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West estaba asomado en su refrigerador, como un ladronzuelo cualquiera que se había colado en su casa mientras dormía y ahora revisaba las frutas que podría comerse

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West estaba asomado en su refrigerador, como un ladronzuelo cualquiera que se había colado en su casa mientras dormía y ahora revisaba las frutas que podría comerse. Michael por fin entendía a qué se refería su abuelo cuando decía que alguien era "Como una hormiguita comiendo" el tipo pasaba cada momento comiendo.

Michael pensaba que había puesto a prueba su paciencia tratando con los Miller, sin embargo, consiguió encontrar a alguien que podía rebasarles cuando se lo proponía.

—¿Vas a ir a la fiesta de los Miller este año? —West lanzó la pregunta, al tiempo que miraba triunfante la manzana más grande y roja de todas. Michael metió el cubierto en un bote de mermelada para untar en su pan tostado.

—Probablemente —respondió, encogiéndose de hombros—. Aunque no sé si habrá fiesta este año.

West asintió dándole una mordida a la manzana. Su cabello estaba un poco más largo que las navidades pasadas y definitivamente se veía más sedoso.

Cuando mordió la manzana, algunos mechones se movieron sobre su frente, cayendo de manera que parecían bailar a un ritmo desconocido. Michael nunca había visto un pelo tan perfecto fuera de la tele y tampoco había amado tanto el pelo rojo hasta que se encontró con el peinado del hombre.

—Mmm —West asintió, dando su aprobación antes de retomar la charla—. Hay que salir esta noche —dijo sonriéndole—. Encontré un bar buenísimo al final de la calle, cerca del metro.

Michael mordisqueo su pan, considerando la idea.

—Esta noche tengo que cubrir un turno extra —murmuró—. Si quieres podemos salir, pero solo después de que termine mi horario, como a las diez —agregó haciendo cuentas.

—Me parece bien —West se encogió de hombros, anotando algo en su teléfono, como si tuviese que agendar cada salida pendiente en los próximos diez años.

Últimamente podía notar que no pasaba día sin que se sentaran en la cocina a platicar al menos diez minutos y también se dio cuenta de que las salidas a beber en los últimos meses siempre eran con él.

Desde el día en que lo invitó a quedarse en su casa no consiguió sacarlo de ahí. Michael no sabía cómo la consiguió, pero ahora tenía una llave oculta en algún sitio y se quedaba a dormir en la casa cuando le daba la gana. Incluso en algunas ocasiones le vio metiendo despensa en el refrigerador o la alacena.

Por ejemplo, en ese momento había sacado esa manzana que evidentemente Michael no había comprado y también puso en la mesa un bote de yogurt, un tazón de porcelana y una preciosa cuchara de plata que él no tenía idea de donde habían salido.

Michael frunció el ceño.

—Estas acumulando otra vez —dijo en tono acusador.

—Está genial ¿No? Ya casi no tengo cosas en mi departamento —comentó encogiéndose de hombros, con una sonrisa en el rostro.

Navidades con los MillerWhere stories live. Discover now