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—Nadie va a venir a vernos hoy —comenzó a decir Frank la mañana del veinticuatro—. Ni siquiera Atreyu porque...—Peter le interrumpió.

—Es Michael, no le gusta que le digan Atreyu —opinó, recordando lo que el muchacho tuvo que pasar para cambiarse el nombre.

—Atreyu tiene más personalidad —Ryan entornó la mirada, todavía cuestionaba el cambio de nombre de su amigo.

—Bueno, ese no es asunto nuestro —Peter se encogió de hombros, dando la conversación por terminada.

—El caso es que Michael está en el penal ahora y no puede venir —dijo Frank, apresurándose para no ser interrumpido con las tonterías de sus acompañantes.

—¿En el penal? ¿Qué está haciendo ahí? —pregunto Peter nuevamente.

—Ahí trabaja, lo castigaron por faltar demasiado y ahora ya no tiene derecho a sus días libres en lo que queda del año, que es casi nada —informó Frank, encogiéndose de hombros.

—Ahhh —Peter asintió, lo último que recordaba era que el chico había conseguido un trabajo como notario público, no sabía cómo llegó hasta el penal o que estaba haciendo exactamente ahí.

—En fin, tampoco vendrán nuestros padres, ni primos, ni familia porque hay mal tiempo y porque en general todos nos odian —espetó y el resto estuvo de acuerdo, aunque Peter solo seguía la corriente, ya que no estaba seguro de que sus familiares tuvieran tan mala imagen de él—. Por esto mismo es mi deber como persona ponerme la borrachera del siglo y no dormir hasta que salga el sol y si alguien quiere interrumpirme tendré que dejarle celebrar bajo la nieve —amenazó, mirando a su hermano de reojo. Peter sintió un escalofrió, ya casi era seguro que, en algún punto, Frank iba a intentar sacarle de la casa.

—¿Comeremos pavo? —preguntó Sam, que no estaba demasiado interesado en alguna otra cosa. Los chicos le dijeron que no podía experimentar para la cena de navidad, así que utilizaría su energía para comer.

—Claro, hay en la cocina.

—Oh que triste, solo nosotros cuatro en navidad —dijo Ryan con una sonrisa en el rostro.

Ding Dong.

Y el timbre sonó.

Tan irónico.

—¿Qué no dijiste que nadie iba a visitarnos? —peguntó Peter con una sonrisa, amaba cuando Frank se equivocaba con algo.

—Esperen un minuto, voy a desollar a alguien —murmuró dirigiéndose a la entrada. Peter, Ryan y Sam solamente escucharon como Frank abría la puerta y luego la cerraba en la cara del pobre incauto.

Frank tenía los nudillos blancos por la fuerza con la que estaba apretando el pomo de la puerta. La segunda vez que tocaron el timbre, se asomó de nuevo.

Navidades con los MillerWhere stories live. Discover now