13/02/19

223 18 0
                                    

Abrí los ojos y me asusté al ver a Lina sentada a mi lado, con los  ojos rojos e hinchados. Me senté y acaricié su mejilla.

—Ya no sigas llorando —hizo un puchero.

—Es que soy una estúpida —la abracé.

—Eso no es cierto —acaricié su cabello—. Sólo te equivocaste, nada más.

—De no ser por ti no sé que hubiera pasado —me abrazó fuerte y empezó a llorar.

Hoy por la madrugada mientras seguíamos en el bar Lina fue al baño, a mí me llamó la atención que se tardara tanto, así que fui a buscarla.

A fuera del baño de mujeres estaban dos chicas esperando, les pregunté cuánto tiempo llevaban ahí y me dijeron que ya bastante, así que sin importarme que fuera el baño de chicas entré.

—Suéltame —pidió Lina.

El tipo que anteriormente la había invitado a bailar, ahora la tenía contra la pared besando su cuello y tocándola, mientras ella trataba de apartarlo.

—Suéltala —lo tomé del hombro, lo aparté de ella y lo golpeé en la cara, él de inmediato reaccionó y me golpeó en la cara.

Yo le devolví el golpe y seguí haciéndolo hasta que quedó en el piso.

—¿Estás bien? —le pregunté a Lina, que asintió y se lanzó a mis brazos.

Después de eso todos regresamos a casa y ella después de tomar un baño se quedó a dormir conmigo. Se sintió muy bien poder ayudarla y más aún poder abrazarla mientras dormía.

—¿Te duele? —me preguntó cuando nos separamos y vio mi labio.

—No tanto como a él —bajó la mirada—. Ya no estés triste, mejor sigamos durmiendo —dije al ver que eran las seis—, recuerda que les vamos a ayudar a la chicos con la fiesta.

—Está bien, de todas formas estoy cansada —se recostó a mi lado y la abracé.

—Descansa.

-♥-♥-♥-♥-♥-

—¿Entonces por ahí entran los hombres y por ahí las mujeres? —señalé ambas puertas que por ahora están cerradas.

—¿Y sino están solteros? —les preguntó Lina.

—Entran por aquella —señaló una puerta más grande detrás de mí.

—Todavía no entiendo como todos estarán atados por un hilo rojo —me rasqué la sien sin poder entender.

—Este será el centro —Chip señaló un corazón de plástico—, aquí hay un conjunto de poleas pequeñas, que yo hice, donde estarán los hilos rojos.

—No serán muchas personas, sólo nuestros amigos, así que no habrán problemas con que se enreden todos.

—Que bueno, porque no quiero terminar en el piso —Lina ya se había ido a sentar a la mesa donde estaban muchas pelotas de estambre rojas.

—Vamos a ir a comprar pollo para comer, ¿quieres? —me preguntó mi prima.

—Claro —asentí y cuando ellos se fueron yo me acerqué a Lina.

—¿Estás bien? —pasé un brazo por sus hombros.

—No puedo dejar de pensar en lo que pasó anoche —se pasó ambas manos por la cara—. Sino hubieras estado ahí...

—Estuve ahí, así que no pienses más en eso, no pasó, ya olvídalo —la abracé fuerte—. Mejor cuéntame, ¿ya sabes qué te pondrás mañana?

—No, quería comprar un vestido, pero no tengo ánimos —recostó su cabeza en mi hombro—. Es más, creo que no vendré...

—Por supuesto que no vas a faltar —me puse de pie—. En cuanto comamos y terminemos con todo acá, nos vanos a buscarte un vestido y de paso alguna camisa para mí.

—¿De qué color? —me preguntó interesada.

—Negra, por supuesto.

—Si tú compras una camisa de color, yo voy a intentar olvidarme de todo y vendré a la fiesta.

Desde hace tiempo no uso ropa de color y ella lo sabe, por eso esta propuesta.

—Sabes que eso no me gusta —me rasqué detrás de la oreja. Ella hizo un puchero—. Pero... Lo haré sólo para que vengas conmigo —abrió los ojos—. Por cierto, ¿quieres ser mi compañera el día de San Valentín?

Sonrió, se puso de pie y me abrazó.

—Por supuesto que sí. Serás el mejor compañero que podré tener el catorce de febrero.

—No sólo seré tu compañero, mientras no encuentres a tu otro extremo, yo estaré aquí.

—Hasta que encuentres tú otro extremo, yo también estaré aquí, porque me atrevo a decir que eres mi mejor amigo.

—Y tú la mía.


-♥-♥-♥-♥-♥-


—Ese vestido te queda de maravilla —era uno blanco, por arriba de la rodilla, con mangas y de una tela que tiene muchos huequitos.

Bueno, no sé mucho de vestidos.

—¿Si verdad? —preguntó viéndose—. Me lo voy a llevar y los zapatos también.

—Perfecto —asentí.

—Ahora pruébate las camisas que escogí —me puse de pie y bufé.

—La verdad no sé... —puso su dedo índice en mis labios.

—Allan, no quiero volver a tener esta discusión —asentí y fui a probarme las camisas de colores.

Las primeras tres que me probé no le gustaron, gracias a Dios porque a mí tampoco, pero la cuarta fue la vencida, esa le encantó y a mí... No estaba mal.

—Los colores te quedan muy bien —levantó ambos pulgares—. Tenemos que venir de compras más seguido.

Pobre mi oscuro closet.

El otro extremo.Where stories live. Discover now