¡Llévame al Infierno!

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¡He vuelto! Ahora si con la continuación de Es por una buena causa ¡Lo juro!
Agradezco de todo corazón a aquellos que a pesar del tiempo que dejé pasar, han seguido conmigo y esperado pacientemente. Prometo no defraudarlos y seguir compartiendo mis historias con ustedes, ya sean de Hataraku Saibou o no. Espero que éste capítulo les guste y lo tomen como una disculpa ♡ los quiero.

Estaba jodido, lo sabía. Su amada Macrófaga llevaba días sin dirigirle la palabra a menos que fuera absolutamente necesario. Se sentía desorientado, no sabía ni como debía disculparse ante ella. Se acercaba la boda de AE y 1146 y no quería seguir estando en malos términos con su “Dama Asesina", necesitaba un buen plan para la reconciliación.

Decidió que necesitaba algo nuevo y diferente, su dama estaba molesta por la falta de detalles, entonces sólo necesitaba hacer un detalle para ella... Y tenía la idea perfecta.

~(^_^)~

-Que día más agotador, necesito urgentemente un baño relajante~

Lady Macrófaga estaba entrando en su vivienda, se le veía cansada y tenía algunas manchas de sangre en su vestimenta. Sin darle importancia se dirigió al baño y notó con sorpresa que ya estaba preparado su baño, seguramente era obra de la Célula Dendrítica, ese pequeño detalle ya le daba varios puntos para conseguir su perdón. Se quitó su uniforme y lo dejó en el cesto de la ropa sucia. Cuando metió sus pies a la bañera soltó un suspiro de satisfacción, después cerró la cortina y se relajó. Escuchó la puerta abrirse pero no le dio importancia, sabía que el Señor Dendrítica le estaba dejando ropa limpia.

~(*-*)~

-¿Qué significa esto?

El hombre se dio la vuelta al escuchar la voz de su amada Macrófaga. Se veía tan sexy y peligrosa con ese traje de monja que se ceñía perfectamente a su cuerpo. Se acercó a ella, le parecía tan irónico que ambos vestían ropas que eran usadas por personas que se dedicaban a cosas santas, en cambio ellos las usaban con fines perversos.

-Mi bella dama, tenía usted razón en molestarse conmigo ante mi falta de romanticismo. Pero ya no más... Está noche es para complacerte, querida...

Le tomó de las mejillas y reclamó su boca en un beso salvaje. Esa mujer era su perdición, ella lo sabía y no le importaba usar eso en su contra para ponerlo de rodillas. Sin saber como, llegaron a la cama y se dejaron caer sobre ella, el morocho se separó ligeramente de la dama tan sólo para deshacerse de sus prendas, él no era el único desesperado, la dulce mujer también anhelaba aquella unión una vez más, por lo cual no se inmutó al arrancarse el vestido negro, quedando tan sólo con unas diminutas bragas.

Dendrítica no pudo sino sonreír con perversión, ambos se deseaban pero quería jugar un poco mas con ella. Tomó los generosos senos entre sus manos y les apretó, se deleitó escuchando los pequeños sonidos que ella hacía, ella lo estaba disfrutando pero podía hacerlo más. Sin mediar palabra alguna, se inclinó sobre ella y atrapó uno de sus pezones entre sus dientes y lo mordió levemente, la escuchó quejarse por el dolor y no le importó, por el contrario lo hizo de nuevo.

La mujer estaba confundida y extasiada, ese pequeño dolor comenzaba a sentirse bien, casi como si fuera sinónimo de placer. Arqueó la espalda, exigiendo más de ese dolor y él no se lo negó. Liberó su pezón, estaba rojo e hinchado, parecía una dulce cereza madura y lita para comer. Estiró su mano y tomó de la mesita de noche una bandeja que contenía cubos de hielo, entre sus dedos tomó un cubo de hielo y trazó un camino desde su vientre hasta su zona íntima. El hielo se detuvo justo sobre su clitoris y comenzó a frotarlo con fuerza. La dama se quejó nuevamente por la sensación dolorosa que dejaba el hielo contra su delicada carne, sin embargo aquel lado perverso de su ser le hacía ver que también había placer en ese dolor y que debía disfrutarlo.

El hielo comenzó a deshacerse ante el calor que emanaba su cuerpo, estaba temblando, perdida entre la bruma de sensaciones placenteras que hallaba en medio de ese perverso dolor. El hombre tiró su autocontrol por la borda, apartó sus bragas lo suficiente para poder tener acceso a ella y de una estocada se introdujo en su interior. Ambos exhalaron alaridos de gozo, perdidos en la sensación pecaminosa que les dejaba el estar realizando aquel acto casi animal mientras vestían prendas religiosas. Se besaron con fogosidad y desespero, nunca habían pasado tanto tiempo sin poder saciar sus instintos. La Macrófaga ni siquiera se sintió culpable cuando lo escuchó jadear por el dolor que le causaban los arañazos que le había dejado en la espalda, su relación era así, a todos podrían parecerles una pareja tierna y ejemplar pero la realidad es que eran unos sádicos salvajes.

El varón se vengó penetrandola con más fuerza, no importandole si eso la lastimaba, no estaba dispuesto a ceder el control, no cuando estaban desnudos entre las sábanas, decidió hacerle una advertencia. Le clavó los dientes en el hombro, lo suficiente para herirla. Le dejaría marca y eso no podía dejarlo más complacido, finalmente cuando sintió a la dama rendirse nuevamente ante él, se permitió ser un poco más dulce y le besó con ternura. Ese pequeño gesto fue tomado con gusto por la mujer y correspondido, ambos se permitieron perderse nuevamente en el placer que dejaba el roce entre ellos y llegaron al orgasmo juntos. Dendrítica se retiró de encima del cuerpo femenino y se acostó a su lado, atrayendola en un íntimo abrazo. Ambos sonrieron, no tenían por qué apresurarse, tenían mucho tiempo para disfrutar de momentos con este.

Fue por una buena causa ¡Lo juro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora