó de arriba a abajo a su amigo. En la mano derecha, traía un walkie-talkie con varios raspones. De un pequeño botón, emitía una luz amarilla, dando a entender que estaba encendido. Antes de que le pudiera preguntar por el objeto, este emitió una conocida voz femenina. - Stiles, desde aquí se te ven los calzoncillos - se escuchó una risa infantil entre unos arbustos, situados al lado de los chicos. Stiles rodó los ojos antes de hablar. - Maeve, ya puedes salir - y detrás de esas plantas, salió una niña de unos  catorce o quince años de edad, llevaba una cinta con el estampado militar atada en la cabeza, como si se creyera una especie de ninja y, en efecto, traía el otro aparato en una de sus manos. Se acercó a ellos y en lugar de subir al porche por las escaleras, lo hico como pudo, por una de las barandillas de madera. - ¿Que hacéis aquí? - preguntó Scott lleno de confusión. - Sabemos que es tarde, pero tienes que escuchar esto - dijo Maeve, colocándose a un lado de Scott. - Vimos a nuestros padres salir hace veinte minutos. Los han llamado del despacho. Están trayendo a todos los oficiales del departamento de Beacon e incluso a la Policía del Estado - el de pecas, compartió una mirada cómplice con su amiga. - ¿Para qué? - volvió a preguntar Scott, en el punto máximo de confusión. - Han encontrado un cuerpo en el bosque - soltó rápidamente la castaña, ante la intrigante mirada de su amigo. - ¿Un cuerpo muerto? - el pobre sentía que le iba a estallar la cabeza en mil pedazos si no le contaban todo sin rodeos. - No, un cuerpo flotante. Sí, idiota. Un cuerpo muerto - el sarcástico chico, alzó la mano para librarse del enredo de plantas, aterrizando de pie delante de sus dos mejores amigos. - ¿Una asesinato? - daba la sensación de que Scott, no acabaría nunca con las preguntas. - Aún no se sabe, solo que es una mujer de unos veintitantos - dijo Maeve, quitándole las ganas de contestar, a Stiles. - Espera. Si encontraron un cuerpo, ¿qué están buscando ahora? - la emoción, cubrió el rostro de su amigo - Esa es la mejor parte. Ellos sólo han encontrado una mitad - Scott, sin creerlo aún, fue pasando la mirada de los ojos color miel de Stiles, a los verde marrón de May. - Y... ¿Que queréis que hagamos? - preguntó aún confuso el moreno.
Iremos a buscarlo - dijeron a unísono los dos hijos de policía, como si fuera lo más obvio del mundo.

Maeve - Teen Wolf (Stiles y tu) Where stories live. Discover now