11/02/19

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—¿Qué tal ese? —señaló a un tipo que estaba en la pista moviendo sus caderas al compás de la música.

—Es gay y ya no quiero más de esos —tomé mi vaso y tomé su contenido de un sólo trago.

—No, no lo creo, mi... —un chico se acercó y lo besó.

—¡Te lo dije! —lancé una carcajada.

—Me falló —señaló su ojo.

—Ahora tú, mira esa chica, no deja de verte. Ve a bailar con ella  —lo empuje.

—Bien —asintió y se acercó a ella.

Al principio ambos discutimos pues ninguno quería acercarse a nadie, así que hicimos un trato, el que no bailara o no se acercara a la persona que el otro le decía, debía tomarse unos diez shots de cualquier licor.

Allan y la chica empezaron a bailar, en un momento ella rodeó sus brazos al rededor se su cuello y lo besó, él respondió a su beso, pero cuando la canción terminó se despidió de ella y volvió a la barra donde estaba yo.

—No es mi tipo —hizo una mueca.

—Me di cuenta —reí y tomé nuestras copas—. Brindemos por otra decepción —lo hicimos.

—La verdad es que ya me aburrí, ninguna me gusta y eso que me he besado con muchas, a ti tampoco te gusta ninguno —hice una cara de desagrado—. ¿Nos vamos a casa?

—¿Pero seguimos mañana? —sonrió.

—Seguimos mañana —vio su reloj—. Son más de las dos de la mañana, así que seguimos en la tarde.

—Entonces vámonos.

-♥-♥-♥-♥-♥-

—No lo puedo creer —Yaneth estaba que brincaba en un pie, caso literal—. En menos de un día has logrado lo que yo no en meses.

—¿Podrías bajar la voz? —le pregunté hecha un ovillo en el sillón.

La resaca me está matando.

—Es que estoy emocionada —se sentó frente a mí—. Mi primo salió de la casa, por su propia voluntad y cuando llegaron se veía feliz.

—Lo vi —dije con los ojos entrecerrados por el sueño—. ¿Ya me puedo ir a dormir?

—Tienes que contarme todo.

—¡Aaaaah!


-♥-♥-♥-♥-♥-



Para cuando dieron las ocho de la noche Yaneth y Chip ya no estaban y Allan y yo estábamos listos para salir de nuevo en busca de nuestro otro extremo y alguien con quien ir a la fiesta de Chip y Yaneth el día de San Valentín.

—Encontré esta imagen —le mostré mi celular a Allan, que río.

En la imagen salían dos muñequitos atados por el hilo rojo, la chica halaba el hilo hasta que tenía a su lado al otro extremo.

—Si pudiera lo haría —me devolvió el celular—. Lástima que no veo mi hilo —levantó su brazo y vio su muñeca, luego su dedo meñique.

—Ya somos dos —llevé a mis labios la pajilla de mi malteada y empecé a succionar, hasta que se acabó.

—¿Segura que no quieres tomar hoy? —vi a Allan.

—Segura. Aún no me recupero de la resaca de anoche.

—Yo opino que sí deberíamos hacerlo, sino no tendremos valor para buscar a alguien.

—¿Por qué mejor no damos un paseo? —me encogí de hombros.

—¿Un paseo? No creo que así encontremos a alguien, no quiero estar solo en esa maldita fiesta —se rascó la nuca—. En serio, odio a Chip y a mi prima, como ellos están felices hacen una maldita fiesta.

—Lo mismo les dije yo.

—Aparte ni siquiera entiendo como será eso, todos estarán atados por un hilo, que idiotez, terminaremos en el piso enredados como una enorme bola de estambre —reí.

Allan tiene un gran sentido del humor.

—¿Sabes qué? —lo vi—. Vamos a dar un paseo por acá, hoy nos tomaremos el día libre, yo tampoco quiero tomar y sino lo hago no tendré valor para acercarme a todas esas chicas y mucho menos besarme con ellas.

Sin decir más, ambos empezamos a caminar, un señor estaba vendiendo algodones de azúcar y Allan compró dos.

—Oye, ¿por qué aún no logras superar a tu ex? —le pregunté mientras caminábamos por el parque.

—No lo sé —se encogió de hombros—. Creo que estaba muy enamorado.

—O muy acostumbrado —dije sin verlo.

—¿Tú ya lo superaste? —lo vi—. ¿A tu ex?

—¿Superar? No lo sé, pero al menos empiezo a acostumbrarme a estar sin él, así a como alguna vez me acostumbré a estar con él.

—En eso tienes razón, nos acostumbramos demasiado a las personas y cuando se van no logramos darnos cuenta que no son indispensables.

—Por esa razón sufrimos como idiotas —suspire.

—Porque los seres humanos nos mal acostumbrados a estar acompañados, por Dios, nosotros somos suficientes, ¿para qué más personas?

—Que joden la vida —ambos nos vimos.

—Lina, definitivamente me encanta estar contigo.

—Y a mí contigo.

—Salud por la no compañía —chocamos nuestros algodones y reímos.

—Pensándolo bien, creo que deberíamos ir a casa y tomar algunas cervezas de las de Yaneth —dije.

—Concuerdo contigo.

El otro extremo.Where stories live. Discover now