18: Quiere jugar, y yo también

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Hoy era su día libre, para suerte de Annie no debía cumplir turno y eso era bastante bueno. En el último tiempo se había estado sintiendo inusualmente mal: gran cantidad de dolores abdominales, dolor de cabeza, cansancio excesivo y nauseas que terminaban con su garganta agotada y dolorida. Pensó que podía ser Tifoidea, o incluso Viruela. A pesar de que el virus antes nombrado había dejado de ser una epidemia extremadamente mortal y peligrosa hace un par de décadas, aún estaba la posibilidad de ser infectado, era mínima, pero existía. Y el solo hecho de pensar en su piel llenándose de brotes repulsivos y en la intensa fiebre que esto adjuntaba, le ocasionaba un potente vértigo.

—Bien, no hay nada de qué preocuparse de momento —suspiró de alivio al escuchar esas palabras—. Sin embargo, me gustaría hacerte un examen de orina para tu diagnóstico, me preocupan los mareos y la fiebre —Ella asintió—. Así que ahora te haré pasar a la siguiente habitación y quedas citada para la próxima semana, ahí te daré los resultados.

—Está bien, muchas gracias.

Annie era una persona bastante pesimista, capaz de esperar lo peor en cualquier situación que se le plantara. Y gracias a esto, saber que no tenía nada grave era motivo de sentirse la persona más dichosa habitante en la tierra. No solía enfermar, y es por esto que decidió acudir rápido al médico. De niña su familia siempre fue sana, su madre le había enseñado a ser una mujer fuerte y a no exponerse a cosas que sabía podrían hacerle mal. Su madre también le había inculcado que tenía que ser una mujer perseverante y que tenía que valerse por sí misma. Un tema totalmente tabú, ya que, era bien sabido que la mujer debía aprender a ser una buena esposa desde la niñez, nada de estudios e intereses propios, ella debía servir al hombre de la casa. Por esta razón siempre tuvo miedo de adquirir matrimonio, y hasta solía ser vulgar y descuidada frente a los hombres para espantarlos. Pero cuando conoció a Berthold eso cambió. Él se enamoró de la agria personalidad que portaba ella, de sus encantos simples, de su semblante serio cuando se hallaba concentrada y de la forma en que trataba a las personas, siempre con distancia y aspereza. Se alegró al conocerlo, y ver que no era un hombre con hambre de poseer y manipular a una mujer, mucho menos de tener una para su propio servicio. Ambos se complementaban de la mejor manera, como uña y carne; como pan y vino.

Luego de su consulta y de haber entregado la orina requerida salió del hospital y decidió pasar a comprar un poco de verduras al mercado. Había estado pensando que las que le quedaban no serían suficientes para la cena. El local estaba bastante lleno, era temprano y la gente regularmente asistía a eso de las diez de la mañana al mercado. Estaba escogiendo cuáles llevar cuando escuchó a un par de mujeres cuchichear entre ellas.

"¿Has sabido lo que pasó al este del distrito Waldviertel?"

"Algo he escuchado, pero no he podido saber enteramente lo que ha pasado"

"Encontraron a un joven muerto afuera de su propio hogar. Un ermitaño muy joven conocido por los alrededores; seis apuñaladas es lo que dicen los rumores"

"Santo cielo, que tragedia más terrible. Esa persona seguramente ni familia tenía, nadie que pueda llorar su muerte"

Annie escuchaba con atención la horrible desgracia que relataban las mujeres. No quiso saber más del caso, por lo que pagó sus productos y terminó por irse de ahí con un desagradable sabor de boca.


───╯ °✧° ╰───


—Yurio, no debes sorber la sopa, el ruido es molesto y de mala educación —exclamó su hermana mayor lanzándole una mirada feroz con la intención de reivindicar a su hermano—. Estás lo suficientemente grande como para ya saber la forma en que te debes de comportar en la mesa, que no se te olvide que eres el príncipe —A esto el pequeño rubio solo bufó molesto por el hecho de que su hermana le recordara lo inevitable.

Flor Del Mal | EreminWhere stories live. Discover now