REFUGIO.

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– dame tu mano. – dice Siu mientras se mueve despacio para no provocar que las cadenas suenen, algo nerviosa hago lo que me dice y veo salir sus colmillos, cierro los ojos porque sé que esta mordida no será igual a la de Sesshomaru.

Tapo mi boca al sentir el fuerte dolor, sin duda alguna nada se compara a esto, es una especie de fuerte ardor, congelamiento y presión, algo que nunca había sentido y no me gustaría volver a experimentar. Siu se aleja y noto como su semblante mejora notablemente, sus heridas sanan y es sorprendente verlo, mi muñeca sangra un poco pero con el tiempo se cura por la saliva.

Siu con gran fuerza golpea sus muñecas con el suelo y las cadenas se destruyen creando un gran sonido, me observa con una sonrisa y se pone de pie – gracias. – antes de que pueda responder me toma de la cintura y rápidamente llegamos a mi habitación – es mejor que te quedes aquí, de este modo no sospecharán y oculta la herida que dejé en tu muñeca.

Asiento mientras tomo asiento en mi cama y lo veo irse, suspiro cansada y me recuesto, aunque quiero mantenerme despierta para saber cuando mi padre se de cuenta de que Siu a escapado no lo logro, sin querer cierro mis ojos por este día tan largo y agotador.

(..)

Mis oídos duelen por escuchar los gritos desesperados de las personas, mi nariz percibe el fuerte y molesto olor a quemado, al parecer un incendio puesto que mi cuerpo se envuelve en una gran ola de calor, al abrir mis ojos todo era un desastre absoluto, cuerpos sin vida, sangre derramada, armas, incluso cazadores muertos adornaban este horroroso paisaje.

Camino mientras observo todo con dolor, los vampiros saliendo a la luz y esclavizando a la humanidad ¿acaso Sesshomaru permitió esto? Alzo mi rostro y noto que la Luna está mitad roja y blanca, el eclipse se acerca y siento que mi cuerpo está mucho más enérgico.

– no podrás evitarlo, todo esto tiene que suceder. – busco por todos lados a la dueña de esa voz, es muy dulce, tranquilizadora pero por más que intento no logro saber quién es.

Despierto por la alarma de mi celular, me levanto un poco confundida, ya es la segunda vez con la que sueño un ataque de vampiros hacía los humanos, me ducho y me pongo mi uniforme, me arrepiento de bajar al comedor puesto que mi padre está del peor humor, ya ha notado la ausencia de Siu – papá, iré a la academia, vuelvo luego.

– ten cuidado. – dice antes de desaparecer con algunos hombres hacía la parte baja de la casa, la parte que ahora más odio.

Camino por las carreteras sintiendo la nieve en mi piel, llevo guantes para cubrir la marca de la cual casi no se ve a simple vista, antes de llegar a la academia alguien me abraza por detrás, observo sus cabellos plateados deslizarse por mis hombros, sonrío y me doy la vuelta encontrándome con esos hermosos ojos color miel.

– gracias. – dice mirándome fijamente y se que se refiere a Siu.

– no es nada ¿por qué no me dijiste que Siu fue atrapado? – noto como el timbre que inicia clases resuena por toda la academia.

– ¿qué te parece si faltas a clases por hoy? – dice Sesshomaru con una pequeña sonrisa a la cual no me podía negar pero nunca me había escapado de clases, tenia un promedio muy alto y de los mejores puesto que mi padre siempre fue exigente con aquello, no sabía que decir, tenía la oportunidad de negarme y asistir a clases con un retardo, pondría una excusa y me salvaría del castigo... por otro lado podía decir que si y resistir un regaño.

No niego que sentía miedo, demasiado, mi papá se enteraría, me acabaría – acepto. – si muero al menos será feliz.

Sesshomaru dejó escapar una sonrisa y me toma de la mano entrelazando nuestros dedos, caminamos por un buen tiempo hasta llegar al bosque, hablábamos de cualquier cosa e incluso de tonteras pero él siempre me ponía atención, me sentía de una forma maravillosa a su lado, a la vez no era la única que hablaba, me decía sobre sus largos años de vida y experiencias.

Rei mucho al saber que un sacerdote había descubierto de su existencia e intentó matarlo con unas gotas de agua bendita y un crucifijo puntiagudo de madera – aquel hombre al ver que no daba resultado su maravillosa trampa empezó a rezar, me llamaba demonio o incluso lucifer, no pude matarlo, no tenía que molestarme en ello. – Sesshomaru tenía un gran semblante de ser una persona cruel pero no lo era, su corazón era muy noble y se que no lo mató porque no lo deseaba, es tan humano como cualquiera – lo único que hice fue decirle que una estaca y agua bendita solo eran mitos baratos que brindaba la sociedad.

– de seguro se llevó un gran susto cuando te vio intacto por su "ataque".

– su cara fue épica. – amaba hablar de su vida, conocerlo más, saber cosas de las que no le cuenta a nadie y sentirme privilegiada por ello.

– ¿a dónde iremos? – llevamos mucho tiempo caminando por el bosque.

– quería ver como se encontraban los demás, supuse que tú también querrías ir. – con una sonrisa salte de emoción pareciendo una niña pequeña, al verme sonríe y nuevamente me toma de la mano.

Tras caminar un poco más de tiempo pude divisar un sinfín de casa pequeñas pero muy lujosas, como pequeñas mansiones de antigüedad, había muchas personas, no, eran vampiros, los niños con piel pálida corrían persiguiéndose entre sí y sus risas inundaban mis oídos, algo muy bello de escuchar, las vampiresas atendían de forma muy tierna a sus esposos o familiares, podía sentir el amor en aquel ambiente, no pude evitar que mis ojos se cristalizaran.

Me junté un poco más al cuerpo de Sesshomaru puesto que estaba recibiendo miradas, era una humana y acompañaba al hijo del líder de los vampiros, era obvio causar esa reacción, con el tiempo llegamos a una mansión más grande de la cual Kagome al vernos corre con mucha felicidad, siento sus brazos rodearme con fuerza y decir repetidas veces – que bueno que has venido, no sabes cuanto te extrañé, lo preocupada que estaba.

– ¡auch! – me quejo al sentir un pequeño golpe de Kagome en mi brazo – ¿me recibes con un golpe?

– ¡sí! No sabes lo preocupada que estaba con todo este embrollo, no te había visto y ni siquiera te dignaste a venir, existen celulares Rin, te había dado mi número, eres una ingrata. – Sesshomaru evita reírse así que con una mirada se despide de mí y desaparece, él quería ver a su padre y hermano aunque no lo aceptara.

– está bien, está bien, lo acepto ¿podrías perdonarme?

– de acuerdo, que no se repita, tengo mucho que mostrarte. – caminamos por el refugio, así lo llamaban, todos los vampiros fueron extremadamente amables, algo que me sorprendió bastante, le conté todo lo que ha pasado con Sesshomaru, absolutamente todo, esperaba un regaño o algo por el estilo pero me aconsejaba y por momentos me molestaba haciendo que me sonrojara.

A la vez me contó de su vida, de como conoció a Inuyasha puesto que él fue su salvador, de cómo a pesar del tiempo se fueron enamorando, al hacer oficial su relación el primero en aceptarlo fue su padre Ino No Taisho, era un vampiro que amaba la humanidad a pesar de ser odiado por ella, debe ser duro para todos y nuevamente aparece ese sentimiento que tengo por todo esto, de que es injusto y que ninguno tiene la culpa.

Kagome no quería ser un vampiro puesto que quería conservar lo único que tenía de su familia, su humanidad, Inuyasha respetaba esto y la trataba como la princesa de su vida, esto me conmovía, la humanidad debería aprender de ellos, sus relaciones amorosas son hermosas y verdaderas.

De la nada siento una pelota llegar a mis pies, al bajar la mirada una hermosa y pálida niña se acerca con temor, le sonrío y me arrodillo para estar a su altura, ella se acerca y logro acariciar su mejilla, su risa es música para mis oídos, noto que tiene una cicatriz en su cuello – fue un ataque hace unos años. – dice con tranquilidad al notar mi semblante confundido.

– ¿ataque?

– cazadores, ya sabes, esas peleas que se llevan a cabo, salí herida pero por suerte no morí. – Kagome se acerca y saluda con mucha naturalidad a la niña, ambas la vemos irse y el corazón se me hace pedazos, tenía que parar esto de alguna manera.

– ¿sucede algo? – dice Kagome.

– ya no quiero que esto siga sucediendo, no quiero más peleas Kagome.

– nadie las quiere pero hay que aprender a vivir con ello.

– ¿y si tengo una solución en mente? – Kagome para en seco al escucharme y me observa un poco seria pero más que eso preocupada.

– ¿qué solución sería esa?

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