La yerba mate

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De noche Yací, la luna, alumbra desde el cielo misionero las copas de los árboles y el agua de las cataratas. Eso es todo lo que conocía de la selva: los enormes torrentes y el colchón verde del follaje, que casi no deja pasar la luz. Pero Yací es curiosa y quiso ver por sí misma las maravillas de las que le hablaron el sol y las nubes: los hermosos colores de los picaflores, la gran variedad de plantas y flores y los picos brillantes de los tucanes.Un día bajó a la tierra acompañada de Araí, la nube, y juntas, convertidas en muchachas, se pusieron a recorrer la selva. Era el mediodía y el rumor de la selva las invadió, por eso era imposible que escucharan los pasos sigilosos del yaguareté que se acercaba listo para sorprenderlas, dispuesto a atacar. Pero en ese mismo instante un viejo cazador guaraní que venía siguiendo al yaguareté disparó una flecha, y el animal, asustado, huyó rápidamente.La luna y la nube, agradecidas, se acercaron al viejo y le hablaron:- Yo soy Yací y ella es mi amiga Araí. Queremos darte las gracias por salvar nuestras vidas. Fuiste muy valiente, por eso voy a entregarte un premio y un secreto. Mañana, cuando despiertes, vas a encontrar ante tu puerta una planta nueva llamada caá. Con sus hojas, tostadas y molidas, se prepara una infusión que acerca los corazones y ahuyenta la soledad. Es mi regalo para vos, tus hijos y los hijos de tus hijos.Al día siguiente, al salir de su casa, el viejo vio maravillado la planta prometida por Yací. Siguió sus instrucciones: tostó las hojas, las molió y colocó dentro de una calabacita hueca. Buscó una caña fina, vertió agua y probó la nueva bebida. El recipiente fue pasando de mano en mano: había nacido el mate.

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