02. Renovando emociones

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Siempre estuve seguro de que Hoseok era un individuo impredecible y a quién le encantaba destacar, a veces intencionalmente y muchas otras sin siquiera ocuparse en ello, nunca parecía adaptarse a un mismo sitio del todo, tan volátil y lleno de emo...

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Siempre estuve seguro de que Hoseok era un individuo impredecible y a quién le encantaba destacar, a veces intencionalmente y muchas otras sin siquiera ocuparse en ello, nunca parecía adaptarse a un mismo sitio del todo, tan volátil y lleno de emoción desbordante que de alguna manera me llenaba de ánimo a mí también y me hacía querer unirme a sus ansias de nuevas experiencias, aunque al final caía en la misma apatía al verlo ser tan feliz, la verdad es que a veces le tenía un poco de envidia y eso me hacía sentir repulsión por mí mismo porque Hoseok era mi mejor amigo, pero éramos tan distintos de una manera incompatible y, que contra todo pronóstico, funcionaba para ambos. Aunque había ocasiones en las que mi negatividad irremediable hacia la vida lograba alejarlo un poco de mí para respirar nuevos aires y tener frente a sí un ambiente distinto al que yo podría ofrecerle. No podía culparlo, hasta yo mismo reconocía lo pesado que podía tornarme con los temas que me molestaban y las cosas que quería lograr, las poquísimas cosas que lograban captar mi interés pero que consumían todas mis ganas de pensar en algo más. Reuniones, escritos, artículos rechazados en el periódico escolar, sociología, juventud y todas esas cosas con las que uno puede sentirse revolucionario a los 17 años.

Aquel pensamiento pasaba por mi mente mientras lo escuchaba con su característica elocuencia responder a las preguntas de coreano tradicional y de nuevo le tenía envidia, porque individuos como él, que eran beneficiados con el don de la buena memoria, le hacían destacar en un sistema educativo basado en la repetición enfermiza. Maldito Hoseok, cuánto le odio por ser mejor que yo en todo y aun así darse la caridad de hablarme como si fuésemos iguales.

Me es fácil odiar a la gente. Incluso si la aprecio.

ㅡJeon, es su turno de leer su ensayo, puede hacerlo desde su sitio ㅡdespertar de mi ensoñación fue más desagradable que otras veces y aclarándome la garganta, tuve que declarar la verdad.

Señor juez no hice la tarea, soy culpable, daré una disculpa y todos a casa, ¿Qué le parece? Ese era el diálogo que tenía en mente, pero lo que salió de mi boca más bien fue:

ㅡ¿Era para hoy? Lo olvidé, me confundí con el ensayo de historia. ㅡA pesar de mis instintos de revoltoso, cuando me enfrentaba cara a cara con la autoridad prefería pasar de largo antes de pelar una batalla que sabía desde el principio perdida.

Lo que siguió fue lo de siempre, aquel sermón acerca de lo terrible e insufrible que sería la universidad para aquellos que aún no podíamos acatar las órdenes a ojos vendados. "En la universidad no pueden seguir confundiéndose con las tareas", "Una semana aquí no se compara a un solo día de universidad", "La mitad desertará antes de que termine el semestre".
Gracias por creer en los estudiantes que ustedes mismos están formando. Me muero ganas de entrar a la carrera con esas expectativas. (Cosa que, claro, solo pensé mientras escuchaba con rostro somnoliento).

Hay tantas cosas que me molestaban aquel día: el clima caluroso, las tres clases del día de dos horas cada una y que ninguna terminaba por gustarme, Hoseok decidiendo ignorarme y yo que ni siquiera podía cargar con mis propias ganas de dejar todo de lado y perderme en un parque para escuchar música y sentir el viento en el rostro. Me sentía solo y abrumado ante mi propia indiferencia hacia la vida, por lo que busqué entre mis pensamientos alguno que me hiciera levantar la guardia y al final decidí que la última clase no era necesaria, igual ya estaba seguro de que no había mucho que hacer para subir mi mísero promedio que a duras penas se mantenía en la zona cruzando la línea entre los aprobados y los reprobados. Los exitosos y los inútiles, yo lo sentía más bien de esa manera. Además, ¿Quién iba a notar mi ausencia en la clase?

Cuando coreano tradicional terminó tomé mis cosas antes de que el próximo profesor entrara en el aula y me fuese más complicado escabullirme sin recibir otro sermón (que ya de por sí me tenían podrido) y de pronto la vida no parecía tan mala, tampoco me resultaba especialmente emocionante saltarme clases pero al menos era más entretenido que estar dos horas escuchando por qué Corea del Sur era un país superior, una potencia en auge que destronaría a toda nación en unos años con nuestra ayuda ¡Porque somos el futuro!, o como formalmente se le decía: la clase de Identidad Cultural.

Mientras pensaba que haría después, me fumaba un cigarrillo en la parte trasera de la escuela para, debo admitir, verme más interesante ante las miradas curiosas de otros estudiantes y adultos que murmuraban entre ellos como los más jóvenes ya no teníamos decencia, aquello me ponía hasta un poco de buenas, pues siendo sincero, fumar no significaba nada para mí más allá de causar un impacto en mí imagen, el olor a cigarro nunca me gustó, la sensación de ir medio mareado por la vida tampoco me resultaba algo llamativo y tampoco tenía para mí un sentido "terapéutico" o relajante como había escuchado tantas veces de otras personas, simplemente lo hacía por mera estética, porque me dotaba de una superioridad estúpida ante el resto de chicos que seguían las reglas y les escandalizaba un simple cilindro de tabaco. Ser consciente de todo esto me hacía sentirme bajo control.

Estaba demasiado absorto en mí mismo, cómo es de costumbre, que no me dio tiempo de apagar el cigarro y tirarlo lejos de mí cuando el profesor Seokjin ya se acercaba tras estacionar su coche, no parecía molesto, creo que ni siquiera le importaba lo que yo hiciera con mi vida, simplemente se limitó a dedicarme una inclinación a forma de saludo que le regresé de inmediato y ni su mirada, ni sus ademanes se mostraron sorprendidos ante mi actitud, al contrario parecía hasta divertido, como siempre tratándome como un crío inexperto con un deje de ironía en su saludo respetuoso y su sonrisa ladina. Por un lado, me alivió no recibir ningún comentario de su parte, pero por el otro, me causó cierta incomodidad ni siquiera haber recibido un un sermón o advertencia al respecto, supuse que desde el roce que tuvimos la primera clase, Kim Seokjin había decido que no valía la pena preocuparse por mí. Pero antes de dejar que aquella suposición me afectara, decidí ir a caminar a un centro comercial, comprar un boleto de cine e irme hasta la parte de atrás de la sala y dormir un rato.

Ese día estaba triste, más desanimado que de costumbre y andar errante por la vida me parecía igual de lamentable que ir al cine sin compañía, que saltarme las clases sin ningún plan divertido, sin ni siquiera poder regresar a casa porque mis padres estaban ahí.

Siempre he pensado que hay personas destinadas a ser marginadas, a ser la clase de ejemplo que los demás les ponen a sus hijos de la persona en la que ellos no quieren convertirse, las que representamos todo lo mediocre y lo malo de la sociedad, pero que al final somos necesarios para el resto de las personas tengan algo con que comprarse cuando se sienten decaídas. Hacía mucho que yo había aceptado ese destino, el "éxito" no es para todos y yo estaba más que bien con eso. De verdad lo estaba.

Quizá mi generación en conjunto no estaba perdida, pero individuos como yo, que los hay en toda época, sí que lo estábamos. A veces me sentía sin remedio y solo quería un abrazo y un "todo estará bien" vacío pero que al menos era algo.

Las cosas estarán mejor mañana. Escribiré una entrada en mi blog, sacaré provecho de mi tristeza, hablaré con desconocidos por internet y mañana las cosas estarán bien.

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Volví con un capítulo cortito y sin mucho movimiento pero que creí necesario para entender un poco más al personaje de Jungkook.

Nota: Las cosas en italica son los pensamientos de Jungkook tal y como él los piensa.

La generación perdida | JinKookWhere stories live. Discover now