Hace muchos años atrás, en un mundo desconocido, de los tantos que hay en este basto universo, también desconocido para la mayoría de los hombres que no se imaginan los secretos y maravillas que se esconden dentro de él. No todo es lo que parece y las cosas maravillas se esconden en la sencillez de este universo.
Nos encontramos en la tierra de neferet, una región donde dominaba hace un tiempo la guerra, pero con la ayuda de valientes guerreros se encontro la paz, hasta ahora. En aquel lugar, en el norte, se encontraban varios reinos, los cuales estaban liderados por varios reyes. El reino más importante era el reino de utope, el cual era un reino prospero que había alcanzado su esplendor luego de interminables guerras sangrientas con otros reinos: pues ahora era quien tenía el control.
Otro reino cercano era el reino de damao. Un reino donde florecía la belleza, se dice que sus habitantes eran mágicos, magos , brujas y todo tipo de cosas que puedas imaginar, su rey, decían, provenía de un dios, un dios con un gran martillo.
Más al sur de estos reinos había un reino pequeño, Castrillón, de este reino salían las armas, navíos y artillería de los demás reinos, pues se decía que quienes creaban todas las cosas, eran unos seres mágicos, constructores que todo lo podían hacer y de la mejor calidad.
Por ultimo mis queridos amigos, les tengo las tribus que se ubicaban rodeando a Castrillón, no era un reino como tal, como lo venía diciendo eran tribus, las cuales eran independientes unas de las otras. No había quien mandara desde ya hace mucho tiempo, cuando todas las tribus se unieron y formaron un gran ejército, tan grande que pudieron acabar con los invasores, que venían de distintas regiones, aquellos invasores pensaban que sería fácil al saber que no había alguien que los liderase pero al parecer no fue tan fácil y todos se unieron. Al final milgurd gano pero no hubo jamas otro líder.
Estos 3 reinos, junto a la región de milgurd darán de qué hablar en esta pequeña historia, pues habrá personajes célebres, poderosos, astutos y ambiciosos.
Hay tiempo de paz en los reinos del norte, no hay guerras, ni hambruna, ni conflictos entre reinos, se puede decir que todo va excelente, y si, quizás sí.
Utope estaba liderado por un rey llamado likan, tenía un hijo llamado finn, príncipe del reino del norte, utope. Al rey le hacía falta una esposa, ya que su esposa murió al dar a luz a su hijo finn. Esto le provoco una inmensa tristeza a el rey, el cual en su luto, lloro y lloro sin cesar, amaba a su esposa como a nadie, pero tenía claro que debía gobernar y que también tenía que hacer de su hijo un gran guerrero, alguien digno de tener el trono cuando llegue el momento.
Acontece que un dia el príncipe finn, se encontraba en los patios de su hogar, un gran castillo, que estaba al final de una gran cuidad amurallada. Aquel castillo vaya a saber yo cuantos pies del altura tenia, pero vaya que era hermoso. El príncipe finn estaba en el jardín, entrenando junto a algunos soldados que su padre había designado para entrenarle junto con su general de guerra, narendra, era su nombre.
-Debes hacerlo mejor , finn, si quieres ser un gran guerrero. Le decia al joven principe mientras luchaban.
- ¿Acaso hay guerra? ¿no es algo loco e inapropiado que siempre estemos tan preocupados?- Dijo finn-
-Claro que no, no sabemos cuándo pueda surgir un conflicto que ponga en riesgo nuestro reino, junto con su pueblo, aunque no lo creas, tu padre y nosotros sus jefes de guerra, sabemos que las cosas pueden cambiar en cuestión de segundos. -decía mientras luchaba con el príncipe-. Las dos espadas sonaban mientras se rozaban, y así seguían luchando, de repente. -finn cayó al suelo. – Incluso, si fueras mi enemigo, hace unos segundos estarías vivo y ahora ya no, mi espada habría atravesado su garganta, mi majestad. Dándole a entender que las cosas llegan a cambiar en momentos inesperadas.
-Es todo por hoy, dijo narendra.- Mientras ayudaba a levantar al príncipe. –Lo hiciste bien- y este asintió.
Probablemente el problema de finn era que era muy joven, pensaba que los tiempos de paz durarían siempre, pero los hombres sabios, aunque quieran que sea así, saben que jamás será así. Pues el mal siempre está asechando, esperando pacientemente por su próxima víctima.
