Capítulo IX

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9. Wrong expectations.

- Venga, arriba. Sal de la cama. ¿Has visto que hora es?

Solté un quejido y en cuanto Miriam abrió las cortinas y dejó entrar la luz del sol, me escondí bajo la almohada. El dolor me taladraba la cabeza. Me sentía como en una mañana de resaca solo que sin haber probado una gota de alcohol. Aquella sensación era el resultado de una larga noche entre lágrimas. Lo que Michael me había dicho... Me había pillado tan desprevenida. Mis expectativas de él eran claramente erróneas y me arrepentí en el momento en el que decidí que podía confiar en él.

-Mamá. Solo déjame, ¿vale?

-Mira Elle, te dije que Michael no era bueno para ti. Y así lo sigo creyendo. No sé que pasó entre vosotros ayer para que tú no quieras salir de la maldita cama y él no tenga apetito ni para probar bocado del desayuno. Lo que sí sé es que en cuanto vuelva de hacer la compra, tú vas a pedirle perdón a Michael-¿Cómo que pedirle perdón a Michael?

-¡Pero mamá! Yo no...

-Ya sé que tú no hiciste nada. Al menos tú crees que no lo hiciste. Pero Michael no es como tú. Él no entiende los conceptos de lo que está bien y lo que está mal igual que tú. Puede que tú creas que llamarle buena persona es algo que pudiera resultarle reconfortante o que le iba a dar esperanzas. Pero créeme. Para él no hay nada más decepcionante que ver la bondad que hay en su interior.

-Pero...

-Ahora vístete y baja a desayunar. Me voy con Michael a comprar algo para comer y algunos ingredientes para el ritual de esta semana.

-Está bien. Ahora bajo.

Mi madre me dedicó una pequeña sonrisa antes de desaparecer por la puerta. Y ahí me encontraba yo. Intentando adaptar mis sentimientos a los de una persona que jamás iba a pensar de la misma forma que yo. ¿Cómo entendería Michael el amor? Porque para mí la definición de amor se resumía en las últimas semanas que había pasado junto a él. Y pensaba que para él significaba lo mismo. Sin embargo fue el propio Michael quien me sacó de dudas. Él dijo que podía hacerme daño. Que lo haría. Que no dudaría en hacerme arder en el infierno.

Aquello lo dijo la persona con la que esa misma noche me había tumbado a ver las estrellas. La persona que con solo escuchar su respiración, me proporcionaba una paz inquebrantable. La misma que entró en mi habitación, vulnerable. Sin embargo, terminó comportándose como un monstruo. Rompiéndome sin pararse un segundo a pensarlo.

Pero ser débil no va conmigo. No dormir en toda la noche por escuchar aquellas palabras llenas de rabia, de asco, de inhumanidad. Si había algo que me decepcionase más que su comportamiento, era mi reacción de niña inocente y enamoradiza. Como esas protagonistas de libro cliché que dejan empapada la almohada y esperan que su príncipe azul venga a rescatarlas. No. Definitivamente aquello no iba conmigo.

Por eso me armé de valor y bajé las escaleras hacia la cocina, dispuesta a hacerme un desayuno completo a pesar de que apenas tenía hambre. Pero necesitaba fuerzas porque aquel día no pensaba quedarme encerrada en mi cuarto llorando.

Ni hablar.

Iría a la casa de los Langdon para ver si ya habían regresado a su hogar. Y si no, siempre podía entrar por la otra puerta y arreglarles un poco el jardín. O tal vez llamaría a mi amiga Serena para ir en coche a la playa. Podríamos aprovechar el buen tiempo para ponernos al día y dar una vuelta por el barrio. Quizás me diera tiempo a todo si me organizaba bien la mañana.

Desenchufé el teléfono que había estado cargando durante toda la noche para descubrir que la propia Serena me había mandado algunos mensajes para quedar conmigo. Decidimos encontrarnos en la esquina en la que se cruzaban nuestras calles. Era lo bueno de aquel barrio. Estaba muy alejado de casi todo lo relacionado con el ocio y los centros comerciales, pero estaba muy bien organizado de manera que todos vivíamos cerca de todos.

Me encerré en mi falda vaquera y me puse una camiseta negra cualquiera. Hasta que me di cuenta de que estaba rota por las costuras y tuve que cambiarme otras tres veces porque me veía mal con todo. Digamos que volví a ponerme la camiseta rota porque sí, estaba rota, pero al menos me veía bien con ella.

Cogí mi bolso y las llaves, y salí de mi casa, exponiéndome a ese sol infernal, que da un calor de esos que te agotan antes de que des diez pasos. Vi la melena negra de Serena antes de doblar la esquina. La vi corriendo hacia mí, abrazándome y haciendo una maniobra con la mano para no quemarme con el cigarro que llevaba entre sus dedos.

- Tia, parece que ha pasado toda una vida - dijo entre risas mientras se enganchaba a mi brazo -. Bueno, ¿y qué hacemos ahora?

* * * * * *

Salimos de la cafetería de mi calle, batidos en mano, dispuestas a sentarnos en el primer banco que viésemos. Aquella conversación se estaba torciendo de muy mala manera.

- ¿Pero qué dices? ¡Ese tío está jodidamente loco!

- De verdad, Serena. Sentía que tenía un vínculo de verdad con él. No lo viste aquella noche, en la excavación de la antigua obra, cuando mirábamos las estrellas. Nunca me había sentido tan especial en mi vida.

- No te rayes, Elle. Por lo que me has contado, lo que te dijo de que te haría arder... ¿Pero qué clase de psicópata es? Los tíos son así. Te dicen muchas cosas bonitas al oído y de repente ¡PUM!, agresión verbal. Te amenazan y te gritan. Son claros signos de violencia. Lo leí en @consejerafeminista, la cuenta esa de Instagram.

- Pero por lo que me ha dicho mi madre, él no tiene muy clara la diferencia entre el bien y el mal.

- Ningún machista la tiene. Además, Miriam no es la más indicada para hablar. ¡Está en una jodida secta!

- Vale, ya. Tienes razón. ¿Y qué debo hacer? ¿Ignorar mis sentimientos? - bajé la mirada a mi batido, para luego probarlo por primera vez. Estaba tan inmersa en nuestra charla que se me había olvidado que llevaba aquel vaso entre mis manos.

- Te aseguro que no es el único tío del mundo. Hay muchísimos chicos. Y bueno, hasta me puedes utilizar a mí para sacar ese clavo.

- Ya ligas hasta con tu mejor amiga.

- No se puede desaprovechar ninguna oportunidad.

- Ya veo que no.

Serena sorbió hasta la última gota de su batido cuando recibió una llamada de su madre. Casi podía oírla gritar desde el teléfono, diciendo que fuera a su casa a estudiar inmediatamente. Serena había suspendido 4 asignaturas y tenía que recuperarlas a lo largo del verano. Casi todos los años era así. Pero este era el primero que lo veía de cerca. En los años anteriores, para mí había sido una niña borde y rebelde a la que le daba igual todo y que suspendía para llamar la atención. Este año lo había entendido todo. La ansiedad apenas le dejaba concentrarse. Tenía la sensación constante de que iba a fallar y eso la agobiaba. Teniendo en cuenta además la presión continua a la que le sometía su madre. Antes era una borde y una rebelde, pero aquel año empecé a verla como la chica fuerte y valiente que siempre había sido.

Se despidió de mí, casi con lágrimas en los ojos. Le estreché la mano intentando enviarle mis ánimos a través de aquel gesto.

Y me encaminé a la casa de los Langdon con la intención de limpiar su jardín y tal vez desenterrar aquellos marchitos rosales.

Capítulo dedicado a @AliCncoTvdTo

empty space ; Michael LangdonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora