Capitulo II

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Candy contemplaba horrorizada la multitud de rostros en la puerta.
El desagradable posadero la miraba con gesto de desprecio y a la vez se restregaba las manos. Un par de lacayos reían con disimulo, el caballero borracho de la noche anterior intentaba sin éxito sofocar la risa, también lo presenciaron dos damas, una alta y la otra baja, de rostros finos y ojos perspicaces e inquisitivos enmarcados, con sombreros a la moda.
-Terry -volvió a decir la más alta, esta vez sin gritar.

Ella y su dama de compañía tenían los ojos fijos en la almohada de Candy, que era todo cuanto la separaba de la exposición total. La joven se ruborizó y deslizándose hacia abajo se metió en la cama, cubriéndose hasta la barbilla con la delgada manta.

-Madre, qué alegría verte, disculpa que no me levante.

Terry podía sentir un rubor caliente cubriéndole la cara, no le sorprendería que el rojo hubiera cubierto todo su cuerpo, incluyendo esa parte rebelde que estaba formando una indecorosa elevación en la delgada manta....Cambió de posición.

-Terry!...

Su madre parecía haberse quedado sin palabras....Él sonrió ligeramente mientras examinaba a la gente de pie en su puerta. Su madre, Lady Eleonor Baker viuda de Grantchester, alta y de rasgos finos, con más de cuarenta años en su haber, le miraba fijamente, cubierta de un rubor que emulaba el suyo, detrás de ella, su habitual dama de compañía, Lady Paulina Giddings, en la mitad de su quinta década, era pequeña y de aspecto robusto. Una engañosa ilusión, bastaba que el menor chisme se atravesara en su camino para que fuera a la caza de los detalles como un hurón tras una ratonera, ahora sus perspicaces ojos cafes, detrás de unos espejuelos, se movían rápidamente de un lado a otro de la habitación, prestando minuciosa atención a todo (las ropas de la muchacha junto al fuego, los pantalones de él en el suelo). Finalmente se posaron sobre la joven...Terry juraría haber visto la nariz de un hurón moverse nerviosamente, la muchacha se arrastró aún más abajo, cubriéndose con las mantas.

Albert por fin había conseguido dominar la risa....Ahora su cabeza sobresalía por encima de la de Eleonor, abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua, pero sin producir sonido alguno, hacía con la mano el gesto de cortarse la garganta....Terry no estaba seguro de qué estaba tratando de decir, pero no le parecía mala idea cortarle la cabeza a alguien, preferentemente a Albert.

-Albert, ten la amabilidad de llevar abajo a mi madre y a lady Paulina, y cierra la puerta al salir.
-Terry!....
-Sí madre, Enseguida bajo... Ahora, por favor, baja con Albert.

Terry suspiró aliviado cuando la puerta finalmente se cerró, se volvió hacia la muchacha, esta aún apretaba las mantas contra el pecho, mirándole cautelosamente, sin duda era una prostituta muy extraña.

-Por favor, no grites de nuevo -dijo él-. mis pobres oídos ya han sufrido demasiado.
-Entonces no haga nada para hacerme gritar....La mirada de la joven se desvió un momento hacia el pecho de él y enseguida volvió apresuradamente hacia su...

-¿Lleva usted algo de ropa encima?

El dibujó una amplia sonrisa.

-No, ¿y usted?

Toda la piel que él podía ver tomó un tono tan rojo como el color de una manzana...sintió deseos de ver si el rubor se extendía tan lejos como el suyo, pero no había tiempo, su madre no esperaría pacientemente, si él no bajaba rápido, volvería a subir para arrastrarle fuera de la cama, vestido o no.

Frunció ligeramente el ceño, ahora que no tenía una almohada atacando sus orejas podía concentrarse en la voz de la muchacha, era muy agradable, suave y educada.

Inesperada Compañera Where stories live. Discover now