Capítulo V

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5. Trust.

Pasé el resto de la mañana encerrada en mi cuarto. Todo el año deseado que llegase el verano para esto: estar tirada en la cama sin hacer absolutamente nada, cansada del exceso de aburrimiento y muriéndome de ganas de volver a la rutina solo para sentir que valía para algo.

Tuve que poner un gran esfuerzo en levantarme porque sin duda la pereza podía conmigo. Pero decidí que era un buen día para volver a visitar a los Langdon.

Sinceramente, una parte de mí no tenía ganas del todo, debido al extraño comportamiento de Constance. Quién sabe qué me iba a encontrar aquel día. Prefería no pensarlo. Pero por muy rara que estuviese la señora Langdon, jamás podría superar a mi madre en un día normal. Así que nada malo podía pasar.

Sin embargo, no esperaba aquello:

Cuando llegué a la puerta de su casa, estuve tocando el timbre durante un buen rato. No debería haberme preocupado. Podrían haber ido a cualquier parte: tal vez a comprar. Constance era un tanto sobreprotectora con Michael. Probablemente tuviera algún recado que hacer y Dios sabe que nunca se separa de ese niño. Pero tuve un mal presentimiento. Incluso fui a mirar por el lado del jardín para intentar ver qué ocurría en el interior de la casa a través de la puerta de cristal. Pero lo único que podía ver eran aquellos rosales con los que Constance se había obsesionado.

No quería irme. No había nada más que deseara en el mundo que pasar lo que quedaba del día junto a ellos, haciendo absolutamente nada. Solo necesitaba su compañía.

Pero me fui. Porque sabía que no los vería aquella tarde. Y que muy probablemente, no los volvería a ver nunca.

Absorta en mis pensamientos, el camino de vuelta a casa se me hizo efímero. Ni siquiera sabía si mi casa era el lugar al que me dirigía o del que había venido. Pero una cosa estaba clara. No podía llamar hogar a un sitio en el que se encontrara Miriam y no los Langdon.

-¡Anda! ¡Ya has vuelto! - exclamó Michael al verme cruzar el umbral de la puerta.

-¿Desde cuándo hablo yo contigo? - dije con voz cortante. El rubio me miró confuso, mientras yo caminaba hacia mi habitación. Comprobé que me estaba siguiendo.

-Pensaba que habíamos empezado con buen pie. Creí... creí que te caía bien - me dejé caer sobre la cama mientras desbloqueaba mi teléfono. Serena me había escrito. Por un momento me planteé contestar, pero realmente no quería ignorar a Michael.

-Perdona pero... no es fácil, ¿sabes? Mi madre, con la que mi relación no es precisamente ideal, ha metido a un completo desconocido en mi casa. Comprende que no confíe en ti al cien por cien. Ni siquiera confío al cincuenta por cien. No sé quién eres, qué quieres ni con qué intenciones has aparecido en mi casa. Pero si antes no me encontraba cómoda, ahora me siento invadida - Michael se sentó en la cama junto a mí, cogiendo mi mano entre las suyas. Me sentí extrañamente reconfortada.

-Elle - lo miré alarmada. Odiaba aquel apodo -. Digo... Gabrielle - mi expresión cambió a una de confusión. Cada vez sentía más que Michael lo sabía todo sobre mí. Se había rectificado de inmediato como si conociera esa parte de mí. Esa parte que se retuerce de dolor al escuchar el apodo que mi padre utilizaba para llamarme -. Es normal que no te fíes de mí. No te digo que lo hagas. Pero tampoco me odies. No he venido a tu casa con ninguna intención. Simplemente necesitaba ayuda y tu madre me la ha dado. Lo último que quiero es hacerte daño. Haceros daño. Jamás se me pasaría algo así por la cabeza - mi expresión se relajó. Pero aún tenía muchas dudas.

-¿Puedo hacerte una pregunta? - el rubio asintió con una media sonrisa. No quiero puntualizar lo atractivo que me pareció en aquel momento, pero lo haré. Estaba guapísimo sentado en el borde de mi cama, mirándome a los ojos - ¿Qué hacías saliendo de la casa de los Langdon el día que te conocí? - Michael frunció el ceño. Como si se hubiera quedado pensando.

-Asumo que los Langdon son vecinos tuyos, ¿no? - asentí -. Pues soy nuevo en el vecindario y no tengo un gran sentido de la orientación, que digamos. Simplemente estaba buscando la casa de unos amigos y no di con la dirección correcta. No tiene mucho más misterio.

-Pero estabas llorando... - murmuré.

-Alergia - respondió él de inmediato -. Fue un día horrible. Me lloraban los ojos, me encontraba mareado. Ya viste lo despistado que estaba. Ni siquiera vi ese coche. De no ser por ti... - su rostro se tornó en una mueca de pavor supongo que al haber reproducido en su mente la imagen de lo que podría haber ocurrido - Gracias por eso.

-No es nada.

-¿Ahora puedo hacerte yo una pregunta?

-Claro - sonreí.

-¿Cuál es exactamente el problema entre tu madre y tú? Siempre está hablando de lo orgullosa que está de ti y de lo mucho que te quiere. Siempre me cuenta cosas buenas de ti pero tú no pareces estar muy a gusto con ella.

-No sé como tomarme que solo diga cosas buenas de mí. ¿No se supone que para vosotros, lo bueno es malo o algo así? - pregunté. Michael rio antes de comenzar a hablar.

-No tiene nada que ver con eso. El bien y el mal son relativos cuando hay amor de por medio. A tu madre no le importa hacer daño a las personas. De hecho, le encanta. Pero no soportaría verte herida. Jamás intentaría dañarte, ni dejaría que otros lo hicieran. Eres la excepción de esa regla. Porque te quiere.

-Tampoco me lo ha demostrado - susurré con un nudo en la garganta.

-Puede que si lo haya hecho. Pero te disgusta tanto esta nueva versión de ella que no quieres aceptarlo. ¿Tengo razón? - me sonrió y, al ver que una lagrima rodaba por mi mejilla, acercó su pulgar para secarla.

-Tal vez - miré hacia el suelo -. Es solo que echo en falta el sentimiento familiar que tenía antes. Tampoco éramos uña y carne pero lo llevábamos bien. Y ahora todo ha cambiado.

-No todo. Ella te quiere. Como siempre lo ha hecho. Y aunque no lo hiciera. Estoy seguro de que nunca vas a estar sola.

-En realidad antes no me sentía así. ¿Recuerdas a los vecinos de la casa que mencioné antes? ¿Los Langdon? Desde que la situación con mi madre cambió, ellos se volvieron como una especie de familia alternativa para mí. Sentía que podía contar con ellos en cualquier momento. De verdad que sí. Creía que podía refugiarme en ellos cuando lo necesitara - suspiré -. Pero las cosas también han estado muy raras con los Langdon, y hoy ni siquiera estaban en casa. Te juro que me hacían sentir tan querida... - cuando me giré para mirar a Michael, vi que estaba sonriendo pero también me di cuenta de la nostalgia reflejada en su mirada.

-Estoy seguro de que te adoran.

-Es posible - me encogí de hombros.

-Créeme. Lo sé.

empty space ; Michael LangdonWhere stories live. Discover now