Capítulo 11

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Ahí estaban ambos, frente a frente, cogiendo aire y expulsándolo de la manera más rápida que sus pulmones les permitían.

Amaia quedó shockeada y Alfred destrozado. Ambos se sentían mal y no sabían por qué. Bueno, sí que lo sabían pero no querían admitirlo. No querían aceptar que se estaban muriendo el uno por el otro, su orgullo era más grande que sus sentimientos.

- Necesito estar sola - rogó Amaia.

El chico agachó la cabeza en señal de rendición y se alejó de ella. Volvió al baño, se apoyó en la pila de este y comenzó a llorar. Expulsó tantas lágrimas que pensaba que quedaría allí disecado.

Amaia, por su parte se sentó en el sofá, se acurrucó con la manta e hizo lo mismo, llorar como si no hubiese un mañana.

Los nudos en la garganta les impedían decirse todo lo que se querían y esos nudos estaban reinados por el miedo y las inseguridades. A que nada fuese como antes, a no recibir de la otra persona lo que esperan y, sobre todo, a ser traicionados.

Quizás, eso era una gran barrera en la vida sentimental de ambos pero, no hay ninguna barrera que llegue más allá del cielo y no pueda sobrepasarse. Y todos sabemos que, si dos personas se quieren de verdad y están predestinadas, por mucho que la vida ponga trabas, lo conseguirán, o eso debería ser.

Después de un rato bien largo Amaia, tras cansarse de llorar, volvió a caer en brazos de Morfeo y Alfred, después de haber expulsado lo que tenía que echar se armó de valor, necesitaba conseguir la confianza de Amaia y demostrarle que, lo que sentía no era una tontería y mucho menos un juego. Salió del baño centrado en todo lo que iba a decir hasta que se la encontró allí, otra vez dormida.

Se acercó a ella situándose de cuclillas a su lado y las vio, las lágrimas continuaban allí, en su rostro. Con su mano se las quitó, no merecía que estuviera pasando por eso, Amaia no.

No se lo pensó dos veces, necesitaba hacerlo y lo necesitaba ya. Cerró los ojos, no podía mirarle a la cara y pronunció esas palabras que tanto hubiera ansiado escuchar la chica:

- Juro que no pararé hasta que vuelvas a confiar en mí, te quiero más que a nada en este mundo y ahora mismo no puedo imaginarme una vida si no es a tu lado.

Sorbió la nariz, terminó de retirar sus lágrimas y poco a poco fue acercando su cara a la de la joven, casi rozándola y se atrevió.

No había ningún impedimento y se dejó llevar por el impulso, unió sus labios con los de Amaia dando un suave beso que le sentó como hubiese estado en el cielo durante unas milésimas de segundo.

- Te quiero - susurró mientras esbozaba una sonrisa de oreja a oreja.

- Y yo - musitó una Amaia sorprendiendo al joven.

La chica, con los ojos cerrados, todavía, había respondido a lo que dijo el joven haciendo que las facciones de su cara cambiaran completamente, no se lo esperaba para nada.

- Chocolate - susurró de nuevo la joven.

Y, ahí se dio cuenta Alfred, Amaia estaba durmiendo, no se lo había dicho de verdad, solo había hablado dormida.

Este rió ante la ocurrencia de que Amaia le había contestado. Sonriente, negó con la cabeza mientras la volvía a tapar bien con la manta.

Cogió un extremo y la colocó alrededor de su cuello, cogió el otro con la derecha y con su izquierda agarró con suavidad la mano de la chica para poner la tela por encima, cuando la colocó bien se volteó para irse a la habitación pero, cuando inició la marcha, algo se lo impidió.

Trato hecho | ALMAIAWhere stories live. Discover now