Capítulo 30

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Cierto brillo se apaga”

No les tengas rencor April, ellos te quieren y quieren lo mejor para ti.

La meliflua voz de la madre de Dylan zumbaba en mi cabeza, como un auténtico eco que rebotaba y volvía a sonar entre las montañas y montañas de pensamientos que me cohibían.

Miraba a mi familia mientras hacían la maleta, después de todo seguían siendo personas normales. Alcanzaría enfadarme con ellos, pero sinceramente no tardaría en arrepentirme. Ellos siempre estarían ahí, y Dylan, por mucho que nos prometiésemos que nos amaríamos siempre podría llegar el día en que a él le gustase otra chica o incluso a mi otro chico. Descarté rápidamente ese pensamiento.

La soledad era uno de los miedos que más echaba abajo a una persona. La soledad y el tiempo.

Mi madre seguía comportándose como si no hubiese hecho nada o como si no me hubiese hecho absolutamente nada. Mi padre, mi padre era feliz, poseía a la mujer que amaba entre sus brazos. Se amaban y a ellos eso nadie se los podía imposibilitar.

Quería hacerles preguntas, todas las preguntas del mundo, aspiraba reprenderles, gritarles, salir por la puerta dando un portazo e ir a buscar a Dylan. Quería comportarme de una manera insurrecta, y quería no tener que dar tantas rotaciones a las cosas. Estaba tan desorientada que ni percibía la dirección que tomaban mis pensamientos.

Tenía a Logran en mi regazo y miraba esos ojos tan pequeños dotados de una mezcla de marrón y verde, esos ojos eran la razón por lo que no seguía mi instinto.

—Tati —me bajó Logan de las nubes con su aguda voz de niño pequeño, le miré con los labios curvados formando una sonrisa.

—Dime —murmuré recorriendo con mi dedo índice las curvas de su pequeña oreja.

—Lucy es muy guapa —susurró e inmediatamente se ruborizó.

Solté una carcajada. ¿Cómo le iba a decir a un niño de cinco años que no podía gustarle una niña de nueve años? ¿O podía?

—Tú también eres muy guapo —dije para no desilusionarle y le besé la mano.

—Me gustaría hacerla un regalo, ayer estaba llorando.

—¿Un regalo?

Asintió moviendo la cabeza de arriba hacia abajo entusiasmado.

—¿Qué quieres hacer? —le pregunté alborotando su perfecto y recién pelo que le había peinado hacía nada.

—Se me ocurrió regalarla otro perrito, para que haga compañía a Buffi.

—¿Un perro? —dije volviendo a arreglar su liso pelo marrón oscuro corto.

—Sí, para que siempre se acuerde de mí.

—Vale, ¿qué tal un perro de peluche?

—¡No! Tati, uno de verdad.

—Logan, eso es mucho.

—¿Un gatito?

—Creo que Lucy tiene alergia a los gatos.

—No, a mi me dijo que su abuela tenía tres gatos y siempre jugaba con ellos.

—Logan, es mejor hacerla una carta o un peluche.

Logan me puso pucherito, arrugó su frente y pestañeó varias veces. ¿Quién iba a resistirse a esa mirada?

—Papá y mamá se van a enfadar y mucho —le avisé.

Dimensión: Sincronía inversaWhere stories live. Discover now