"La coronación" o como un padre guarda secretos

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II

El tiempo corre y aún con la constante presencia de la profecía en su cabeza, Odín continuo su lóngeva vida. Su cabello, rubio dorado, se fue encaneciendo hasta convertirse en los blancos cabellos de la vejez. La edad no le favorecía mucho, no como a su adorada Frigga, que los años que pasaban la hacían más bella y sabia. Estar a su lado en las mañanas era el mejor regalo del amanecer. Luego de siglos en su compañia, no había nada mejor que eso.

A excepción de una cosa: ver a sus hijos crecer. Hela, su antigua Ejecutora, había hincado rodilla ante él, aprendiendo a controlar su violento cáracter, transformándose en un heredera digna de nombrar. Era a quién acudía para la guerra, y también para controlar la paz. Había madurado, y todo eso se lo debía a alguien más. El menor de sus hijos, travieso, amado, inteligente. Su llegada a sus vidas fue el fin de la gran guerra contra las fuerzas de Jotunheim, el inicio de un tratado de paz y la completa unión de los Nueve Reinos; era un buen augurio, decían muchos.

Frigga lo llamo "Loki".

~●O●~

Un nuevo amanecer para el Reino dorado de Asgard. Sin embargo, todos sabían que habría una diferencia con el de mañana; pues cuando el atardecer llegará, el reinado de Odín terminaría y con la luna empezaría el reinado de Hela, la primera de su nombre, Diosa de la Muerte y futura Reina de los Nueve Reinos. La gente estaba jubilosa, levantándose desde temprano para terminar con los preparativos para la festividad.

La pronta Reina de hecho caminaba por los pasillos, recibiendo reverencias de parte de los sirvientes y ella saludándolos. Entró en una de las habitaciones, y se encontró la escena que más esperaba ver: ese hombre intentando ocultar a la mujer entre las sábanas. Se acercó, con una sonrisa sarcástica y tiró de estas sábanas para descubrir al sujeto.

−Skurge−dice al asgardiano de cabeza rapada y marcas azules. Sus ojos verdes se dirigen a la acompañante aun cubierta−Amora, sé que eres tú−dice.

Una mujer rubia se mostró, esbozando una sonrisa felina y sin pudor al salir de la cama, inclinándose ante la princesa. El único avergonzado en aquella habitación, era Skurge.

−Mi princesa−dice la Encantadora−Sé a que se debe su visita−la pelinegra hizo un gesto para que prosiguiera−Skurge debía acompañarla para terminar los preparativos del Ejército. Claramente estaba más preocupado atendiendome a mi y a lo que había entre sus piernas. Y también vino porque sabría que yo estaría aquí, para preguntarme porque no estoy ayudando al príncipe.

−Ay Amora, no sé como una mujer lista como tú esta con alguien como Skurge−Hela dice con diversión, ignorando el gesto ofendido de su mano derecha en batalla.

−Algunos hombres listos no saben de las artes del amor−responde ella, recogiendo su vestido verde, colocándoselo con sensuales movimientos−Las mujeres son una excepción, ellas si saben...−dijo dirigiéndole una mirada que solo Hela entendía.

Skurge no querría saber que significaba.

−Si quiere saberlo, su alteza, no encontré al príncipe Loki de camino aquí. No estaba en su alcoba−dice Amora arreglando su cabello rubio, atrás de sus orejas−No le di importancia, porque él terminó ayer lo que la Reina le encomendó. Además, usted y yo sabemos donde está.

Aunque compartieron una sonrisa cómplice, el único fuera de lugar es Skurge. El pobre soldado no entiende de que hablan las dos mujeres, pero en su mente se dice que es algo que tal vez solo pocas personas deben saber; él no era necesario incluirlo dentro de ese grupo.

Canción del Trueno y el HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora