Epílogo

314 27 9
                                    

Me até el cabello y me vi en el espejo, revisé mi maquillaje y sonreí, estoy muy emocionada por la sorpresa que me darán hoy. Alice la falda de mi vestido y salí de la habitación, bajé los escalones con cuidado de no caer por mis tacones y por el nervio que sentía, mis piernas estaban temblando.

—Apresurate —me dijo Chip que estaba esperándome con Yaneth— me haré viejo.

—No molestes Chip —Yaneth lo golpeó en el brazo.

—Es que se tarda mu...

—Shhh —él se cruzó de brazos como niño regañado.

—Estoy nerviosa —confesé cuando llegué hasta ellos.

—Tranquila, te aseguro que la sorpresa no es la gran cosa —Yaneth hizo un ademán con su mano.

—Pero Allan...

—Ignora a Allan, él es raro, te lo he dicho siempre, ni siquiera sé porque te quedaste con él —reí.

—El amor es ciego —ambas lanzamos sonoras carcajadas.

—¿Salimos ya? —preguntó Chip todo serio, cosa que nos hizo reír a ambas.

Salimos de la casa, cuando llegamos al jardín todos los presentes centraron su mirada en nosotros, principalmente en mí, cosa que ne provocó ganas de esconderme. Chip y Yaneth se fueron con los papás de ella y me dejaron sola ahí, siendo el centro de atención, ¿por qué Allan me hace pasar por esto?

—Lina —vi a mi lado y ahí estaba mi novio, vistiendo un bonito traje azúl marino con camisa blanca.

Han pasado dos años desde que nos conocimos y en éste tiempo me he encargado de renovar su closet, ahora el 80% es de color, el otro 20% aún sigue siendo negro. Las costumbres no se cambian de un día para otro.

—Cariño, han pasado ya dos años desde que apareciste en mi vida, dos años en los que te has encargado de hacer de mí una mejor persona, dos años en los que me has vuelto loco de amor —mordí mi labio inferior intentando no sonreír como el guasón—. Por eso hoy acá, frente a todos, quiero pedirte que me hagas el honor de ser mi esposa.

Mi mandíbula cayó al piso, mi corazón dejó de latir, todo a mi al rededor se detuvo y sus palabras se repetían una y otra vez en mi mente.

Ser mi esposa.

¿Esposa?

¿Quiere que me case con él?

¿Estoy soñando?

¡Esto es una locura!

Agite mi cabeza y lo vi, estaba sobre su rodilla, viéndome con esos preciosos ojos que tiene, en sus labios había una de esas hermosas sonrisas que tanto amo y en sus manos... Había una caja y dentro de ella un anillo con una roca sobre el.

—Lina, ¿aceptas ser mi esposa? —tomé una gran bocanada de aire y asentí.

—Sí mi amor —se puso de pie y me abrazó—. Te amo.

—Yo te amo a ti preciosa —tomó mi mejilla con una de sus manos y me besó—. Voy a ponerte la sortija.

—Me tiembla la mano —dije cuando agarró mi mano izquierda y ésta no dejaba de temblar.

—A mí también —no era broma, su mano también estaba temblando. Sacó el anillo de la caja y lo deslizó lentamente por mi dedo anular—. Espero que te guste, lo escogí con mucho amor para ti.

—Está precioso, mi vida —me vio a los ojos y ambos sonreímos.
—¡Nos vamos a casar! —gritó Allan antes de tomarme de la cintura, levantarme del piso y darme vueltas.

Todos empezaron a aplaudir, a gritar y hasta silbar, quizás todos se emocionan tanto porque demos este paso ya que han sido testigos de la manera en la que Allan y yo nos amamos. Más que novios, siempre hemos sido amigos y confidentes. Quizás sea porque han sido testigos de todas las veces que  cuando uno está mal, el otro está ahí para apoyarlo incondicionalmente.

Porque de eso se trata el amor, de estar ahí para el otro, de dejar de ser un yo, para convertirse en un nosotros. Ese es el verdadero amor, el que llora las derrotas del otro y celebra sus victorias, el que no engaña, el que está ahí para levantar al otro cada vez que cae, el que está ahí para dar palabras de aliento y no para criticar.

Antes de conocer a Allan estaba tan decepcionada que dejé de creer en las almas gemelas y en el amor real, pero no por que una persona te lastime, significa que todas lo harán. Es difícil volver a confiar, volver a dejar que alguien entre en tu corazón, pero si no te arriesgas, quizás nunca puedas encontrar a tu otro extremo. Yo me arriesgue y gané.

—Te prometo que cada día de nuestras vidas, será un catorce de febrero —vi a mi ahora prometido.

—Eres el mejor.

—Todo es gracias a ti que me sacaste de ese hoyo en el que estaba metido.

—De eso se trata el amor, ¿no? De ayudar al otro.

—Exactamente —asintió—. Por eso te voy a ayudar a ser muy feliz el resto de tu vida.

—Y yo te ayudaré a ser mejor cada día —rodeé su cuello con mis brazos y besé su mejilla—. Eres el mejor otro extremo que pude encontrar.

—Literal, porque tú me encontraste a mí.

—Ya sé que te encanta que busquen —le di un leve mordisco en el cuello.

—Amor, soy lindo, pero no soy un osito de goma.

—Ay perdón, me equivoqué, es que eres muy dulce —me abrazó fuerte.

—Felicidades por su compromiso —todos nuestros familiares y amigos empezaron a felicitarnos.

Mientras a mí mi madre me hablaba de responsabilidades en el matrimonio y de lo feliz que estaba porque al fin encontré alguien bueno para mí, el papá de Allan por otro lado no sé que le decía, pero yo sólo podía verlo a él y él a mí.

Es como si estuviéramos tan unidos que no podemos estar ni un segundo lejos, bueno quizás sea por nuestro hilo. Vi mi meñique y mi muñeca, aún traemos el hilo, lo hemos tenido que cambiar, pero aún lo traemos, como símbolo de ese hilo que nos unió y nos unirá para toda la vida.

A veces perdemos tanto tiempo buscando a la persona que encaje a la perfección en nuestros estereotipos que no nos damos cuenta que la persona perfecta para nosotros puede estar muy cerca. Perdemos mucho tiempo buscando en las personas equivocadas y deberíamos invertir menos tiempo en buscar personas y más en disfrutar de la vida, porque en cualquier momento el destino por si solo te llevará hasta tu otro extremo. Como lo hizo con nosotros.

El otro extremo.Where stories live. Discover now